martes, 30 de abril de 2019

Nacer del Espíritu, vivir una vida nueva no por la voluntariedad que pongamos, o por las cosas que queramos hacer, sino porque nos dejemos conducir por el Espíritu de Dios



Nacer del Espíritu, vivir una vida nueva no por la voluntariedad que pongamos, o por las cosas que queramos hacer, sino porque nos dejemos conducir por el Espíritu de Dios

Hechos 4, 32-37; Sal 92; Juan 3, 5a. 7b-15
Hoy volví a nacer, decimos cuando nos ha ocurrido algo del que salimos vivos, como se suele decir, por milagro. Un accidente del que salimos con vida, algo fortuito, una catástrofe, una epidemia que afecto a la vida de muchas personas, pero de la que nosotros nos libramos. Tienes que contar que volviste a nacer, nos dicen, ahora tiene un nuevo cumpleaños, y recordamos la fecha del acontecimiento, del accidente, de aquello de lo que nos libramos, como decimos, por milagro.
Pero no se trata de eso de lo que hoy nos quiere hablar el evangelio. Entramos en un ámbito distinto, porque ya no se trata de nuestra vida física, aunque luego en nuestra vida tendría en verdad que reflejarse. Andamos por el ámbito de la fe y de nuestra referencia a Jesús.
Ya desde el principio del evangelio nos está pidiendo que para creer en El y en la Buena Nueva que nos anuncia hay que realizar un cambio radical en la vida. Oímos la palabra conversión y no siempre le damos toda la amplitud que tiene que tener la palabra. Porque de lo que se trata es que comenzamos a vivir una nueva vida, lo viejo, lo anterior tiene que morir para nosotros porque lo que ahora tenemos es un nuevo vivir, es un nuevo sentido, es una nueva vida. Y ahora sí que tendríamos que comenzar a contar nuevos años.
Es de lo que nos está hablando hoy Jesús en el evangelio. Había ido de noche a ver a Jesús un magistrado judío y que era fariseo. En la placidez de la noche hablaron largo y tendido. Aunque es magistrado, maestro en Israel – lo que llamamos en otros momentos doctores de la ley – encargado de la enseñanza del pueblo reconoce que en Jesús hay algo especial porque si Dios no está con El no puede hacer las obras que El realiza. Será el único que en el Sanedrín defenderá a Jesús, oponiéndose a un juicio sumarísimo y sin escucharle, y será el que finalmente colaborará con José de Aritmatea en la sepultura de Jesús. Lo que Nicodemo está reconociendo es algo fundamental que si lo hubieran aceptado no hubieran llegado a perseguir a Jesús como lo hicieron.
Y es a Nicodemo a quien habla Jesús de nacer de nuevo. Algo que no entiende y pregunta. ‘¿Cómo tu siendo maestro en Israel no entiendes esto?’ le dice Jesús. Y habla Jesús del nacimiento por el Espíritu. Por algo diría ya Juan casi al principio de su Evangelio que los que creen en Jesús serán hijos de Dios, pero no por nacimiento carnal, sino por obra del Espíritu.
Creo que estas palabras de Jesús a Nicodemo tendrían que llevarnos a amplias y profundas reflexiones; algo que hemos de asumir y creer desde lo más hondo de nosotros mismos porque comprendiéndolo, intentándolo comprender, podríamos comenzar a dejarnos conducir de verdad por la acción del Espíritu divino en nosotros. Ser cristiano, creer en Jesús no es cuestión de doctrinas o de cosas que nos aprendamos de memoria; no porque nos sepamos el credo de memoria o nos hayamos aprendido el catecismo ya decimos que somos cristianos. Es una cuestión de vida, de una vida nueva en que verdaderamente nos sintamos transformados.
Decimos tantas veces, es que no podemos, es que nos cuesta, es que son cosas que nos superan, pero nos olvidamos de la acción del Espíritu de Dios en nosotros. Es nacer del Espíritu, es comenzar a una vida nueva no por la voluntariedad que nosotros pongamos, por las cosas que nosotros queramos hacer, sino porque nos dejemos conducir por el Espíritu de Dios. Si lo hiciéramos, como se suele decir, otro gallo nos cantaría, otra vida estaríamos viviendo en la autenticidad del verdadero discípulo de Jesús, del verdadero cristiano.


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