jueves, 16 de agosto de 2018

La experiencia gozosa de los que se sienten amados y perdonados por la misericordia de Jesús comenzaran a vivir las nuevas actitudes y valores del amor y del perdón


La experiencia gozosa de los que se sienten amados y perdonados por la misericordia de Jesús comenzarán a vivir las nuevas actitudes y valores del amor y del perdón

Ezequiel 12,1-12; Sal 77; Mateo 18,21–19,1

Todos tenemos en nuestro interior alguna cicatriz, alguna pequeña herida que nos ha costado curar y que de vez en cuando nos vuelve a aparecer, o ante sensibilidad sentimos de nuevo su escozor y parece que nunca se termina de curar, ni nunca terminamos de olvidarlo. Realmente somos nosotros los que sufrimos aunque quizá quien nos produjo esa herida ya ni lo recuerde y, aunque no lo queramos porque realmente desearíamos vivir con paz en el corazón, vuelven a aparecer esos sentimientos negativos que tanto daño nos hacen.
Si con madurez afrontamos nuestra vida sabremos encontrar recursos para ocultar esos sentimientos y no se reflejen en actitudes que nosotros podamos tomar contra los demás; una de las cosas que pretenderíamos evitar es la desconfianza y no es ya solo a quien nos hizo daño un día, sino la desconfianza en general que podamos tener hacia cualquiera que está a nuestro lado y podríamos sospechar que nos quiere mal o nos quiere hacer algún daño.
Tristemente sin embargo vemos con frecuencia cuantas cosas en este sentido hay a nuestro alrededor, en familias que no se entienden y se llevan mal, desconfianzas entre vecinos y antiguos amigos a los que ahora queremos ver bien de lejos, gentes que se dejan de hablar por algún roce que un día tuvieron y que no supieron superarlos y que hará que incluso sean resentimientos heredados en las siguientes generaciones. Cuantos distanciamientos y desconfianzas encontramos entre vecinos y familiares que algunas veces ni sabemos bien por qué, pero que fueron generados por heridas en la vida mal curadas y que siguen con sensibilidad a flor de piel.
Cuantas cosas que se guardan en el corazón y que lo único que hacen es dañarnos; qué felices seríamos si nos pudiéramos liberar de esos pesos muertos que llevamos dentro; cuantas dramas y tragedias que se viven en lo secreto del alma y que a la larga no nos dejan ser felices de verdad, porque no hemos dejado llegar la paz al corazón.
Y es que no sabemos disfrutar de la experiencia del perdón y de la misericordia; sentirnos nosotros perdonados y sanados interiormente y ser capaces nosotros de vivir también la experiencia gozosa del perdonar y curar para siempre nuestras heridas y las heridas de los demás. Es algo que  nosotros los cristianos tenemos como una gran riqueza, un hermoso tesoro que algunas veces no sabemos disfrutar.
Los cristianos somos los hijos de la misericordia y lo que tenemos la bienaventuranza para nuestra vida cuando sabemos ser misericordiosos. Sí, tenemos que saber disfrutar lo que es la misericordia y el perdón divino sobre nuestras vidas. Es importante. Es algo que tendría que marcar nuestra existencia. En fin de cuentas la respuesta de la fe es la respuesta al amor y a la misericordia de Dios sobre nosotros. Hemos de aprender a saborear en nuestro corazón el gozo del perdón recibido y así aprenderemos a saborear el gozo del perdón concedido a los demás.
Pedro pregunta a Jesús por las veces que tenemos que perdonar reflejando así esas medidas humanas que nosotros siempre ponemos con nuestros plazos y cortapisas. Jesús responde con una parábola. Una parábola que nos refleja el amor de Dios, pero que nos refleja que no siempre nosotros lo saboreamos ni lo concedemos de la misma manera a los demás. Si el criado de la parábola se porto tan groseramente con su hermano no perdonando la deuda es porque no había saboreado en su corazón el perdón que a él le había concedido su amor y señor.
Es la experiencia gozosa que nosotros hemos de aprender a vivir. Y nuestras heridas se curarán de verdad y se acabaran las sensibilidades que nos traigan viejos recuerdos y resentimientos. El que sigue a Jesús y lo ama comienza a vivir en nuevas actitudes y valores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario