lunes, 19 de noviembre de 2018

Señor que yo pueda ver, le pedimos a Jesús descubriendo cuantas cegueras hay en nuestra vida de las que nos libera nuestra fe en Jesús



Señor que yo pueda ver, le pedimos a Jesús descubriendo cuantas cegueras hay en nuestra vida de las que nos libera nuestra fe en Jesús

Apocalipsis 1,1-4; 2, 1-5ª; Sal 1; Lucas 18,35-43

‘¿Qué quieres que haga por ti?’ Es la pregunta de Jesús a aquel hombre que gritaba al borde del camino. Había escuchado a un grupo que pasaba donde él pedía limosna. Era el camino que atravesando Jericó subía desde el valle del Jordán a Jerusalén. Muchos peregrinos de Galilea utilizaban aquel camino bajando por el valle del Jordán y subiendo desde Jericó hasta Jerusalén para evitar el paso por Samaria donde no eran bien recibidos. El camino que ahora estaba haciendo Jesús. Era lo que le habían anunciado porque en su ceguera no podía conocer a los que por allí pasaban.
‘¿Qué quieres que haga por ti?’ le había preguntado Jesús, y aunque él estaba allí para pedir limosna en su pobreza, no fue eso lo que ahora pidió. Era pobre porque era ciego y no podía valerse por si mismo. Si recobraba la vista – y había escuchado que aquel profeta de Galilea hacia milagros y devolvía la vista a los ciegos – podría valerse por si mismo. Y eso era lo importante porque era recobrar su dignidad y honradamente con su trabajo valerse por si mismo.
‘¿Qué quieres que haga por ti?’ nos está preguntando a nosotros hoy cuando escuchamos este evangelio. Porque es la pregunta que Jesús nos hace. El evangelio es una Palabra viva y no es simplemente un libro que nos cuente historias pasadas. Si nos quedáramos en eso seríamos como aquel ciego del camino, porque también habría ceguera no ya en nuestros ojos corporales, sino lo que es peor en nuestro espíritu.
A esa pregunta de Jesús podríamos tener muchas respuestas, muchas peticiones. Repasemos lo que ha sido muchas veces el motivo de nuestra oración. Fácilmente nos quedamos en pobrezas materiales que podamos estar sufriendo, en necesidades de cosas para nosotros o para los más cercanos a nosotros. Aquel hombre no busco solo algo material como fuera la limosna que necesita incluso para comer. Estaba por medio la integridad de su persona, en la dignidad que podría vivir si recuperaba la vista de sus ojos.
¿No habrá cegueras en nosotros que nos impidan vivir dignamente? ¿No habrá cegueras que no nos dejen ver los verdaderos valores que necesitamos en la vida? ¿No habrá cegueras que nos lleven a no respetar a los demás, a todos, en su dignidad? ¿No habrá cegueras que nos impidan ver los valores que hay en las otras personas para no dejarnos llevar por prejuicios? ¿No habrá una ceguera que nos encierre en nosotros mismos y nos haga insolidarios con los otros? ¿No nos cegaremos tantas veces en un materialismo que nos paraliza, o un hedonismo de la vida con lo que por lo único que nos preocupamos es por pasarlo nosotros bien?
Habrá quizás muchas cosas que poner en orden en nuestra vida y que nos haga elevarnos por encima de esos materialismos para poner otras metas más espirituales en nosotros. Nos cerramos tanto en nosotros mismos, queriendo que todo circulo en derredor de nosotros como en un circulo cerrado que quizá no dejamos lugar para Dios.
‘Señor, que pueda ver’, le pidió el ciego de Jericó. ¿Será esa también nuestra oración? Que sepamos descubrir nuestras cegueras; que descubramos la luz que nos viene de Jesús; que seamos capaces de vivir en la nueva dignidad que desde Jesús dará plenitud  a nuestra vida.

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