lunes, 27 de agosto de 2018

Aunque nuestro testimonio ha de ser estimulo en el camino de los demás sepamos respetar los pasos que con libertad cada uno ha de dar en su propia vida


Aunque nuestro testimonio ha de ser estimulo en el camino de los demás sepamos respetar los pasos que con libertad cada uno ha de dar en su propia vida

2Tesalonicenses 1,1-5.11b-12; Sal 95; Mateo 23,13-22

Teníamos interés en llegar a un sitio determinado y pensábamos que íbamos por buen camino pero cuando ya creíamos que estábamos a punto de conseguirlo, de llegar a la meta nos encontramos algo atravesado en el camino que no nos permitió conseguir nuestros fines. Esto que nos puede suceder geográficamente en cualquier camino o dirección que tomemos donde nos podemos encontrar con dificultades, nos sucede en la vida porque parece que siempre hay alguien que no hace otra cosa que ponernos obstáculos. Hay gente que parece muy especializada en hacernos las cosas difíciles.
En la organización de las cosas todo son reglas y condicionamientos que parece que nos coartan la libertad, el tomar nuestras propias decisiones, limitaciones y cortapisas con reglamentos minuciosos que no nos dejan avanzar, comentarios negativos a todo lo que hacemos que siempre les parece mal, imposiciones para que las cosas se hagan a su gusto para que así prevalezca su yo por encima de todo.
Es una forma de manipular, de querer quizá tener dominio sobre nosotros cuando quizá en ellos son todo apariencias y no precisamente un dechado de virtudes y valores. No solo tenemos que ir luchando con nuestras propias limitaciones, sino que parece que siempre tenemos que vernos condicionados por las opiniones o los pareceres de quienes quieren manipularnos. Gente manipuladora así  nos encontramos fácilmente en la vida en todos los ámbitos de la sociedad. Y detrás siempre puede haber mucha falsedad e hipocresía. Se las dan por personas muy rectas y que solo ellas son las que saben el camino, las soluciones a los problemas, pero que tiene que ser a su manera, aunque no sea lo que ellos propiamente viven.
De eso nos está previniendo hoy Jesús en el evangelio. Y Jesús es muy duro con los fariseos unos grandes manipuladores de la sociedad de su tiempo. Tiene para ellos palabras muy duras para desenmascarar su hipocresía. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren’. Y les señala Jesús cosas muy concretas de aquellas miles de normas que se han impuesto y que con su rigorismo quieren imponer a los demás.
Cuidemos nosotros no seguir con rectitud el camino emprendido tratando de ser fieles de verdad al evangelio recibido y que tiene que ser el único norte de nuestra vida. No actuemos por el qué dirán y buscando agradar a los que nos rodean, no convirtamos nuestra vida en una vanidad que nos hace falsos y que tenemos entonces de llenar de hipocresía nuestra vida.
De ninguna manera seamos nosotros manipuladores de los demás, sino sepamos respetar el camino de cada uno. Podemos decir, es cierto, una palabra bueno y tenemos también que dar un consejo, pero siempre respetando la libertad de cada persona que es la que tiene que tomar sus propias decisiones.
Algunas veces no nos es fácil, porque tenemos la tentación de querer que todos sean como nosotros o hagan el mismo camino. Pero cada uno tiene que dar sus pasos, cada uno tiene que hacer su camino, cada uno se encontrará con sus propias dificultades y aunque nosotros con nuestro testimonio podemos estimular al esfuerzo de superación de los demás, ellos han de ser los que den los pasos, que nosotros no podemos dar por ellos. Cosas así nos sucede muchas veces en la tarea de la educación quienes tienen o tenemos esa tarea como padres o como educadores. Tenemos que saber discernir en cada momento cual ha de ser nuestra mejor manera de actuar.

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