sábado, 9 de junio de 2018

Queremos como María ir poniendo también en nuestro corazón a nuestros hermanos los hombres, porque a todos acojamos y a todos amemos



Queremos como María ir poniendo también en nuestro corazón a nuestros hermanos los hombres, porque a todos acojamos y a todos amemos


‘Y María conservaba todas estas cosas en su corazón’, así nos lo repite el evangelista en referencia a todo cuanto María contemplaba en torno al nacimiento de su Hijo.
Cuando uno se ve sorprendido por algo hermoso y agradable parece que se le abren los ojos en desmesura para querer captar como la más fiel cámara fotografía todo cuando sucede en su entorno, hasta el más mínimo detalle. Todo lo quiere grabar, todo lo quiere recordar, todo  lo quiere dejar bien guardado en su corazón pero será algo que jamás olvidará.
Así María, como nos cuenta el evangelio cuando los pastores llegaron hasta aquel establo donde se habían refugiado y había nacido el Niño, se vio gratamente sorprendida y escuchaba y guardaba en su corazón todo cuanto aquellos pastores decían. La sorpresa fue grande cuando llegaron aquellos que parecían personajes poderosos y sabios venidos de lejanas tierras que hablaban de una estrella que anunciaba el nacimiento del Rey de los judíos. ‘María guardaba y conservaba todos estas cosas en su corazón’.
Guardamos como el más preciado tesoro en nuestro corazón todas aquellas cosas buenas que nos suceden o que acaecen en nuestro entorno, los buenos recuerdos, las experiencias gozosas que nos han hecho felices, los encuentros con los seres que amamos o con aquellos que van dejando huellas en nosotros, los bienes que hemos recibido y bien sabemos que no merecemos, las amistades y amores más entrañables, las cosas más bellas de la vida cuando en verdad queremos caminar en positivo y hemos empapado y empapado hasta rebosar nuestro corazón de amor.
Por eso hoy cuando la liturgia nos invita a hacer memoria del Corazón Inmaculado de María podemos imaginar cuantas cosas hermosas María guarda en su corazón. Y no es una imaginación de cosas irreales o sueños sino el reflejo de toda la riqueza espiritual que hay en el corazón de María. Podríamos atrevernos a decir que cada página del evangelio está firmemente grabada y guardada en el corazón de María. Ella, la primera que plantó la Palabra en su corazón y que como nos dirá el evangelio merecerá la alabanza de Jesús, a ella la primera como primicia, a cuantos escuchan y plantan en su corazón y en su vida la Palabra de Dios.
Hoy, después de haber celebrado ayer la solemnidad del corazón de Jesús, celebramos el Inmaculado corazón de María. Sabemos que ocupamos un lugar en su corazón porque somos sus hijos. El regalo de Jesús en la Cruz al hacerla Madre de cuantos creen en El, hizo que ya para siempre ocupáramos un lugar en su corazón.  Y es ahí donde tenemos que empaparnos de toda su ternura; es ahí donde aprenderemos desde dentro todas esas virtudes y valores que tanto resplandecieron en María, su humildad y sencillez, su servicialidad y su disponibilidad siempre para el amor, su obediencia a la voluntad de Dios cuando tan bien supo plantar en su corazón la Palabra de Dios.
Queremos aprender de ella y así impregnarnos de todas sus virtudes. Queremos como María saber tener los ojos atentos para disfrutar de las maravillas de Dios y cantar su grandeza. Queremos como María ir poniendo también en nuestro corazón a nuestros hermanos los hombres, porque a todos acojamos y a todos amemos. Queremos como María tener la disponibilidad para ir llevando a Dios a los demás, pero también para ayudar a que cuantos se tropiecen con nosotros puedan también encontrarse con Dios porque por nuestro amor y por nuestra santidad seamos signos de su presencia.
Con María cantemos las maravillas de Dios.

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