viernes, 22 de marzo de 2019

El camino cuaresmal que estamos haciendo un momento para la reflexión y revisión sintiendo cómo llega de manera viva y actual la Palabra de Dios a nosotros


El camino cuaresmal que estamos haciendo un momento para la reflexión y revisión sintiendo cómo llega de manera viva y actual la Palabra de Dios a nosotros

Génesis 37,3-4.12-13a.17b-28; Sal 104; Mateo 21,33-43
Lo entendieron bien pero se hacían oídos sordos. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos’. Ya el evangelista al narrarnos el episodio apunta que aquella parábola la dijo ‘Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo’.
Y habla Jesús de la viña que aquel propietario había preparado con todo detalle y que confió a unos arrendadores. Pero los arrendadores no cumplieron, no rindieron sus frutos, es más respondieron con violencia a las exigencias lógicas del propietario. Al final en la conclusión de la parábola Jesús se pregunta si el propietario no quitará la viña a quienes no habían respondido debidamente y se la confiará a otros.
Es cierto que la parábola es un retrato de lo que ha sido la historia del pueblo de Israel. Ellos confesaban en su fe toda la historia de salvación que Dios había realizado con ellos. Pero se quedaba en eso, en una confesión de palabra, pero no en un reconocimiento vital, porque no daban respuesta a cuanto Dios había hecho por ellos.
Pero cuando nosotros escuchamos hoy la parábola no nos quedamos en constatar hecho antiguos o que sucedieran en otro momento, sino que siempre la Palabra es una palabra viva que llega a nuestra vida concreta. ¿No tendremos igualmente nosotros que darnos por aludidos cuando se nos presenta este hecho del evangelio? Es la forma como tenemos que escuchar nosotros de una forma viva la Palabra de Dios, aplicándola a nuestra vida concreta. Para que nuestra fe no se quede en palabras sino que sea algo vivo que implica toda nuestra vida.
En este camino cuaresmal que estamos haciendo es momento para la reflexión, para la escucha atenta de la Palabra de Dios, para la revisión de nuestra vida, de nuestras actitudes y de nuestros comportamientos. Es momento para reconocer esa historia de salvación que Dios ha ido desarrollando en nuestra vida; cuantas maravillas ha ido Dios haciendo en nosotros; de cuantos dones nos adornado en su maravilloso amor; cuanta ha sido la gracia que ha derrochado en nosotros. ¿Y cuál ha sido nuestra respuesta?
No siempre hemos dado respuesta de amor; cuantas veces también nos hemos hecho oídos sordos a tantos signos de su amor que Dios ha puesto a nuestro lado; cuantas personas buenas, cual profetas, han llegado hasta nosotros y han tenido una palabra buena, una invitación al amor y la generosidad y no hemos sabido ni verlos ni escucharlos; cuantas llamadas habremos escuchado cada vez que se nos ha proclamado la Palabra del Señor o hemos participado en celebraciones litúrgicas.
Sintamos en verdad que esta Palabra hoy quiere llegar a nuestra vida y nos está pidiendo frutos, de penitencia y de conversión, de amor y de generosidad, de empeño por vivir esa vida nueva que el Señor nos ofrece. No cerremos nuestros oídos ni nuestro corazón. Respondamos a su amor con nuestro amor aunque quizá en principio sea pobre, pero que con la llama de amor a nuestro lado crecerá y crecerá hasta dar fruto.

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