miércoles, 23 de enero de 2019

Jesús nos está pidiendo unas nuevas actitudes, una nueva forma de plantearnos las cosas, una mirada distinta a cuantos nos rodean para no hacer tantas discriminaciones


Jesús nos está pidiendo unas nuevas actitudes, una nueva forma de plantearnos las cosas, una mirada distinta a cuantos nos rodean para no hacer tantas discriminaciones

Hebreos 7,1-3.15-17; Sal 109; Marcos 3,1-6

Hoy se nos llena la boca cuando hablamos de acciones sociales, de cómo las administraciones públicas tienen en sus programas no se cuántas acciones de tipo social y a los políticos no les falta en sus programas una serie de puntos de este tipo prometiendo que nadie se quedará desatendido, que para todos hay algún tipo de ayuda y no sé cuantas promesas más. a nivel individual decimos que queremos ayudar y nos sonrojaríamos si alguien descubriera en nosotros pasividad o negatividad en este sentido. Como programa o como proyecto todo eso está muy bien, como buenos deseos por nuestra parte es algo que no debería faltar, pero en la realidad ¿todo esto se realiza y nosotros nos sentimos en verdad comprometidos?
Quizá cuando pasamos por la calle al lado de alguien que de forma clara podíamos ver su pobreza y su necesidad, quizá volvemos la vista para otro lado para no querer enterarnos; cuando llegan a nuestra puerta personas en las que distinguimos otros rasgos distintos que nos están señalando que son de otra raza o que provienen de otro lugar, quizá nos sentimos incómodos y con miedo, farfullamos una disculpa y procuramos no entretenernos mucho con ellos, no sea que… y así no sé cuántas situaciones en que podríamos encontrarnos.
Cuántas disculpas y disimulos, cuánto pasar de largo ante situaciones que nos resultan incómodas, acaso porque se nos hace tarde… ¿para qué? ¿para ir a la Iglesia, quizás? ¿para no perder el programa de televisión que estamos viendo? ¿para que no nos vean con esas personas porque acaso luego no sé qué puedan pensar de nosotros?
Nos hacemos ciegos y sordos tantas veces ante el dolor o sufrimiento de los demás en su pobreza, su necesidad, las discriminaciones y soledades que sufren porque no queremos enterarnos. Pero lo peligroso, además de ser ya terrible que individualmente tengamos esas posturas, sería que ese fuera de alguna manera el sentir de nuestra sociedad. Queremos de alguna ocultar esas realidades. ¿Qué sucede cuando oímos hablar de pueblos o comunidades que no quieren que en él se instalen centros de acogida, por ejemplo de emigrantes? Pensemos en ciertos movimientos que hay de rechazo a los inmigrantes porque decimos quizá que ellos van a quitar puestos de trabajo a los naturales de lugar.
Hay ocasiones en que hasta se hacen manifestaciones y se impulsan movimientos sociales desde ciertos sectores cuando se va a crear un centro de este tipo en algún lugar.
¿La sociedad querrá ocultar o no querer enterarse de esas problemáticas? ¿Así nos hacemos insensibles ante las necesidades y problemas que hay en tantos lugares que obligan a la gente a emigrar? Quizá porque en la campaña contra el hambre una vez al año contribuimos con unas monedas pensamos que ya está todo hecho y resuelto.
Me ha venido toda esta reflexión a partir de un gesto que vemos realizar a Jesús en el texto del evangelio que se nos ofrece. Nos habla de la presencia de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún; era sábado. Pendientes estaban todos de lo que hiciera o dijera Jesús; los fariseos y maestros de la ley estaban al acecho. pero hay un hombre que pasa desapercibido, tiene una mano paralizada con todas las limitaciones y necesidades que se seguían de su enfermedad, pero nadie le presta atención. Llegó Jesús y le pide que se ponga en medio. Todos los ojos se dirigen a aquel  hombre del que comienza a hablar Jesús. Muy preocupados todos de la lectura de la Ley y de los comentarios que Jesús pudiera hacer - ya conocían de otros lugares y momentos de lo que hablaba Jesús - pero preocupación por aquel hombre enfermo y necesitado nadie tiene; como si no lo vieran.
Y es cuando Jesús plantea si será lícito o no curar a aquel  hombre en sábado.Todos conocían la ley y como habian de cumplirla estrictamente, para eso están allí los doctores de la ley y los fariseos para recordarlo. ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?’, es la pregunta de Jesús a la que nadie quiere dar respuesta. y aquello dolió a Jesús en su corazón. Ya sabemos como termina el episodio curando Jesús la enfermedad de aquel hombre.
¿Hay relación entre lo que antes reflexionábamos de lo que hacemos o no hacemos, a pesar de las bonitas palabras, ante los problemas o las necesidades de los demás o esas diversas situaciones que mencionábamos con esto que nos dice el Evangelio?
Creo que Jesús nos está pidiendo unas nuevas actitudes, una nueva forma de plantearnos las cosas, una mirada distinta a cuantos nos rodean para no hacer tantas discriminaciones como vamos haciendo por la vida. En nosotros está la respuesta. Aquello de la conversión que nos pedía Jesús al principio del evangelio habrá que tomárselo en serio.




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