viernes, 15 de febrero de 2019

Que ponga su mano el Señor sobre nosotros para que abramos los oídos del corazón para sentir la llamada del Señor a ir al encuentro con los demás



Que ponga su mano el Señor sobre nosotros para que abramos los oídos del corazón para sentir la llamada del Señor a ir al encuentro con los demás

Génesis 3,1-8; Sal 31; Marcos 7,31 37
‘Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos’. Jesús está caminando fuera de la tierra de los judíos, va atravesando por Tiro y por Sidón, lugares de la gentilidad. Le presentan un sordomudo para que le imponga las manos y lo cure, para que pueda oír y hablar.
Una barrera grande el ser sordo; un mundo de incomunicación y de aislamiento. Ya sabemos como hoy luchan los sordomudos por encontrar un sitio en la sociedad y hacerse entender; se va extendiendo hoy el lenguaje de signos para facilitar esa comunicación y no solo ellos puedan hacerse entender, sino que también puedan entender lo que nosotros decimos y expresamos con nuestra voz. Tendríamos que pensar en aquellos momentos lo difícil que sería la comunicación y el mundo de aislamiento en que vivían. Cuando se enteran que hay alguien que pueda curarlos, que pueda hacerlos oír y comunicarse vemos cómo acuden a Jesús.
Hay limitaciones físicas, como pueda ser esa sordera natural, que nos impiden entrar en relación y comunicarnos, pero también reconocemos que somos nosotros también muchas veces los que ponemos esas limitaciones. No queremos escuchar, aunque oigamos. Los sonidos pueden llegar a nuestras orejas, por decirlo así, pero somos nosotros los que cerramos nuestros oídos, o cerramos nuestra vida porque no queremos oír, porque no nos interesa oír, porque no queremos enterarnos, porque preferimos aislarnos quizá para no comprometernos.
Hoy vamos nosotros a acudir también a Jesús con nuestras sorderas. Espiritualmente tenemos el peligro de insensibilizarnos; dejamos a un lado las cosas del espíritu para ocuparnos más de las cosas materiales y nos embrutecemos encerrándonos en nosotros mismos, en nuestras cosas o intereses, en lo material como si ahí tuviéramos toda la satisfacción para nuestra vida.
Vamos a acudir a Jesús para que ponga su mano sobre nosotros porque necesitamos salir de esa insensibilidad espiritual, de esa sordera a las cosas de Dios en que nos hemos encerrado; somos sordos a su Palabra, somos sordos que cerramos los oídos del corazón a las inspiraciones del Espíritu Santo que nos quiere llevar por otros caminos.
Vamos a acudir a Jesús para que nos abra los oídos y aprendamos a ir al encuentro con los demás, a sintonizar con el hermano, para que seamos capaces de dar tiempo para la escucha, para oír el lamento de tantos que sufren en nuestro entorno pero que tan preocupados que vamos solo por lo que nos pasa a nosotros no somos capaces de escuchar.
Que ponga el Señor su mano sobre nosotros, para que arrojemos de nosotros esas turbulencias interiores de tantas cosas que quieren acallar la voz de Dios en nuestro corazón.
Señor, que pueda oír, oír tu Palabra, oír la inspiración del Espíritu, oír la Buena Nueva del Evangelio de salvación que me ofreces.

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