miércoles, 8 de agosto de 2018

Los santos son esas luminarias que están a nuestro lado y en todo momento son signos del amor y la presencia de Dios en nuestras vidas y nuestro mundo


Los santos son esas luminarias que están a nuestro lado y en todo  momento son signos del amor y la presencia de Dios en nuestras vidas y nuestro mundo

Isaías 52,7-10; Sal 95; Mateo 28, 16-20

Algunas veces tenemos el peligro de que nuestra mirada no sea lo suficientemente positiva y las cosas oscuras de la vida nos parece que resaltan más. Pero creo que tenemos que aprender a llenar nuestros ojos de luz porque si nuestros ojos son luminosos seguramente podremos descubrir mejor tantas cosas luminosas y positivas que hay en la vida que la mayoría de las veces nos pasan desapercibidas. Y nos es necesario detectarlas porque nos sirven de estimulo, nos llenan de luz la vida, nos hacen ser positivos y haciendo un camino positivo podremos construir más y mejor.
Sentiremos seguramente muchas veces, con un poco de sensibilidad, cómo a nuestro lado hay personas positivas, personas con las que nos sentimos a gusto porque solo su presencia nos llena de paz, porque sus palabras nos animan, porque las cosas buenas que percibimos en ellas nos sirven de estimulo. Ya digo, que algunas veces no tenemos la sensibilidad de descubrirlas, pero a posteriori probablemente recordaremos muchas cosas buenas de la presencia de esa persona junto a nosotros y las huellas que en nosotros hayan podido dejar.
Ojalá nosotros también seamos capaces de dejar huellas positivas en las personas con las que convivimos, que están a nuestro lado o por alguna razón se hayan encontrado en la vida con nosotros. Es esa actitud positiva con que hemos de ir por la vida.
Desde una visión de fe, como no es menos que nosotros tengamos, en esas personas descubrimos la acción y la presencia de Dios. Son para nosotros como signos del amor que el Señor nos tiene que pone a nuestro lado esas personas que nos pueden servir de ejemplo o que nos ayudan simplemente caminando junto a nosotros. Es lo que nosotros también hemos de aprender a ser. Y eso lo hemos de ver y hacer en el hoy de cada día. Y haciéndolo así estaremos haciendo de verdad ese mundo mejor que tenemos que construir.
A través de la historia Dios nos ha dejado grandes signos en grandes hombres y mujeres que quizá ocultos en la sencillez y en la humildad o realizando grandes obras en medio de los hombres y en la Iglesia siguen siendo esas luminarias que siguen iluminando nuestras vidas, nos siguen sirviendo de estimulo para ese camino bueno, de rectitud y de santidad, que también nosotros hemos de recorrer. Son los santos, unos reconocidos de manera especial por la Iglesia por el gran ejemplo de virtudes que son para nosotros, y otros que calladamente y en silencio vivieron su santidad pero que también glorificaron a Dios con sus vidas y le siguen glorificando en el cielo.
Hoy la Iglesia nos invita a recordar y a celebrar a uno de esos grandes santos que siguen siendo verdaderas luminarias por su obra en medio de la Iglesia. Celebramos a santo Domingo de Guzmán. Un santo español de nacimiento, es cierto, pero que realizó su obra en medio de la gran Europa de su tiempo. Dios le concedió el don de la palabra y la erudición y con su predicación contribuyó a evangelizar a la Europa de su tiempo, hace mas de ochocientos años, pero que en sus seguidores, la Orden de Santo Domingo, los dominicos como los llamamos comúnmente, sigue realizando esa misma labor a lo largo y ancho del mundo.
No es el momento ahora de hacer relatos de su vida, sino contemplar su figura y su obra que nos sirva de estimulo en esta hora de nueva evangelización que vivimos en nuestra Iglesia. Sembradores de la Palabra de Dios hemos de ser nosotros también, como decíamos antes, dejando huellas a nuestro paso por la vida desde todo eso bueno y positivo que desde el amor nosotros queremos realizar.
Miramos a nuestro lado y seremos capaces de detectar esos signos que en los que están a nuestro lado podemos descubrir, pero nos sentimos comprometidos a ser nosotros también esos signos de luz, de fe, de amor, de evangelio para el mundo que nos rodea. En silencio, con nuestras palabras siempre que sea necesario, con nuestro ejemplo y testimonio en todo momento pero tenemos que ser evangelio para los demás, buena noticia que anuncia a Jesús siempre.


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