lunes, 19 de marzo de 2018

Podrá aparecernos la figura de san José medio oculto entre una montaña de papeles de regalo pero con su silencio nos está dando un hermosa lección de espiritualidad



Podrá aparecernos la figura de san José medio oculto entre una montaña de papeles de regalo pero con su silencio nos está dando un hermosa lección de espiritualidad

2Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16; Sal 88; Romanos 4, 13. 16-18. 22; Mateo 1, 16. 18-21. 24a

A pesar de que todos sabemos muy bien que el día 19 de marzo es día de san José sin embargo hemos de reconocer que san José se nos pase un tanto desapercibido en este día. Son tantas las cosas de las que lo hemos rodeado que casi se quedará oculto en medio de tantas fiestas, aunque realmente esto era lo que él siempre quería.
Ahora serán otras las motivaciones, porque fiestas de fallas por un lado que con sus estruendos y fogonazos al final nos tenemos que preguntar que donde está escondido san José, o por otra parte que si el día del padre y sus regalos con lo que quedará enterrado quizá en medio de montañas de papel regalo u oculto detrás de cualquiera de todas esas cosas que con nuestro consumismo queremos en cierto modo empantanar esta fiesta y celebración. Acaso por aquello de la liturgia cuaresmal en la cercanía de la Pascua podemos encontrar un motivo más de ocultamiento. Detrás de todo eso ¿quien se va a fijar en San José?
Ya él pasa casi de puntillas por las páginas del evangelio y no le escucharemos pronunciar ni una sola palabra. Hombre bueno, nos dice el evangelio de él, lo vemos desposado con María y en medio de un mar de dudas y de problemas. Pero decirnos que es un hombre bueno y eso nos está diciendo muchas cosas de él que él  mismo no expresará con palabras sino con sus gestos y su manera de actuar.
Podremos admirarnos de su fe, porque siempre quería leer las señales de Dios en cuanto le acontecía y que tanto iba complicando su vida; podemos admirarnos de su equilibrio y serenidad afrontando problemas, tratando de resolver dudas o queriendo ir resolviendo cosas con la más absoluta discreción. Decide abandonar a María en secreto porque no entiende lo que sucede, pero a nadie quiere hacer daño.
Pero yo diría también que es el hombre del silencio. Ya hemos dicho que no le escuchamos pronunciar palabra. Es el silencio del hombre reflexivo que se piensa las cosas; es el silencio de quien sabe darle profundidad a su vida buscando las más profundas razones y queriendo encontrar las mejores soluciones que a nadie dañen. Es el silencio que nos manifiesta una espiritualidad grande porque nos está descubriendo a un hombre verdaderamente abierto a Dios y que si una palabra sabe decir es decir si a Dios en todo aquello que le va aconteciendo.
El hombre de profundas reflexiones y de espiritualidad grande no lo veremos nunca en medio de grandes gritos, sino que serán sus gestos los que hablen, las actitudes con las que se enfrenta a la vida las que nos hablen de esa reflexión y de esa espiritualidad. Es lo que contemplamos en José. El hombre que sabe decir Si a Dios en todo  momento, porque en todo momento estará abierto a lo que Dios le dice en su corazón; pero para escuchar lo que Dios nos dice en nuestro corazón no necesitamos gritos sino silencio porque es la mejor manera de encontrar la serenidad y la paz.
Hoy en la vida todo lo queremos hacer o manifestar con gritos y con palabras. Pero bien sabemos como muchas veces esas palabras saldrán airadas de nuestros labios que quizás puedan ocultar la soberbia del corazón. Apabullamos a los que están a nuestro lado con tanta palabra, hacemos que se pierda la verdadera sensibilidad de nuestro espíritu en medio de nuestros gritos violentos, y así nunca podremos sintonizar a Dios.
En el silencio lo escuchamos mejor y en el silencio de nuestra reflexión sentiremos la inspiración de Dios que no está invitando a cosas grandes, cosas grandes que sabremos hacer desde el silencio pero con la firmeza de quien está seguro de lo que Dios le pide y la misión que le confía.
Hermosa es la lección que en el silencio nos está dando san José en este día de su fiesta aunque parezca que pueda pasar desapercibido. Nunca san José pasó desapercibido por los grandes santos y los grandes maestros de nuestra espiritualidad. En san José encontraron el mejor aliado para aprender a saborear esa sabiduría de Dios.



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