martes, 7 de agosto de 2018

Que se despierte nuestra fe y vayamos dejando de lado nuestros miedos y nuestra dudas porque nos sentimos seguros con Jesús


Que se despierte nuestra fe y vayamos dejando de lado nuestros miedos y nuestra dudas porque nos sentimos seguros con Jesús

Jeremías 30,1-2.12-15.18-22; Sal 101; Mateo 14,22-36

Dudas y miedos nos aparecen muchas veces en la vida; ante lo desconocido, ante las sorpresas que nos va dando la vida, ante los peligros que realmente nos acechan o que nosotros imaginamos en nuestra mente, por la posible pérdida de lo que ya tenemos, por los problemas y debilidades que sentimos en nosotros mismos o recibimos desde el exterior ya sean personas o acontecimientos adversos, si tenemos que arriesgarnos ante algo nuevo. Y nos encerramos en nosotros o huimos, o intentamos estoicamente quedarnos como impasibles como si eso no nos afectara.
Son las dudas que tenemos sobre nosotros mismos o el sentido y valor de nuestra vida, o son los interrogantes ante el misterio que no sabemos dilucidar; son las dudas que aparecen sobre nuestra fe y si todo lo que hacemos tiene sentido porque nos vemos muy tentados por un materialismo que quiere desterrar todo sentimiento religioso, pragmatismos decimos, ateismos camuflados, sincretismos que todo lo mezclan, agnosticismo que ahora tan de moda está sin saber muchas veces ni lo que queremos decir.
Pero ¿de verdad hay una fe en mi vida? ¿Jesús sigue siendo el sentido de mi vivir? ¿El evangelio tiene sentido para mi y trato de convertirlo en pauta de mi vida? ¿Dónde están esos principios y valores cristianos? Porque nos dejamos absorber por esos miedos y dudas, por esas influencias que recibimos de todos lados y ya nuestro vivir se distingue poco de los que viven sin fe y sin esperanza.
Quizá decimos que son duras las noches oscuras y las tormentas que nos aparecen en la vida; nos cegamos de tal manera que no llegamos a percibir la presencia del Señor junto a nosotros y lo confundimos con otras cosas. No es más fácil hablar de la energía positiva de la tierra, que de la gracia del Señor. Y así andamos en tantas confusiones. Comenzamos a crearnos fantasmas, luces fatuas que a nada nos llevan. Nos hace falta una mayor claridad y firmeza de nuestra fe. Primero nos vamos tras religiosidades novedosas que nos vienen no sabemos de donde, que profundizar en nuestra verdadera espiritualidad cristiana.
Hoy el evangelio nos habla de una difícil situación por la que van pasando sus discípulos en la travesía del lago. Jesús los había embarcado en aquella travesía pero se había quedado en la orilla del lago. Se sentían solos y las dificultades arreciaban; aparecieron las dudas y los miedos; todo los confundía. Hasta creyeron ver un fantasma en Jesús que finalmente venia hacia ellos. Y hasta se atrevieron a pedir pruebas a la palabra que escuchaban de Jesús. Cuantas pruebas vamos pidiendo tantas veces para no terminarnos de confiar en lo que Jesús nos dice.
Jesús está con ellos y les recrimina su falta de fe y sus miedos. Al final terminaron reconociéndolo y pudieron seguir avanzando hasta la otra orilla. Es lo que necesitamos. Reconocer a Jesús, que se despierte nuestra fe, que vayamos dejando de lado nuestros miedos y nuestra dudas, que busquemos donde en verdad vamos a encontrar la luz, que profundicemos en una verdadera espiritualidad cristiana. No tengamos miedo a la travesía de la vida ni a que tengamos que arriesgarnos. El nos prometió que estaría siempre con nosotros y para eso nos dio la fuerza y la presencia de su Espíritu.

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