domingo, 16 de septiembre de 2018

Hay preguntas cuya respuesta nos compromete como la que nos plantea hoy Jesús en el evangelio ‘vosotros, ¿quién decís que soy yo?’


Hay preguntas cuya respuesta nos compromete como la que nos plantea hoy Jesús en el evangelio ‘vosotros, ¿quién decís que soy yo?’

Isaías 50, 5-10; Sal. 114; Santiago 2, 14-18;  Marcos 8, 27-35

Supongamos que la pregunta es para que nos la hagamos a nosotros mismos, ¿quién soy yo? Dicen que la mayor sabiduría está en conocerse a uno mismo. Tarea que no es fácil, porque incluso decimos que nos conocemos y nos es difícil dar una definición de nosotros mismos; a lo más nos ponemos a decir cosas sueltas y aisladas con lo que al final no terminamos de dar una definición de nosotros mismos.
Como decíamos de may arranca la sabiduría de nuestra vida, porque es saber quienes somos, pero saber de nuestras metas y de nuestras ilusiones, como saber de las limitaciones que tenemos que superar y que nos ayuden a esa necesaria madurez de nuestra vida. Es importante saber quien soy. Una pregunta y una respuesta comprometida.
Pero si hemos hecho ese supuesto para iniciar nuestra reflexión es por la importancia que tiene la pregunta que Jesús hace a sus discípulos. ¿Quién dice la gente que soy yo?’ pero que tras la respuesta inicial recogiendo la opinión de la gente - ¿una encuesta como se hace hoy para saber la valoración que tenemos de nuestros personajes públicos, como estamos acostumbrados hoy a ver en nuestra sociedad? – la pregunta se revierte buscando una respuesta más personal de aquellos que están más cerca de Jesús. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’
Ya en distintos momentos a lo largo del evangelio vemos la sorpresa de la gente, las alabanzas en que prorrumpen cuando le ven realizar los signos que realiza, la admiración por sus palabras y por su sabiduría, aunque al mismo tiempo vamos viendo también cómo hay quien le rechaza, le hace oposición y veremos al final que incluso le llevan a la muerte. ‘Nadie ha hablado igual… la mano de Dios está con El… un gran profeta ha aparecido entre nosotros… ¿de donde saca esa sabiduría?...’ son algunas cosas que vamos escuchando a lo largo del evangelio.
Ahora ante la pregunta de Jesús los discípulos dirán que algunos le tienen como un profeta, un gran profeta como fue Elías, o que algunos piensan que es algo así como una reencarnación de Juan Bautista a quien no hace poco Herodes ha decapitado. Admiten la admiración de las gentes pero no todos lo tienen claro. Por eso la pregunta de Jesús va directa a los discípulos más cercanos, a aquellos que ha elegido como sus apóstoles, sus enviados, aquellos que más frecuentemente están con El y escuchan incluso en particular las explicaciones del Maestro.
Como suele suceder ante preguntas comprometidas pienso que se haría silencio en torno a Jesús porque cada uno estaría buscando en su interior respuesta o las palabras apropiadas para expresar lo que sienten por Jesús. Será el impulsivo Pedro el que se adelante a todos como tantas veces para hacer una afirmación rotunda que es todo un acto de fe. ‘Tú eres el Mesías’. Los otros evangelistas al narrarnos el episodio ampliarán las palabras de Pedro, proclamándolo como ‘el Hijo del Dios vivo’. Marcos es más escueto.
Pero la respuesta es comprometida. Como se nos dirá en el evangelio de Mateo Pedro ha sido capaz de hacer esa afirmación de fe, no por si mismo, sino porque ha sentido la revelación de Dios Padre en su corazón. En el evangelio de Marcos, que hoy estamos contemplando la respuesta comprometida de Pedro a proclamarlo el Mesías tendrá una reacción por parte de Jesús prohibiéndoles que eso se lo digan a la gente. En la concepción del Mesías que había entre las gentes, con los resentimientos nacionalistas que Vivian entonces bajo el dominio de Roma y con los distintos movimientos rebeldes que aparecían por un lado y por otro, el reconocer que Jesús era el Mesías podía llevarles por caminos que no eran precisamente lo que Jesús quería cuando anunciaba la llegada del Reino de Dios. Por eso la prohibición de Jesús.
Pero como hemos venido diciendo desde esta comprometedora pregunta de Jesús las cosas habían de tenerse claras. Por eso Jesús les explica y nos insiste el evangelista que se los explicaba con toda claridad. El sentido del Mesías era otro; era un camino de entrega, era un camino que nos abría a nueva vida; era un camino de sacrificio porque era un camino de amor; seria un camino de dolor y de sufrimiento, de muerte pero que nos llevaría a la vida. Les constaba entender. ‘El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar a los tres días’.
Tanto les costaba entender que si Pedro antes había sido el primero en hacer su confesión de fe, ahora era el que insistía para quitarle esa idea de la cabeza a Jesús. Jesús querrá apartarlo de El porque es como una tentación. ‘Me tientas como Satanás’, de alguna manera le estaba diciendo. Allá en el monte de la cuarentena el tentador le ofrecía otros caminos, pero Jesús los rechazó. Ahora Pedro quiere apartarlo de ese camino que les conduce a Jerusalén y Jesús querrá apartado de El.
Pero es que ese camino de Jesús de entrega, de amor hasta los mayores límites, o hasta donde no hay límite, será el camino que tenemos que seguir los que queremos hacer su camino. Hay que tomar también el camino de la cruz, de la entrega, del amor. ‘El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará’.
Decíamos que es importante y que es sabiduría el saber dar respuesta a la pregunta de ‘¿quién soy yo?’. Encontremos la sabiduría de Jesús, la sabiduría de la cruz cuando sepamos dar respuesta a esa pregunta referida a Jesús. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Es importante la respuesta, que no pueden ser palabras aprendidas de memoria, o en las que repitamos lo que otros nos dicen. Tiene que ser mi respuesta, mi respuesta personal, en la que implico mi vida, en la que me siento comprometido, con la que voy a encontrar el sentido de mi vida y de mi ser.
Nos quedamos callados quizás en principio, pero tratemos de encontrar esa respuesta, esa sabiduría del Evangelio de Jesús.


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