martes, 19 de marzo de 2019

Un silencio que nos habla de la espiritualidad profunda que se abre a Dios y se hace disponible para el servicio sencillo y humilde del hombre justo


Un silencio que nos habla de la espiritualidad profunda que se abre a Dios y se hace disponible para el servicio sencillo y humilde del hombre justo

2Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal 88; Romanos 4, 13. 16-18. 22;  Mateo 1, 16. 18-21. 24a

Hombre justo lleno de fe, servidor fiel y prudente, sencillo y humilde de corazón son algunas cosas que de entrada podemos decir de San José a quien hoy estamos celebrando.
De Jesús dijeron sus propios convecinos allá en la sinagoga de Nazaret que era el hijo del carpintero, para resaltar su condición humilde. Ser carpintero o artesano era un oficio humilde en un pueblo pequeño como lo era Nazaret, pero no era solo la pobreza de medios sino era el espíritu humilde y sencillo de quien en su oficio estaba dispuesto a ayudar y remediar cualquier necesidad o problemas en aquellos humildes hogares.
Cuando en la vida nos encontramos con una persona de corazón sencillo y humilde, podríamos decir que nos sentimos cautivados por esa generosidad de espíritu que se deja traslucir tras unos humildes ropajes quizá, pero que nos están hablando de una riqueza espiritual que ya nosotros quisiéramos tener. Y es lo que descubrimos en los pocos retazos de su vida que nos trasmite el evangelio.
No era un hombre que viviera en la superficialidad que no se tomara en serio los problemas que la vida misma le fuera ofreciendo. Era el hombre prudente que rumiaba las cosas en su interior antes de tomar decisiones, pero además era un hombre de un profundo sentido de fe para tratar de discernir en todo cuanto le sucedía lo que era la voluntad de Dios. Momentos duros y difíciles por los que tuvo que pasar en su vida descubrimos en esos pocos momentos que nos trasmite el evangelio.
Fueron las dudas ante lo que sucedía en Maria, pero era el hombre bueno y justo que no quería nunca hacer daño. Como hombre, y más en aquella cultura, podría haber sentido profundamente herido en cuanto veía o sospechaba. Pero era un hombre abierto a lo bueno y abierto a lo que fuera la voluntad del Señor. Por eso no quería repudiar a Maria, pero se abría a la inspiración del Señor que le viene a través del ángel en el sueño.
En el sentido bíblico el sueño era una manera de expresarnos lo que se siente en el interior sin saber de donde procede, pero que se siente como la voz del Señor. Y es lo que va a ayudar a José en diferentes momentos de su vida. Será ahora con la aceptación de Maria en su casa, será en el tener que desplazarse hasta Belén desde los caprichos de un gobernador que quiere hacer un censo, como será en el momento en que el niño está en peligro y tendrá que huir a Egipto.
Solo una persona de fe profunda, de una gran religiosidad y espiritualidad llega a descubrir de esa manera lo que son los caminos del Señor. De resto, en la vida de José, silencio. Cuánto tenemos que aprender de su silencio.
No le escucharemos pronunciar palabra pero su vida silenciosa nos está hablando de lo que hay en su corazón. Nos está enseñando a rumiar las cosas con serenidad y sin dejarse llevar por los primeros impulsos como tantas veces nos sucede; nos está enseñando a tener un corazón abierto a lo trascendente, un corazón abierto a Dios siempre dispuesto a escucharle. Nos está enseñando a esa disponibilidad que tiene que haber en nuestra vida siempre para el servicio, siempre para lo bueno, para hacer el bien. Es el silencio de san José que nos está gritando hoy en el corazón.
Que aprendamos de ese silencio que nos tiene que hacer reflexivos, profundos en nuestra espiritualidad, siempre abiertos a Dios, siempre disponibles para el servicio, siempre resplandecientes por nuestra sencillez y humildad como san José.

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