sábado, 26 de enero de 2019

Sembremos cada día en el campo de la vida la semilla del Evangelio con la esperanza de que un día dará fruto


Sembremos cada día en el campo de la vida la semilla del Evangelio con la esperanza de que un día dará fruto

2 Timoteo 1, 1-8; Sal 95;Marcos 4,26-34

En mis paseos por los campos en los alrededores de donde vivo me suelo encontrar muchas veces a los agricultores afanados en sus tareas de siembra, de cultivo, de cuidado de sus tierras y lo que en ella tienen sembrado. Una tarea ardua pero silenciosa y con esperanza de fruto siempre, en muchas ocasiones en solitario o en otras acompañado de otros jornaleros que les ayudan en sus tareas; muchas veces los veo silenciosos contemplando la tierra en la que han sembrado su semilla esperando verla brotar, el crecimiento de sus plantas y con la esperanza siempre de una buena cosecha.
No siempre quizá germina la semilla como ellos quisieran, en ocasiones por las inclemencias del tiempo se malogran las plantas que han surgido, no siempre la cosecha es la deseada pero allì están ellos siempre con esperanza realizando una y otra vez la siembra. Cuanto nos enseñan todas estas cosas.
Hoy Jesús cuando nos habla del Reino de Dios utiliza estas imágenes del campo, de la siembra y de la siega. Hay que echar la semilla a la tierra y esperar a que germine y un dia llegue a dar fruto. Todo un misterio, un misterio de vida. y nos dice jesus que asi es el Reino de Dios; también hemos de realizar una siembra, pero hemos de tener la paciencia necesario para poder un dia recoger la cosecha. Algo misterioso que se realiza en el corazón del hombre que es el que da respuesta a esa llamada e invitación. Es la obra de a gracia.
Y por ahí anda nuestra tarea de sembradores, porque todos hemos de ser sembradores en este campo del Reino de Dios. Es nuestra tarea, sembramos y cultivamos, sembramos y nos llenamos de esperanza, sembramos y nos confiamos en la gracia del Señor que es el que mueve los corazones.
Algunas veces parece que queremos precipitarnos, queremos recoger el fruto enseguida cuando eso no es lo que a nosotros corresponde. Sentimos desaliento quizás porque no siempre vemos la respuesta o vemos el campo demasiado lleno de cizaña. Tenemos que dejar el actuar de Dios, pero por nuestra parte no nos podemos cansar de sembrar y en la medida en que está en nuestra manos ir cultivando. Como el agricultor que cultiva la tierra, y en pequeños detalles va facilitando que la semilla germine y la nueva planta pueda dar fruto un dia.
Será nuestra palabra, pero será nuestro testimonio, será el consejo bueno que sepamos dar en su momento, o el ejemplo de nosotros ir delante abriendo caminos para aquellos que nos acompañan en este peregrinar. Nunca podemos ser obstáculo, siempre tenemos que ser ayuda, cauce, personas que abramos camino.
No tengamos miedo de que lo que hacemos pueda parecer pequeño e insignificante. El grano de mostaza del que nos habla Jesús en la parábola es un semilla insignificante, pero en ella está la vida de una nueva planta que pueda surgir. Por eso en esas cosas pequeñas y sencillas que cada dia hacemos está la semilla de la vida que queremos transmitir a los demás, ahí se manifiesta la fortaleza de Dios. No dejemos de hacer algo bueno aunque nos pueda parecer pequeño porque eso puede ser una gracia de Dios no solo para nosotros sino también para los demás. Así desde esas pequeñas cosas también construimos el Reino de Dios.

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