miércoles, 11 de abril de 2018

Caminos de fe, caminos de amor, caminos de vida en plenitud, caminos de luz radiante cuando experimentamos en nosotros el amor de Dios


Caminos de fe, caminos de amor, caminos de vida en plenitud, caminos de luz radiante cuando experimentamos en nosotros el amor de Dios

Hechos de los apóstoles 5, 17-26; Sal 33; Juan 3, 16-21

¿Queremos un camino de luz o un camino de sombras? Preguntado así la puede parecer innecesaria la pregunta, porque ¿quien no prefiere caminar donde haya luz? Decimos que no nos gustan las sombras, nos parecen peligrosas, el camino se hace incierto porque además podemos tropezar en cualquier impedimento que haya en el camino. En la vida moderna en que vivimos todo queremos tenerlo iluminado y ya se preocupan las administraciones de tener nuestras vías y caminos suficientemente iluminadas.
Pero esto es una imagen que nos puede decir mucho mas que quedarnos en la materialidad de unas lámparas con las que iluminamos nuestras vías y caminos o tenemos suficientemente iluminado nuestro hogar o nuestro lugar de trabajo. Pero ¿no andaremos a oscuras por otros caminos? ¿No preferimos en ocasiones oscuridades para permitirnos muchas cosas que no haríamos a la luz del día?
Hay sombras en la vida, hay oscuridades en nosotros; algunas veces hasta puede darse el caso que rehuimos la luz. No queremos encontrarnos con la verdad aunque digamos que siempre andamos buscándola; preferimos dejarnos llevar por pasiones y no sé cuantas cosas que nos llenan de sombras antes de buscar la verdadera luz que de sentido a nuestras vidas y nos haga superar tantos obstáculos con los que nos podamos encontrar ya sea por nuestras propias pasiones, ya sean por múltiples influencias que terminan esclavizándonos, o dejando que sea nuestro capricho egoísta el que predomine en nuestra vida.
¿Y qué lugar le damos a la luz de la fe en nuestra vida? hay quienes la rehuyen, como hay quienes la ponen en un lugar secundario no queriéndole dar importancia; hay quienes la reducen a una tradición que nos pueda valer para algunas cosas y hay quienes no quieren abrirse a la trascendencia que da a nuestra vida la luz de la fe; hay quien sin entender lo que es una verdadera fe la rechazan o hay quienes no quieren comprometerse a dejarse guiar en la vida por esa luz. Estamos prefiriendo tinieblas antes que encontrar la verdadera luz.
Y ¿en qué lugar estamos nosotros? ¿Habremos descubierto ese tesoro y nos sentimos felices con nuestra fe? Hay quien pudiera pensar que la fe viene a limitar nuestra vida con prohibiciones y reglamentos, y no nos damos cuenta que es lo que nos hace entrar en la mayor plenitud. Es cierto que nos puede incomodar porque nos obliga a revisar actitudes y posturas, maneras de actuar y comportamientos. Pero cuando nos dejamos conducir por ese camino de fe no sentiremos las personas más felices del mundo, porque nos liberamos de muchas ataduras y porque encontrar el mejor camino para encontrar la plenitud y el sentido de nuestro ser.
Y es que la fe nace del amor de Dios y nos llevar a vivir en ese sentido de amor. Muchas veces lo habremos oído pero no lo habremos meditado lo suficiente. Tanto amó Dios al mundo, tanto amó Dios al hombre, tanto amó Dios a su criatura preferida, a la persona, que nos entregó a su Hijo único para que tuviéramos vida y tuviéramos vida en plenitud. Así nos lo ha recordado hoy el evangelio. Descubrir ese amor de Dios nos llevar a querer encontrarnos con El, vivir en El, gozarnos en su amor y llenar nuestra vida de amor.
Es el Sí de nuestra fe, es el Sí con el que ponemos nuestro corazón y nuestra vida en las manos de Dios. Es el Sí que va a marcar nuestra existencia dándole un sentido, dándole razones para vivir y vivir en plenitud porque es vivir en el amor Dios. Es vivir para siempre en camino de luz.

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