viernes, 21 de septiembre de 2018

Es el baremo de Dios, el perfil que Dios se crea para el hombre para que como El seamos siempre compasivos y misericordiosos


Es el baremo de Dios, el perfil que Dios se crea para el hombre para que como El seamos siempre compasivos y misericordiosos

Efesios 4, 1-7. 11-13; Sal 18; Mateo 9, 9-13

No hubiera sido el que nosotros habríamos elegido; tenemos nuestras pautas, nos creamos los perfiles de aquellos que quisiéramos estar con nosotros, tenemos muy en cuenta su entorno, la imagen que pueda dar, y vamos separando, desechando, discriminando, escogiendo aquel o aquello que nos puede prestigiar. Así andamos por la vida y no terminamos de aprender a valorar a las personas, destacar sus valores y sus cualidades, estimular para hacer crecer a la persona misma y como consecuencia a quienes estamos a su lado.
No eran esos los criterios de Jesús. Por eso resulta chocante para muchos que Jesús se detenga junto a la garita de un cobrador de impuestos para invitarle a seguirle, a ser de los suyos, de los que siempre estén con El y al final forme parte del grupo de los enviados en su nombre. Es la reacción de los fariseos cuando ven a Jesús luego en casa de aquel publicano participando en sus comidas y banquetes rodeado también de los amigos del publicano.
Los recaudadores de impuestos tenían mala fama entre los judíos. Por una arte eran colaboracionistas con el pueblo invasor para quien cobraban los impuestos a los judíos, pero como sucede tantas veces cuando anda el dinero por medio muchos se aprovechaban para obtener pingues ganancias. Por eso tenían fama de usureros y ladrones. Los había también entre ellos, pero bien sabemos que Jesús nos enseña que no podemos juzgar y condenar a todos por el mismo rasero. Pero en Jesús había algo más.
Lo que nos relata hoy el evangelio es la vocación de Mateo, o Leví, según lo llame uno u otro evangelista. Era un cobrador de impuestos y cuando Jesús pasa junto a su garita o mostrador de cobros le invita a seguirle. Contemplamos la predisposición generosa de Mateo que se levanta y se va con Jesús. Es más luego querrá celebrar ese encuentro con Jesús haciendo una comida a la que invitará a sus compañeros de profesión, que habían sido hasta entonces sus únicos amigos. Pero aquel encuentro con Jesús había significado mucho en su vida. Como un día le sucediera a aquel publicano de Jericó que se subió a la higuera para ver pasar a Jesús pero que termina recibiéndole en su casa y convirtiendo su corazón.
Pero como expresábamos desde el principio por ahí hay quien anda juzgando a Jesús porque ha elegido a Mateo y porque ahora come en su casa rodeado de publicanos y pecadores. ‘¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?’ le dicen los fariseos a los discípulos de Jesús porque más allá no se atreven a llegar en sus criticas. Pero Jesús escucha el corazón de cada hombre y sabe lo que están pensando aquellos fariseos. Jesús lo oyó y dijo: No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa misericordia quiero y no sacrificios: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores’.
Es la sabiduría del amor. Es lo que Jesús busca siempre en el corazón del hombre. Es lo que nos está manifestando siempre la presencia de Jesús, su amor, el amor misericordioso y compasivo de Dios que nosotros tenemos que aprender a tener también en nuestro corazón. No son nuestros criterios humanos. No son los baremos o los perfiles que nosotros nos busquemos. Es el baremo de Dios, es el perfil que Jesús quiere para el hombre, al que siempre valora, al que siempre hace crecer, al que siempre dignifica, a quien enseña a actuar siempre en la vida según el actuar de Dios.
Es el mensaje hermoso que hoy podemos recibir de la Palabra de Dios en esta fiesta del apóstol san Mateo que hoy celebramos.

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