sábado, 2 de febrero de 2019

De María de Candelaria queremos aprender a ser misioneros de luz, a ser evangelio, buena nueva de Dios para los demás con el anuncio de Jesús


De María de Candelaria queremos aprender a ser misioneros de luz, a ser evangelio, buena nueva de Dios para los demás con el anuncio de Jesús

Malaquías 3,1-4; Sal 23; Hebreos 2,14-18; Lucas, 2, 22-40

Suben al templo José y María para cumplir con lo prescrito por la ley de Moisés. Todo primogénito varón sería presentado al Señor a los cuarenta días de su nacimiento. Realizadas las  purificaciones rituales de la mujer después del parto se disponen a hacer la ofrenda que está prescrita en la presentación del niño al Señor cuando un anciano que aguardaba con esperanza la llegada del Mesías del Señor les sale al encuentro para tomando el niño en sus brazos bendecir al Señor porque sus ojos han visto al Salvador anunciado y esperado que ahora era presentado ante todos los pueblos como la luz de las naciones y la gloria de su pueblo Israel.
Aquel anciano había recibido una inspiración del Espíritu que le aseguraba que sus ojos no se cerrarían hasta que pudiera contemplar al Mesías Salvador. Allí está en medio del templo, con la mirada atenta de María que va guardando todo cuanto sucede en su corazón, alabando y bendiciendo al Señor cuando se une al cántico de alabanzas una anciana que llevaba muchos años también sirviendo al templo del Señor con la esperanza puesta en el Mesías que un día habría de llegar; se puso a dar gloria a Dios y a hablar del Niño a cuantos esperaban la liberación de Jerusalén.
Llevaba María la luz en sus brazos cuando se presenta en el templo, y aquella luz comienza a brillar para todos con los cánticos de alabanza de aquellos ancianos. Llevaba Maria la luz en sus brazos y allí es consciente, con las palabras del anciano Simeón, de que esa luz habrá de brillar sobre las tinieblas, aunque mucho fuera el dolor al paso por la pascua de la pasión, porque iba a ser signo de contradicción. Una espada la traspasará el alma, le anuncia a ella también el anciano.
Es lo que litúrgicamente hoy estamos celebrando a los cuarenta días del nacimiento del Señor. Una fiesta que en la liturgia se convierte en la fiesta de las candelas, recordando con ese signo de la luz lo que Jesús había de significar para nosotros y para el mundo. En la liturgia de este día también caminamos nosotros al encuentro del Señor con lámparas encendidas en nuestras manos, como aquellas doncellas de la parábola que un día Jesús nos propondrá, pero que hemos de mantener siempre encendidas, procurando que no nos falte el aceite de la fe y del amor, porque con esa luz nosotros tenemos que iluminar nuestro mundo, con esa luz de nuestra vida de fe y de amor nosotros tenemos que anunciar al que es la verdadera luz.
Si decíamos antes que Maria subía hasta el templo de Jerusalén con la luz en sus brazos porque llevaba a Jesús es lo que nosotros los canarios contemplamos hoy en la figura de María de Candelaria a quien hoy estamos celebrando como nuestra Madre y patrona. También María se adelantó a la presencia de los misioneros en nuestras tierras con su imagen aparecida en las playas de Chimisay que portaba en sus manos también la luz. Así la contemplamos en su imagen, mientras  con el brazo derecho abraza a Jesús niño en su regazo en la mano izquierda porta una candela, una luz para que el signo nos ayude a contemplar al que es la verdadera Luz.
Fue ella la primera misionera de nuestras tierras antes incluso de que los castellanos hicieran posesión de ellas para la corona de España. Ella estaba haciendo dirigir la mirada de nuestros antepasados guanches hacia lo alto para encontrar la luz. Fue el primer anuncio del evangelio, María es el primer evangelio para nuestra tierra, porque se adelantó a anunciar a Jesús. Chaxiraxi la llamaban, algo así, como la Madre del Sol, Madre del sustentador de cielo y tierra, y a quien nosotros contemplamos como la Madre de Jesús, la luz del mundo, la Madre de Dios, que es también nuestra madre.
En esta fiesta los canarios acudimos a María, nos postramos con amor filial ante su imagen bendita en su basílica de Candelaria o allí donde tengamos una imagen de María de Candelaria; con fervor acudimos a ella buscando su protección maternal, pero de ella queremos aprender a hacer el camino que nos lleve a la luz de Jesús, como de ella tenemos que aprender también a convertirnos en misioneros de los demás porque aprendamos a llevar la luz, porque aprendamos a ser evangelio, buena nueva de Dios para los demás, porque aprendamos a llevar a todos el anuncio de Jesús.





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