domingo, 18 de noviembre de 2018

Y no estamos solos, ni hemos de perder la esperanza ni llenarnos de angustia o de zozobra, porque sabemos bien que podemos hacer ese mundo nuevo y ese cielo nuevo




Y no estamos solos, ni hemos de perder la esperanza ni llenarnos de angustia o de zozobra, porque sabemos bien que podemos hacer ese mundo nuevo y ese cielo nuevo

Daniel 12, 1-3; Sal. 15; Hebreos 10, 11-14. 18; Marcos 13, 24-32

La incertidumbre del final parece que es algo que no nos podemos quitar de encima. Mil imaginaciones llenan nuestra mente y fácilmente afloran miedos y temores ante lo que pueda ser el final de la historia, del mundo conocido o de todo el universo.
Las catástrofes naturales que azotan nuestro planeta tierra casi de una manera cíclica, los anuncios del cambio climático con mil calamidades que se avecinan sin que podamos determinar los tiempos, las noticias que nos llegan de agujeros negros que se acercan a nuestra galaxia como hemos escuchado recientemente, o la misma destrucción que el hombre va realizando de la naturaleza hacen surgir agoreros de malas noticias que parece que lo dan todo por irremediable y el fin se acerca.
Y de esto hay mucha gente que se aprovecha y aparecen los profetas de calamidades que nos anuncian y hasta nos ponen fechas para ese fin del mundo. Los que somos mayores muchas veces hemos oído anuncios de este tipo aprovechado por ciertos sectores incluso religiosos más alarmistas.
Este mismo texto del evangelio que en este domingo se  nos ofrece da pie a interpretaciones radicales que nos pueden llenar de alarmismos y no es eso lo que Jesús quiere trasmitirnos con sus palabras. Los últimos tiempos de Antiguo Testamento estuvieron marcados por anuncios apocalípticos que no siempre se supieron o se saben interpretar y eso era algo que estaba latente también entre los judíos en los tiempos de Jesús. Es la época de los profetas con más sentido apocalíptico como Daniel a quien  hoy escuchamos.
Es por lo que surgen las preguntas que le hacen a Jesús sus discípulos. No responde Jesús a esas alarmas apocalípticas aunque los discípulos hacen interpretación de las palabras de Jesús para entender también los tiempos difíciles que se Vivian entre los cristianos en el momento en que se redactan los evangelios. Y eso se va a reflejar en el texto evangélico.
Jesús quiere, si, ponernos en alerta, pero es una vigilancia llena de esperanza. En las palabras que hoy le escuchamos pretende ayudarnos a aprender a leer los signos de los tiempos y sepamos descubrir lo que en cada momento de la historia Dios nos está pidiendo. Nos habla de la parábola de la higuera, cada año cuando se acerca la primavera las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas anuncio de una nueva floración y de unos nuevos frutos.
En cada momento de la historia, y el que vivimos no es ajeno a ello, se viven momentos difíciles de un signo o de otro; podemos pensar en las catástrofes naturales pero no hemos de quedarnos en eso, sino que mas bien tenemos que pensar en la situación en que vivimos los hombres, en que vive nuestra sociedad muchas veces muy llenas de confusión. Nos atormenta quizás en muchos momentos esos momentos difíciles que pueda vivir una sociedad desorientada y que parece que va a la deriva, como nos preocupa la situación que podamos estar pasando los que tenemos fe y vemos como el hecho religioso se ve zarandeado de mil maneras por muchos en la sociedad. ¿Qué hacer? ¿Cómo responder? ¿Cuál tiene que ser nuestra manera de actuar?
En los tiempos en que los evangelistas nos trasladaron las palabras de Jesús comenzaban las persecuciones contra los cristianos y a eso querían responder con las palabras de Jesús para que no se perdiera nunca la esperanza y se tuviera siempre la certeza del Señor que viene como Señor de la historia y será nuestra fortaleza para la salvación del mundo. El libro del Apocalipsis de Juan es una buena imagen de lo que estoy diciendo.
Ahora también en el tiempo presente tenemos que saber leer e interpretar los signos de los tiempos. Ahora también tenemos que escuchar esas palabras de Jesús que nos llenan de esperanza. Son palabras con un lenguaje especial pero que nos hablan de esa venida del Señor a nuestra vida y a nuestra historia y donde creemos que podemos transformar nuestro mundo y hacer un mundo mejor. Parece que todo se tambalea como si el sol y el universo entero perdiera sus cimientos, pero ‘entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte’.
No nos quedemos en las imágenes asombrosas de nubes sobre las que aparece el Señor y de Ángeles que lo acompañan; son imágenes que nos hablan de esa presencia misteriosa pero maravillosa a la vez del Señor en nuestra vida, en nuestra historia y en nuestro mundo. A nosotros nos envió y nos confió el mensaje que habíamos de trasmitir porque su salvación es para todos los hombres y de todos los tiempos. Sentiremos, pues, la presencia del Señor en nuestra vida, porque ya nos dijo que estaría siempre con nosotros hasta el final de los tiempos, pero  nosotros hemos de ser esas señales, esos signos vivos de su presencia también en nuestro mundo.
Y no estamos solos, y  no hemos de perder la esperanza ni llenarnos de angustia o de zozobra, no nos puede faltar la paz en el corazón porque sabemos bien que podemos hacer ese mundo nuevo y ese cielo nuevo. Somos constructores de esa nueva humanidad, y cada uno de nosotros ha de ser semilla que se plante en ese mundo y lo haga fructificar. Somos levadura en esa masa, somos la sal que ha de dar ese sabor nuevo, somos la luz que hemos de llevar reflejando la luz de Cristo para eliminar y destruir toda tiniebla.
Es lo que nos ha confiado Jesús, es lo que nos ha venido diciendo a lo largo de todo el evangelio, es la misión que nosotros tenemos que realizar.


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