viernes, 1 de febrero de 2019

Como la mostaza que ha crecido en buena planta y vale para acoger a los pajarillos del campo, con el testimonio de nuestra vida podemos ser buena sombra que cobija también a los que luchan por dar una respuesta



Como la mostaza que ha crecido en buena planta y vale para acoger a los pajarillos del campo, con el testimonio de nuestra vida podemos ser buena sombra que cobija también a los que luchan por dar una respuesta

Hebreos 10,32-39; Sal 36; Marcos 4,26-34

Vuelve el evangelio a presentarnos la imagen de la semilla para hablarnos del Reino de Dios. No hace muchos días escuchamos la parábola de Jesús que nos hablaba del sembrador que va esparciendo la semilla por todas partes aunque no siempre cae en buena tierra y por esa causa no siempre podemos recoger el fruto esperado. Hoy nos propone una nueva parábola que nos habla de la semilla sembrado y que poco a poco va brotando con la esperanza de recoger un día su fruto, aunque nos habla también de la insignificante semilla de la mostaza que va a hacer nacer una hermosa planta entre todas las hortalizas.
Nos conviene recordar una y otra vez estas parábolas porque esa es también nuestra tarea. esparcir la semilla sembrándola en todo campo y esperar, con los debidos cuidados también, el que prenda en los corazones de los hombres y así se vaya expandiendo más y más el Reino de Dios en nuestra vida y en nuestro mundo. Pero todo tiene su ritmo, porque ahí está nuestra espera, como la del agricultor que planta y que siembra pero sabe esperar su tiempo.
Quisiéramos poder recoger pronto la cosecha y que sea abundante. pero tenemos que contar con el corazón de las personas que han de dar respuesta, que han de ir madurando en su vida esa semilla sembrada, lo que no siempre es fácil, porque bien sabemos las múltiples influencias que recibimos por todas partes. Ya cuando meditamos la parábola del sembrador nos damos cuenta de las reticencias de los corazones que no siempre están dispuestos.
Es un misterio hondo el que se produce en el corazón de cada persona cuando recibe esa semilla de la Palabra de Dios; la semilla puede llegar a nosotros a través de muchos medios pero igual que la semilla que echamos a la tierra ha de encontrar la humedad y el calor adecuado para que pueda germinar, así en nuestro corazón. rumiando en nuestro interior esa palabra que escuchamos vamos haciéndola nuestra, vamos confrontándola con nuestra vida, vamos buscando esa respuesta que algunas veces nos cuesta dar, vamos encontrando quizá también ayuda en nuestro entorno con el testimonio de quienes nos rodean, tratamos de verla quizá reflejada en otras personas para ver como mejor acogerla en nuestra vida.
Todo un proceso que muchas veces puede ser lento. Pero la gracia de Dios siempre estará acompañándonos, dándonos la fuerza del Espíritu para nosotros dejarnos guiar. Un día brotará esa planta nueva, aparecerá la flor, se transformará en fruto, aparecerá un nuevo amor en nuestra vida porque finalmente nos sentiremos impregnados por el amor Dios.
Es lo que sucede en cada corazón que a su tiempo dará su fruto. De ahí nuestra paciente espera, porque además a quien corresponde recoger el fruto es al Señor. Pensemos además que nosotros somos frutos de una semilla que tambien un dia se plantó en nosotros; nuestra respuesta no siempre ha sido instantánea, sino que también en nosotros se ha ido realizando y se sigue realizando un proceso que no siempre tenemos acabado. Pongamos buen caldo de cultivo en nuestro corazón dejándonos conducir por la gracia del Señor, alimentándonos con los sacramentos, sintiéndonos estimulados por el amor de los que hermanos que junto a nosotros están haciendo también ese camino.
Pensemos que con esa respuesta que nosotros damos podemos ser estímulo y aliciente también para los que están a nuestro lado. Es importante el calor de amor que pongamos en nuestra vida, para dar nosotros esa respuesta, para ayudar también a los que como nosotros están también recibiendo esa semilla y están en proceso de dar también una respuesta, producir también sus frutos. como la mostaza que ha crecido en buena planta y hasta vale para acoger a los pajarillos del campo, nosotros con el testimonio de nuestra vida podemos ser buena sombra que cobija también a los hermanos que luchan por dar una respuesta.



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