miércoles, 29 de agosto de 2018

Frivolidad, superficialidad, vanidad una espiral que nos lleva a caminos de injusticia y de muerte


Frivolidad, superficialidad, vanidad una espiral que nos lleva a caminos de injusticia y de muerte

2Tesalonicenses 3,6-10.16-18; Sal 127; Marcos 6, 17-29

Qué fáciles somos a veces para hacer promesas; en medio del entusiasmo, o en la angustia de los problemas, prometemos y prometemos sin pensarnos en lo que decimos y así luego nos sentiremos. Ya sea desde momentos positivos o de entusiasmo por los que estemos pasando, porque nos gusten determinadas cosas, o motivados por el ambiente que nos rodea, o ya sea en momentos difíciles de los que queremos salir en los que nos prometemos quizá a nosotros mismos que no volveremos a pasar por una situación semejante porque ya haremos lo que sea por actuar de otra manera.
Unas veces pronto olvidamos lo que prometimos manifestando así la superficialidad con que actuamos, en otras ocasiones vamos posponiendo el cumplimiento de lo prometido porque quizá así andamos en la vida de cosas en cosa como una mariposa de flor en flor, en otras ocasiones nos sentimos obligados y comprometidos en lo que prometimos, ya sea por la seriedad con que nos lo tomamos, ya sea también influenciados por los respetos humanos pensando en lo que puedan decir quienes conozcan nuestras promesas y ven que no las cumplimos.
Pero algo en lo que queríamos fijarnos siendo cierta toda esta realidad que comentamos es la frivolidad y ligereza con que en ocasiones nos hacemos promesas, a nosotros mismos, o a los demás, no sabiendo luego cómo salir del paso o la forma de poder cumplirlas. Promesas, juramentos, votos que tendríamos que cumplir son cosas que hay que tomarse con mucha seriedad y no se pueden hacer a la ligera; bien sabemos como hay gente que no quita de sus labios la palabra ‘lo juro’, que más que un juramento es realmente una muletilla a la que al final ni hacemos caso cuando nos prometen algo.
Son reflexiones que tenemos que hacernos, cosas que tenemos que revisar en el actuar de nuestra vida y todo momento es bueno para la reflexión. Hoy me ha surgido esta reflexión viendo la ligereza y frivolidad con que actuaba el rey Herodes en que todo para el se convertía en deseos de diversión y pasarlo bien.
Claro que estamos ante una página del evangelio que tiene su propio dramatismo. Nos viene a narrar el martirio del Bautista. Y en torno a este hecho aparecen multitud de situaciones, actitudes y posturas que nos pueden decir muchas cosas para nuestra vida. Es el testimonio de la fidelidad a la Palabra en la propia figura del Bautista.
Su misión había sido preparar los caminos del Señor y al mismo tiempo que nos señalaba las sendas por los que habíamos de transitar para acoger al Mesías Salvador que nos llegaba también había de denunciar lo malo que habría en nuestra vida y que tendríamos que arrancar en nosotros. Los valles y colinas que había que aplanar, los caminos que habría que enderezar.
Es la postura valiente y profética que mantiene ante el rey Herodes cuya vida frivolidad, de injusticia y de pecado denuncia. Herodes, aunque se nos dice que apreciaba a Juan y le agradaba escucharle, instigado por la mujer con la que convivía – motivación de las denuncias de Juan – termina por meterlo en la cárcel. Pero Herodías sigue instigando y se encontrará ocasión y momento en una de aquellas fiestas a las que es tan dado Herodes. Bailó la hija de Herodías y en el frívolo entusiasmo de Herodes le promete cuanto quisiera pedirle, aunque fuera la mitad de su reino. Es la ocasión que esperaba Herodías, para que su hija pida en una bandeja la cabeza de Juan.
Ahí vemos esa espiral de frivolidades y desenfreno que viene a culminar en la muerte del Bautista. Herodes, inconsciente de lo que ha prometido, ahora se ve condicionado por los respetos humanos y la propia frivolidad de su vida. Accede a lo que pide la hija de Herodías y se culmina en la muerte de Juan Bautista. Es la voz que se quiere silenciar, pero que seguirá siendo, incluso a través de la historia, un grito contra la tiranía y la injusticia en la muerte de tantos inocentes.
Era la voz que anunciaba la llegada del Mesías y la preparación de los caminos del Señor que muchas maneras querían acallar, pero es la voz que se sigue oyendo desde su martirio invitándonos también a la fidelidad aunque nos cueste la muerte.
Es la voz que nos señala caminos de rectitud y de justicia que nos seguirá señalando allá en nuestro interior esas frivolidades de la vida de las que nos hemos de arrancar para saber actuar siempre en toda rectitud y justicia.
Es la voz que sigue invitándonos a que le demos verdadera profundidad a nuestra vida alejándonos de superficialidades, de vanidades o de respetos humanos para darle un verdadero sentido a cuanto hagamos y no lo hagamos así porque si sin pensar bien en lo que nos comprometemos o el rumbo que queremos darle a nuestra vida.

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