viernes, 12 de octubre de 2018

María sea ese Pilar que nos fortalece en nuestra fe y nos alienta en la tarea de la Nueva Evangelización

María sea ese Pilar que nos fortalece en nuestra fe y nos alienta en la tarea de la Nueva Evangelización

1Crónicas 15,3-4. 15-16; 16, 1-2; Sal 26;  Lucas 11,27-28

Una tradición casi legendaria nos habla de la presencia de María junto al apóstol Santiago en la tarea de la evangelización de nuestra tierra española. Allí en la antigua Cesareagusta, hoy Zaragoza, junto al río Ebro quedó como señal aquel Pilar de la fortaleza que por la fuerza del Espíritu y con la presencia de María a nuestro lado ha de anunciarse y mantenerse la fe cristiana en nuestra tierra y en el mundo.
Así nació desde los tiempos más inmemoriales la devoción a María, que como un signo en su pequeña imagen sobre el Pilar, nos ayuda a mantener con fortaleza nuestra fe, a proclamarla con perseverancia y a expresarla en los mejores signos del amor. Hoy 12 de octubre es para nosotros la fiesta de la Virgen del Pilar. Ha sido así a través de los siglos y hoy seguimos invocando con amor a nuestra Madre, porque ella como Madre ha estado y está siempre a nuestro lado ayudándonos a preservar nuestra fe frente a tantos peligros que la acechan y es un espejo en el que mirarnos para descubrir en todo momento cuales son los caminos de Jesús.
A través de los tiempos y con el paso de los siglos muchos han sido los momentos duros como nos refleja la historia en que nos hemos visto convulsionados en nuestra fe, momentos también de persecución y hasta de martirio, momentos oscuros en que nos hemos visto envueltos por la indiferencia de tantos en lo que atañe a la fe que a todos  nos debilita, igualmente que momentos floridos en que ha resplandecido la fe y la santidad de tantos que nos han precedido o también, por qué no pensarlo, están a nuestro lado y son un estimulo fuerte en ese camino de la vivencia de nuestra propia fe.
Y María ha estado ahí siempre como un faro de luz que nos guía en nuestro camino para que vayamos siempre hasta Jesús, para que no nos acobardemos en nuestra debilidad o en esos momentos difíciles en que se pueda poner a prueba nuestra fe. Sentir la presencia de María nos da fortaleza en nuestro camino, nos da seguridad frente a los peligros que tenemos que afrontar, sentimos su aliento de madre junto a nosotros que nos da esperanza.
Y eso hoy, en los tiempos en que vivimos que no son mejores ni peores que otros tiempos de la historia, queremos sentirlo una vez más con la presencia de María. A ella acudimos como a una Madre, porque así nos la dejó Jesús, en ella nos refugiamos, pero no para escondernos frente a aquellos que nos puedan hacer oposición sino para salir más fortalecidos en esa tarea de anuncio del evangelio que en estos nuevos tiempos con valentía tenemos que hacer.
Hoy la Iglesia, aparte de otras muchas cosas que la convulsionan, esté comprometida en la tarea de una nueva evangelización. Y no es solo pensando en lejanos lugares donde por primera vez haya de anunciarse el nombre de Jesús, sino que es en nuestra tierra, en aquellos que nos rodean y con quienes convivimos donde tenemos que realizar esa tarea.
Hay en muchos lugares momentos de un reflorecimiento del fervor religioso, nuestro pueblo a pesar de tantas cosas que tiene en contra se dice cristiano y religioso y en alguna cosa y en algunos momentos lo manifiesta, sobre todo cuando es en actos en torno a María, pero bien sabemos que nuestra sociedad está bien lejana en muchos aspectos del sentido del evangelio, aunque también aparecen buenos brotes de semillas que no están lejos del Reino de Dios.
Y es ahí donde tenemos que evangelizar; es ahí donde queremos sentir de manera especial esa presencia de María, que a través de sus distintas imágenes en la devoción sana de nuestros pueblos, aun hace que se mantenga un rescoldo de fe. Es lo que tenemos que avivar con la fuerza del Espíritu, con la presencia de María, para que en verdad nuestros corazones y nuestras gentes se abran de nuevo al mensaje del evangelio.
Que María sea ese Pilar que nos fortalezca en nuestra fe; hoy la invocamos en la Advocación del Pilar que une en torno a si a todas las naciones hispanas del Nuevo Mundo; hoy en nuestra tierra tinerfeña la contemplamos peregrina en su imagen bendita de Candelaria en los caminos de la nueva evangelización en esa visita que en estos momentos está haciendo a nuestra zona metropolitana; o Virgen de Guadalupe en otra de nuestras islas, La Gomera, en su bajada al encuentro con sus hijos realizada en estos días; y así en tantas y tantas otras advocaciones de nuestra devoción. Amemos a María y con ella vayamos siempre hasta Jesús.

 

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