lunes, 21 de enero de 2019

Nuestra vida cristiana está como estancada, no avanzamos, seguimos siempre en la mismo necesitamos ser odres nuevos para el vino nuevo del evangelio


Nuestra vida cristiana está como estancada, no avanzamos, seguimos siempre en la mismo necesitamos ser odres nuevos para el vino nuevo del evangelio

Hebreos, 5, 1-10 Sal. 109; Marcos, 2, 23-28
Quizás nosotros los mayores recordamos aquellos tiempos de más pobreza, de pocos medios y recursos que teníamos que irnos apañando con lo que teníamos aunque ya estuviera obsoleto, estropeado o roto; para eso teníamos el remedio de los remiendos que nuestras madres nos hacían en la ropa cuando en nuestros juegos de niños o en nuestros trabajos de mayorcitos se nos rompía el pantalón o la camisa; ya tenían su sabiduría nuestras madres, sobre todo con algún tipo de tela, de remojarlas previamente por si acaso encogieran y si se ponían así, al lavar la ropa a su tiempo aparecerán tirones en la tela de un lado o de otro.

Quizás nos quede algo de eso en la vida, y no es ya en los remiendos que se puedan hacer en la ropa – hoy tenemos la moda en la gente joven de comprar los vaqueros ya con roturas previamente hechas por 'eso mola' como se dice ahora – sino más bien son las actitudes que podamos tener en la vida y ante lo novedoso que podamos encontrar donde tratamos de acomodarnos pero sin quizá dejar del todo las viejas costumbres.

Nos cuesta renovarnos, porque nos cuesta cambiar; siempre queremos dejar algo de lo viejo en nosotros. Y esto nos sucede en el ámbito de nuestra vida cristiana y de lo que el Evangelio nos va pidiendo cada día. Escuchamos la palabra conversión y simplemente la traducimos por un arrepentimiento de lo mal que hayamos hecho, pero seguimos con nuestras mismas costumbres y rutinas, y no nos atrevemos a emprender nuevos caminos, cambios radicales en nuestra vida. Y la palabra conversión significa un dar totalmente la vuelta, es una renovación en la que no se trata solamente de hacer arreglitos sino transformarnos totalmente comenzando a vivir en unas actitudes nuevas, los valores que el evangelio nos va presentando cada día.

Lo triste sería que ya el evangelio no fuera una buena nueva para nosotros, una nueva y buena noticia que entraña el que sepamos encontrar lo nuevo que el Señor nos pide para nuestra vida. Y es que muchas veces cuando escuchamos el evangelio ya nos damos por sabido lo que nos dice y no somos capaces de pararnos en serio a reflexionar y ver lo nuevo que aquí y ahora nos está pidiendo para nuestra vida.

Por eso nuestra vida cristiana está como estancada, no avanzamos, seguimos siempre en la mismo. Escuchamos las llamadas que la Iglesia ahora nos está haciendo que seamos en verdad una iglesia en salida pero seguimos estancados en la mismo sin variar nada en nosotros ni ser capaces de presentar con verdadera ilusión y fuerza la novedad del evangelio a nuestro mundo de hoy. Nos contentamos con seguir haciendo lo mismo, y así no hay una verdadera renovación en nuestras comunidades cristianas.

Nos habla hoy el evangelio de que no podemos andar con remiendos, que no podemos andar todavía con odres o vasijas viejas, sino que tenemos que ser en verdad un hombre nuevo, tenemos que tener odres nuevos para ese vino nuevo que el Señor nos ofrece cada día. Seamos capaces de pararnos un poco en la vida y reflexionar hondamente en el mensaje que nos ofrece hoy el evangelio.



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