sábado, 24 de marzo de 2018

Aprendamos a descubrir el designio de amor que Dios tiene sobre nosotros para saber dar en la vida una respuesta de amor


Aprendamos a descubrir el designio de amor que Dios tiene sobre nosotros para saber dar en la vida una respuesta de amor

 Ezequiel 37, 21-28; Sal.: Jr 31, 10. 11-12ab. 13; Juan 11,45-57

‘¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación’. Las autoridades judías, los principales del pueblo, los miembros del Sanedrín, los fariseos andaban nerviosos. Les parecía que el tema se les escapaba de las manos y ya no sabían qué hacer con Jesús porque o se les escabullía cuando trataban de prenderle, o en su dialéctica se veían derrotados por la palabra de Jesús. No es solo el peligro de lo que pueda suceder en referencia a los romanos que dominaban en aquel territorio. Es algo mas y distinto. Malo es verse acorralado como una fiera asustada.
El Sumo Sacerdote les da a entender que no se enteran de nada. Hay que quitar a Jesús de en medio. Es mejor que muera uno por todo el pueblo. Allí están ellos con sus maquinaciones que tratan de llevar adelante. Pero si el Sumo Sacerdote les decía que no entendían nada, ni el mismo Sumo Sacerdote se enteraba de verdad de qué iba aquello. Porque no eran sus decisiones. Ya Jesús lo había anunciado y había subido libremente a Jerusalén por aquella Pascua. Detrás de todo está el designio de Dios.
¡Qué difícil nos resulta muchas veces primero descubrir y luego aceptar el designio de Dios! La voluntad y el designio de Dios están por encima de nuestras decisiones humanas. Y algunas veces parece que nos complica las cosas pero siempre el designio de Dios es un designio de amor y lo que Dios quiere es lo mejor para el hombre. Ahí está la gloria de Dios.
Nos sucede tantas veces en la vida. Vamos tomando decisiones, nos encontramos quizá envueltos en un mar de dudas, muchos interrogantes se nos pueden plantear en la vida, reflexionamos y queremos buscar lo mejor, tomar la mejor decisión, pero ¿contamos con Dios? Pareciera muchas veces en nuestra manera de actuar que no somos creyentes, que no ponemos nuestra confianza en Dios, que no creemos en la inspiración del Espíritu que se nos revela en el corazón. Tenemos que aprender a despertar nuestra fe, abrirnos a la trascendencia de Dios.
Volviendo al texto del evangelio que estamos comentando en las vísperas como estamos de entrar en la Semana que nos conduce a la celebración del misterio pascual. El Sumo Sacerdote ha tomado una decisión, que es cierto llevará a la muerte a Jesús. Pero ya el evangelista nos da una pista para nuestra reflexión. Estaba realizando un acto profético. Todo lo que va a suceder no es sino una consecuencia de aquello que ya se nos había dicho en este mismo evangelio de san Juan. ‘Tanto amó Dios al mundo que no paró hasta entregarnos a su Hijo único’. Aquí no se está manifestando otra cosa que el amor infinito de Dios que nos entrega a su Hijo, que quiere nuestra salvación, que va a ofrecer su sangre, su vida por nosotros y por todos los hombres para el perdón de nuestros pecados.
Es lo que tenemos que tener muy claro en nuestra mente y en nuestro corazón, siempre en toda nuestra vida, pero de una manera especial en estos días especiales que vamos a vivir y en que vamos a celebrar la muerte de Jesús. Es la ofrenda del amor. Es la señal del amor más grande. Es lo que de verdad debe conmover nuestro espíritu y despertarnos a una vida nueva. Es lo que tiene que conducirnos a la Pascua para con Cristo morir y con Cristo resucitar a nueva vida. Dispongámonos a vivir con intensidad estos días.



viernes, 23 de marzo de 2018

Seamos positivos en la vida y aprovechemos todo lo bueno para siempre construir, hacer un mundo mejor


Seamos positivos en la vida y aprovechemos todo lo bueno para siempre construir, hacer un mundo mejor

Jeremías 20,10-13; Sal 17; Juan 10,31-42

Si mal se siente uno cuando hace algo bueno y no hay nadie que se lo agradezca ni lo valore por aquello del amor propio que todos tenemos y que nos surge de forma violenta muchas veces dentro de nosotros, cuando más si encima somos perseguidos o  maltratados por aquello bueno que hemos hecho y por aquellos mismos que han sido beneficiarios de nuestra bondad.
Un torbellino se nos forma en nuestro interior con tentación de muchas reacciones no siempre muy buenas; una reacción fácil sería tirar la toalla, es decir, no seguir comportándonos de esa manera buena haciendo el bien a los que nos rodean, además de otras muchas reacciones que nos pudieran surgir de rechazo, de malquerencia, de resentimiento y hasta de odio.
Casi lo veríamos natural el que reaccionáramos así, pero según la madurez y seguridad que tengamos en la vida también podemos tener otras reacciones. Si hay unos principios en nuestra vida que nos impulsan a hacer siempre el bien sin mirar a quien, como suele decirse, si lo que queremos es sembrar la semilla del amor para hacer que nuestro mundo sea mejor, seguiremos sembrando la buena semilla con la esperanza de que poco a poco todo se pueda ir transformando, o al menos en algunos corazones.
Si tenemos claras nuestras metas y lo que queremos hacer en la vida,  no nos importarán esos desplantes, desprecios o el que ignoren lo bueno que nosotros vayamos haciendo. Nos sentiremos seguros de nosotros mismos para seguir haciendo el bien. Creo que sería una cosa buena que tenemos que aprender a hacer, teniendo ese dominio de  nosotros mismos para no dejarnos influir por lo negativo que veamos a nuestro alrededor.
Me surge esta reflexión que así en lo humano tendría mucho de positivo en nuestra vida pero desde la reacción que contemplamos en el evangelio de los judíos en contra de Jesús – en varias ocasiones vemos que quieren prenderle, tirarle piedras, o tirarlo por un barranco incluso en su propio pueblo – y la queja por así decirlo que hoy Jesús manifiesta ante ese trato de sus gentes.
‘Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?’, les dice Jesús. Lo tratan de blasfemo porque dice que hace las obras de Dios y porque se manifiesta como Hijo del Padre. Ellos no lo entienden, pero es que sus ojos están cegados para no reconocer las obras de Jesús.
Cuidado nos pase a nosotros algo así en nuestra relación con Dios, la religión o el ser cristiano. Cuidado que sea esa una reacción que tengamos algunas veces contra la Iglesia a la que pertenecemos. No sabemos descubrir las obras de Dios, no sabemos reconocer la obra de gracia que Dios realiza en nosotros y que nos llega a través de la Iglesia, o también a través de los demás que nos hacen cosas buenas. Somos fáciles para juzgar y para condenar porque muchas veces nuestros ojos están tan turbios que todo lo ven negro o solo saben ver y valorar las cosas negativas, que como humanos, podamos tener en la vida.
Igual que nos gustaría que nos valoraran lo bueno que nosotros hacemos, sabiendo también que somos imperfectos muy humanos y muy dados al error porque todos podemos tener debilidades y fallos, aprendamos a valorar lo bueno que hay en los demás, o, en este caso que estamos refiriéndonos también, en la Iglesia. Seamos positivos en la vida y aprovechemos todo lo bueno para siempre construir, hacer un mundo mejor. Y sepamos también ser agradecidos.



jueves, 22 de marzo de 2018

Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre.


Escuchemos y pongamos toda nuestra fe en esa Palabra de Jesús porque escucharle es ponernos en camino para vivir una vida nueva que dura para siempre

Génesis 17,3-9; Sal 104; Juan 8,51-59

Una palabra es algo más que un sonido gutural que brota de nuestra garganta. Una palabra dice, trasmite algo, comunica lo que de otra manera no seriamos capaces de expresar. Una palabra expresa una idea, un pensamiento, un sentimiento quizá también, algo que llevamos en nuestro interior y que queremos comunicar, compartir, hacer participe a nuestro interlocutor.
Hay palabras y palabras. Cuántas veces cuando escuchamos una palabra sentimos un aliento de vida en nuestro interior que nos levanta; cómo una palabra también puede hundirnos y llevarnos a sentimientos oscuros y tristes. Depende de lo que queremos comunicar, de los sentimientos que haya en quien nos trasmite la palabra o en nosotros que la recibimos.
No todos recibimos la misma palabra de la misma manera. Una palabra puede ser un rayo luminoso que nos abra a nuevos horizontes y nos puede trasmitir un aliento de vida. Cuántos se han puesto a caminar nuevos caminos en su vida tras una palabra que un día recibieron. Pero también podemos sentirnos heridos por una palabra que nos viene desde la arrogancia, la prepotencia y el orgullo, o desde la violencia.
Adquieren tantos matices las palabras que escuchamos y que podemos decir. Muchas cosas nos podríamos decir sobre cómo escucharlas y muchas cosas tendríamos también que tener en cuenta a la hora de pronunciar una palabra. Ojalá lo que trasmitamos siempre sean palabras de vida, de aliento, de esperanza, de consuelo. Hay demasiadas palabras tristes en la vida, muchas palabras de amargura y de muerte.
Hoy Jesús nos dice que quien escuche su Palabra no sabrá lo que es morir para siempre. Significa eso que su Palabra siempre es Palabra de vida, y no para vivir de una forma cualquiera, porque El ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia, como se nos dirá en otro momento del evangelio. No entendieron o no quisieron entender los judíos lo que Jesús les decía. No creían en El. Es necesario creer en la Palabra, por algo ya desde el principio El nos dice que creamos en la Buena Noticia. La Palabra de Jesús es una Buena Noticia, una Buena Noticia para la vida.
Pero ya el evangelista al principio de su evangelio nos habla de la Palabra que estaba en dios desde toda la eternidad, la Palabra por la que fue hecho todo, la Palabra que era Luz y que era Vida. Pero también nos dice que hubo quien prefería las tinieblas a la luz; que la Luz quería brillar en medio de las tinieblas para iluminar a todo hombre, pero no la quisieron recibir. Pero también nos dice que a quienes la recibieron, quienes creyeron en la Palabra se llenaron de vida de tal manera que comenzaron a ser hijos de Dios.
Queremos recibir nosotros esa Palabra que es Luz y que es Vida. Queremos creer en esa Palabra dejándonos transformar por Ella para tener vida para siempre. Nos dice que quien cree en su Palabra no sabrá lo que es morir para siempre.
Jesús es esa Sabiduría de Dios, es la Palabra vida de Dios que se hizo hombre, que plantó su tienda entre nosotros, esa luz que nos ilumina, esa vida que nos resucita. Escuchemos y pongamos toda nuestra fe en esa Palabra de Jesús. No es un sonido cualquiera sino que es a Dios mismo que nos habla a quien vamos a escuchar. Sabemos que escucharle a El es ponernos en camino para vivir una vida nueva; escucharle a El es convertirnos también en trasmisores de esa Palabra para nuestros hermanos los hombres; escucharle a El es comulgar con El, comerle para tener vida para siempre y ser resucitados en el último día.



miércoles, 21 de marzo de 2018

Abramos nuestro espíritu a Jesús que llega a nuestra vida y nos hará libres de verdad y con El seremos capaces de superar todas esas cosas que nos atan en nuestro interior




Abramos nuestro espíritu a Jesús que llega a nuestra vida y nos hará libres de verdad y con El seremos capaces de superar todas esas cosas que nos atan en nuestro interior

Daniel 3, 14-20. 91-92. 95; Salmo: Dn 3; Juan 8, 31-42

Cuando hablamos o pensamos en libertades o esclavitudes nos es fácil retrotraernos a otros tiempos, tiempos oscuros de la historia en que la esclavitud de las personas se veía como algo normal y hasta por el color de la piel se le mermaba la dignidad de las personas porque por su piel eran considerados como de un rango inferior. Esos oscuros tiempos han pasado aunque rebrotan por distintos lugares del mundo nuevas esclavitudes en las que se sigue manipulando de mil maneras a las personas y no se tiene en cuenta su dignidad.
Pero reflexionando sobre todo ello seguramente podemos llegar a la conclusión que esa falta de libertad o la esclavitud puede estar presente hasta en nuestra propia vida, en nuestro interior y en nuestra manera de proceder. Cuantas cosas en nuestra vida moderna nos esclavizan, de cuantas cosas dependemos de manera que si nos faltan parece que no pudiéramos ser felices, de cuantas cosas nos sentimos atados y nuestra voluntad se ve enajenada. A lo grande pensamos en grandes vicios, y hablamos que si la droga, que si la bebida, que si el sexo nos crean ataduras y dependencias y nos lamentamos con tantos que vemos en nuestro entorno que arruinan su vida por esos caminos.
Pero aun así pienso que podemos seguir ahondando más porque en muchas ocasiones nos falta esa libertad interior para llegar a lograr eso noble y digno que deseamos, pero nos falta voluntad, vivimos pendientes de los demás y de qué dirán, nos sentimos sin fuerzas para afrontar dificultades y también caemos por esas pendientes que nos llevan a dependencias y a falta de verdadera libertad.
Nos sentimos tantas veces confundidos y ofuscados por ideas o verdades que otros tratan de imponernos; no nos sentimos seguros de nosotros mismos y en muchas ocasiones no tenemos las ideas claras sobre lo que deseamos o por lo que luchar; recibimos mil influencias de todos los que quieren vender sus mercancías con promesas de felicidad y ya no son las cosas materiales sino esos distintos planteamientos o maneras de entender de la vida que cuando nos faltan unos principios de fondo en nuestra vida nos hacen dudar, nos llenan de confusiones, y no sabemos que camino tomar dejándonos llevar por el primero que aparezca o por el que nos parezca más fácil y menos costoso. ¿Estaremos siendo libres de verdad?
Yo simplemente ahora os ofrezco las palabras de Jesús que nos invita a seguir su camino y que quiere hacernos libres con la libertad mejor para nuestras vidas. Forma parte de mi fe y es lo que os ofrezco. ‘Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’. Jesús nos ofrece su Palabra y su salvación. El nos dirá que es el Camino, y la Verdad, y la Vida. Nos señala que viéndole a El, siguiéndole a El iremos al Padre, conoceremos al Padre. Y ahora nos dice que con su verdad seremos libres.
Algunos no lo entienden, como no lo entendieron en su tiempo y vemos en el texto del evangelio de hoy que los judíos se lo discuten. Pero si en verdad nos convirtiéramos a esa Buena Nueva que nos anuncia y dejáramos que nuestro corazón se transforme entraríamos en esos caminos de felicidad que El nos ofrece. No dejemos que nunca el pecado y el mal dominen en nuestra vida. Cada uno conoce muy bien las ataduras que tiene en su interior.
Abramos nuestro espíritu a Jesús que llega a nuestra vida y nos hará libres de verdad. Con El seremos capaces de superar todas esas cosas que nos atan en nuestro interior, desde nuestros malos sentimientos como nuestras pasiones que nos desbordan; pongamos la pureza de Jesús en nuestro corazón y dejemos conducir por su gracia. El Espíritu de Jesús llenará nuestras vidas y nos hará libres de verdad.



martes, 20 de marzo de 2018

Sabemos de quien nos fiamos, en quien confiamos, cuales son los brazos de amor que nos está acogiendo y miramos al que está levantado en lo alto y ponemos toda nuestra fe en El


Sabemos de quien nos fiamos, en quien confiamos, cuales son los brazos de amor que nos está acogiendo y miramos al que está levantado en lo alto y ponemos toda nuestra fe en El

Números 21,4-9; Sal 101; Juan 8,21-30

‘Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada’.
La imagen del Hijo del Hombre levantado en lo alto se repite varias veces en labios de Jesús en el evangelio de san Juan. Ya había dicho que igual que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto así tendrá que ser levantado el Hijo del Hombre para encuentro la salvación quien crea en El. En otros momentos nos dirá que levantado en lo alto atraerá a todos hacia El. Ahora nos dice que conoceremos realmente quien es El.
El centurión dirá cuando acabe todo aquello que se había convertido en espectáculo para mucho que aquel hombre que había muerto en la cruz era inocente, era un hombre justo. Aunque pagano se le abrían los ojos a la fe. Pero ya sabemos como otros le desafiaban diciéndole que si era en verdad el Hijo de Dios que se bajara de la cruz para creer en El o ese Dios a quien llamaba su Padre lo salvara de aquel tormento.
Pero Jesús no se bajó de la cruz. Allí permaneció hasta entregar su ultimo suspiro poniendo su espíritu es manos de Dios. Es cierto que en Getsemaní había gritado al Padre para que pasara de él aquel cáliz tan duro de beber, pero por encima había prevalecido lo que era su deseo que era cumplir la voluntad del Padre. ‘No se haga mi voluntad sino la tuya’, clamaba allá en el huerto. Ya El había dicho que su alimento era hacer la voluntad del Padre y ansiosamente había deseado que llegara la hora de su glorificación que era la hora de su entrega de amor y de su muerte en la cruz.
‘No hago nada por mi cuenta, sino que hablo lo que el Padre me ha enseñado’, nos dice hoy. Por eso su confianza y aunque grite en la cruz ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’ recogiendo el lamento de todos los que sufren y sus vidas se llenan de negruras y amarguras, continuando con ese mismo salmo que había iniciado allí en la cruz, en Dios ponía toda su confianza. ‘El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada’.
¿Será esa también nuestra confianza? ¿Así deseamos nosotros cumplir siempre la voluntad del Padre, aunque muchas veces se nos haga difícil y cuesta arriba el camino? Quizá también haya veces en el camino de la vida que  no quisiéramos que fuera tan oscuro o tan tortuoso. Se nos vuelve oscuro cuando somos tan autosuficientes que queremos hacer el camino a nuestro aire y llega un momento que no sabemos por donde vamos; se nos hace oscuro y tortuoso por no decir también tormentoso cuando nos aparecen las dificultades, los contratiempos, y cuando tenemos que caminar en medio del dolor y el sufrimiento.
Queremos también gritar ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’, pero tenemos que aprender a hacerlo como lo hizo Jesús en la cruz. Sabía que estaba en las manos del Padre, tenemos que aprender nosotros también de una vez por todas a confiar porque estamos en las manos del Padre y El no nos abandona a pesar de las oscuridades por las que pasemos en la vida.
Sabemos de quien nos fiamos, en quien confiamos, cuales son los brazos de amor que nos está acogiendo, que sentimos sobre los hombros de nuestra alta para alentarnos, y nos van llevando, nos van empujando suavemente para que nos perdamos el norte en el camino. Miramos al que está levantado en lo alto y ponemos toda nuestra fe en El.




lunes, 19 de marzo de 2018

Podrá aparecernos la figura de san José medio oculto entre una montaña de papeles de regalo pero con su silencio nos está dando un hermosa lección de espiritualidad



Podrá aparecernos la figura de san José medio oculto entre una montaña de papeles de regalo pero con su silencio nos está dando un hermosa lección de espiritualidad

2Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal 88; Romanos 4, 13. 16-18. 22; Mateo 1, 16. 18-21. 24a

A pesar de que todos sabemos muy bien que el día 19 de marzo es día de san José sin embargo hemos de reconocer que san José se nos pase un tanto desapercibido en este día. Son tantas las cosas de las que lo hemos rodeado que casi se quedará oculto en medio de tantas fiestas, aunque realmente esto era lo que él siempre quería.
Ahora serán otras las motivaciones, porque fiestas de fallas por un lado que con sus estruendos y fogonazos al final nos tenemos que preguntar que donde está escondido san José, o por otra parte que si el día del padre y sus regalos con lo que quedará enterrado quizá en medio de montañas de papel regalo u oculto detrás de cualquiera de todas esas cosas que con nuestro consumismo queremos en cierto modo empantanar esta fiesta y celebración. Acaso por aquello de la liturgia cuaresmal en la cercanía de la Pascua podemos encontrar un motivo más de ocultamiento. Detrás de todo eso ¿quien se va a fijar en San José?
Ya él pasa casi de puntillas por las páginas del evangelio y no le escucharemos pronunciar ni una sola palabra. Hombre bueno, nos dice el evangelio de él, lo vemos desposado con María y en medio de un mar de dudas y de problemas. Pero decirnos que es un hombre bueno y eso nos está diciendo muchas cosas de él que él  mismo no expresará con palabras sino con sus gestos y su manera de actuar.
Podremos admirarnos de su fe, porque siempre quería leer las señales de Dios en cuanto le acontecía y que tanto iba complicando su vida; podemos admirarnos de su equilibrio y serenidad afrontando problemas, tratando de resolver dudas o queriendo ir resolviendo cosas con la más absoluta discreción. Decide abandonar a María en secreto porque no entiende lo que sucede, pero a nadie quiere hacer daño.
Pero yo diría también que es el hombre del silencio. Ya hemos dicho que no le escuchamos pronunciar palabra. Es el silencio del hombre reflexivo que se piensa las cosas; es el silencio de quien sabe darle profundidad a su vida buscando las más profundas razones y queriendo encontrar las mejores soluciones que a nadie dañen. Es el silencio que nos manifiesta una espiritualidad grande porque nos está descubriendo a un hombre verdaderamente abierto a Dios y que si una palabra sabe decir es decir si a Dios en todo aquello que le va aconteciendo.
El hombre de profundas reflexiones y de espiritualidad grande no lo veremos nunca en medio de grandes gritos, sino que serán sus gestos los que hablen, las actitudes con las que se enfrenta a la vida las que nos hablen de esa reflexión y de esa espiritualidad. Es lo que contemplamos en José. El hombre que sabe decir Si a Dios en todo  momento, porque en todo momento estará abierto a lo que Dios le dice en su corazón; pero para escuchar lo que Dios nos dice en nuestro corazón no necesitamos gritos sino silencio porque es la mejor manera de encontrar la serenidad y la paz.
Hoy en la vida todo lo queremos hacer o manifestar con gritos y con palabras. Pero bien sabemos como muchas veces esas palabras saldrán airadas de nuestros labios que quizás puedan ocultar la soberbia del corazón. Apabullamos a los que están a nuestro lado con tanta palabra, hacemos que se pierda la verdadera sensibilidad de nuestro espíritu en medio de nuestros gritos violentos, y así nunca podremos sintonizar a Dios.
En el silencio lo escuchamos mejor y en el silencio de nuestra reflexión sentiremos la inspiración de Dios que no está invitando a cosas grandes, cosas grandes que sabremos hacer desde el silencio pero con la firmeza de quien está seguro de lo que Dios le pide y la misión que le confía.
Hermosa es la lección que en el silencio nos está dando san José en este día de su fiesta aunque parezca que pueda pasar desapercibido. Nunca san José pasó desapercibido por los grandes santos y los grandes maestros de nuestra espiritualidad. En san José encontraron el mejor aliado para aprender a saborear esa sabiduría de Dios.



domingo, 18 de marzo de 2018

Lo gloria del Señor se va a manifestar cuando Jesús sea levantado en lo alto porque la gloria verdadera está en el amor, y la cruz es la prueba más sublime del amor



Lo gloria del Señor se va a manifestar cuando Jesús sea levantado en lo alto porque la gloria verdadera está en el amor y la cruz es la prueba más sublime del amor

Jeremías 31, 31-34; Sal 50; Hebreos 55 7-9; Juan 12, 20-33

El grano de trigo no es para conservarlo permanentemente sin sacar ninguna utilidad de él; seria un grano infecundo que ni produciría una planta germinadora de nuevos frutos sin podríamos hacer de él blanca harina con la que confeccionaríamos sabroso pan que nos serviría de alimento. El trigo o lo plantamos en la tierra para que germinando, es cierto, desaparezca pero que hará surgir una nueva planta en la que se multiplicarían los granos en abundante cosecha, o lo trituramos en el molino para hacer la harina con la que confeccionar el pan de nuestro alimento.
Y hoy Jesús nos dice que El es ese grano de trigo que se tritura, que se entierra en lo hondo de la tierra, que es una manera de morir, para ser verdadero germen de vida que de fruto en nosotros. Es la prueba y es el signo del amor. Porque quien ama se entrega, se gasta y se desgasta por aquellos a los que ama. Porque amar no es buscar satisfacciones egoístas sino es volcarse por el amado. Y ya nos dirá Jesús que no hay amor más grande que el de aquel que es capaz de morir por el amado. No es el heroísmo casual de un momento, sino es el heroísmo del amar día a día dándose totalmente por los demás.
Y hoy Jesús nos dice que esa es su gloria. Llega la hora en que será glorificado el Hijo del hombre. Cuando escuchamos palabras así en nuestras interpretaciones humanas pensamos en la gloria de los triunfos, de las riquezas, de los honores o del poder. Pero la gloria del Señor se manifestará en todo su esplendor en lo que para los ojos del mundo pudiera parecer una contradicción o una paradoja. Lo gloria del Señor se va a manifestar cuando sea levantado en lo alto, y está anunciando y refiriéndose a la cruz. Porque la gloria verdadera está en el amor, y la cruz es la prueba más sublime del amor.
No se oculta, sin embargo, que son momentos duros y difíciles. Lo que nos expresa aquí el evangelio de Juan tiene su paralelismo en lo que nos narran los sinópticos que fue la agonía de Getsemaní. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre’. También aquí sentirá Jesús el consuelo del Padre en la voz que se escucha desde el cielo. ‘Lo he glorificado y volveré a glorificarlo’. Como el ángel de Getsemaní.
Momentos tensos pero momentos de gloria. Igual que nos narran los otros evangelistas la gloria del Tabor en la que se escucha desde el cielo la voz que le señala como el Hijo amado de Dios, ahora en las vísperas de la pasión, cuando ya estamos a punto de entrar en la semana de la pasión escuchamos nosotros también esta Palabra que nos hace mirar a lo alto para que también contemplemos la gloria del Señor. Necesitamos  no olvidar que a quien vamos a contemplar subir hasta lo alto de la cruz en el Calvario es nuestro Salvador y nuestro Redentor. Que acogiendo nosotros esa salvación que nos ofrece Jesús veremos en verdad la gloria del Señor.
Son las buenas actitudes con las que hemos de disponernos a vivir estos días que nos conducen a la Pascua. No podemos ser unos meros espectadores como muchos en las calles de Jerusalén que vieron pasar aquel cortejo y acaso simplemente les surgió una lágrima de compasión por aquellos condenados que iban al cadalso. Es algo más y alto distinto lo que nosotros tenemos que sentir porque tenemos que meternos de lleno en la Pascua de Jesús viviéndola en nosotros. Es la apertura a la gracia, es la disponibilidad de nuestro corazón a convertirnos de verdad al Señor, es el compromiso del amor para aprender a vivir un amor como el de Jesús, es el deseo de sentirnos transformados en esta Pascua para renacer con nueva vida con Cristo resucitado en la mañana de Pascua.
Pero yo diría que hay algo más. Es que tenemos que ser unos testigos de esa salvación, de esa vida nueva que en Jesús encontramos para también comunicarlo, llevarlo a los demás, o llevar a los demás al encuentro con Jesús. Hay un detalle hoy en el evangelio que no hemos dejar pasar desapercibido.
Ha comenzado el relato del evangelio de hoy diciéndonos que unos griegos fueron a decirle a Felipe que querían conocer a Jesús. Felipe cuenta con Andrés y ambos llevan a aquellos hombres hasta Jesús. En el mundo que nos rodea, y es ese mundo de nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, habrá muchos que quizá están también con ese deseo de conocer a Jesús pero no hay nadie que los lleve hasta Jesús, nadie que les hable de Jesús.
Y ahí está nuestra tarea y nuestro compromiso, ahí está el testimonio que nosotros también hemos de dar. ¿Nuestra vida es realmente un signo que les hable a los demás de Jesús? Nos quejamos tantas veces que la gente ha perdido la fe, que ya la gente no es tan religiosa como antes, que muchos se han apartado de la Iglesia, de la religión, de la fe. Y nosotros, ¿qué hacemos? ¿Qué signos somos para los demás? ¿Cómo les hablamos de Jesús o como hablamos a Jesús de ellos intercediendo para que a ellos llegue también la gracia del Señor? Puede ser un interrogante fuerte que se nos plantee en nuestra conciencia.