miércoles, 17 de abril de 2019

Se acerca la pascua y parece que cada uno va por su camino con preparativos externos pero sin llegar a tener ese verdadero encuentro de gracia, de pascua en el Señor


Se acerca la pascua y parece que cada uno va por su camino con preparativos externos pero sin llegar a tener ese verdadero encuentro de gracia, de pascua en el Señor

Isaías 50,4-9ª; Sal 68; Mateo 26, 14-25
Se acerca la celebración de la Pascua. ‘He deseado enormemente comer esta Pascua con vosotros’, les dirá Jesús a los apóstoles. Lo había anunciado repetidamente, su subida a Jerusalén para la Pascua, aunque por mucho que les explicara los discípulos no terminaran de entender. Aquella Pascua va a tener un significado especial.
Ahora los discípulos en las puertas de Jerusalén y a las puertas de la Pascua se preocupan de donde podrán celebrar la cena de la Pascua. Le preguntan a Jesús ‘¿dónde quieres que te preparemos la cena de la Pascua?’ y Jesús les dará señales precisas para que vayan a Jerusalén y siguiendo al hombre que lleva el cántaro de agua entren en la casa y pregunten al dueño de la casa  ‘El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos’. Y allí encontrarán el lugar donde harán todos los preparativos para la cena pascual. Para ellos era una pascua más, como todos los años, donde habrían de comer el cordero pascual en recuerdo de la salida de Egipto de sus padres.
Pero alguien más estará haciendo sus preparativos. Por una parte aquellos que estaban buscando la manera de prenderle para quitarle de en medio y ahora se les presentaría una ocasión especial. Pero estaba también el que iba a traicionar a Jesús. ‘¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?’, había planteado Judas Iscariote, uno de los doce, a los sumos sacerdotes y principales de la ciudad. ‘Después de ajustar con ellos en treinta monedas andaba buscando la ocasión propia para entregarle’. Y en aquella pascua, tras aquella cena pascual encontraría el momento.
‘Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar’, había dicho Jesús mientras estaban en la cena. Entre las dudas y preguntas de todos sobre quien seria, señalaría ‘el que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido… ¿Soy yo acaso, Maestro?...  Tú lo has dicho’. Era todo el diálogo que se había desarrollado entonces y que daría principio a la Pascua definitiva y eterna.
Unos preparativos para la pascua y distintos caminos para su celebración. Estamos nosotros también en las vísperas de la Pascua, en la víspera del comienzo del triduo pascual.  También nosotros nos preguntaremos, o hemos de preguntarnos cómo vamos a celebrar la pascua, como nos prepararemos para celebrar la pascua, y ya el tiempo es inminente. Y es importante que nos tomemos en serio esta preparación.
Caminos tortuosos recorremos nosotros en la vida pero ahora hemos de abocarnos al camino bueno, al camino recto que nos lleve a esa vivencia pascual. No se trata de unos preparativos externos, como los discípulos que preparaban la mesa con todo lo necesario, o como tantos en estos días muy preocupados de preparar nuestros templos, los utensilios litúrgicos o todos los adornos con que queremos adornar nuestros templos o nuestras imágenes para las procesiones.
Está muy bien todo eso, pero que esas cosas no nos distraigan de la verdadera preparación. Porque podemos preparar cosas externas, pero no prepararemos nuestro corazón, podemos estar en nuestros templos, celebraciones o procesiones, pero no habremos quizá dejado que Jesús entre en nuestro corazón con su vida, con su gracia.
Nos preocupamos de cosas a preparar pero no nos preocupamos de nuestro yo, de nosotros mismos para que lleguemos a tener una verdadera vivencia, un verdadero encuentro de gracia con el Señor.  ¿Qué nos faltará preparar? ¿Qué es lo que en verdad necesitamos para que haya una verdadera pascua en nosotros? ¿Habremos hecho un verdadero recorrido de gracia viviendo los sacramentos que nos llevan a la plenitud de vida en el Señor con su gracia y su perdón?
No olvidemos que el Señor quiere celebrar su pascua en nuestra casa, en nuestra vida.


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