miércoles, 7 de marzo de 2018

Somos constructores de un mundo nuevo llevando lo mejor de nosotros mismos a la plenitud que en Jesús podemos encontrar


Somos constructores de un mundo nuevo llevando lo mejor de nosotros mismos a la plenitud que en Jesús podemos encontrar

 Deuteronomio 4,1.5-9; Sal 147; Mateo 5,17-19

Vivimos unos tiempos en que no sé si está reapareciendo un cierto anarquismo o qué es lo que está pasando. No estamos conformes con nada, todo lo queremos cambiar, las leyes parece que no nos sirven de nada, queremos que todo se nos permita así sin más, vamos dejando a un lado todo tipo de referencia ética para lo que vivimos, lo que hacemos o lo que pensamos, porque todo nos parece igualmente bueno.
¿Serán esos caminos los que realmente nos harán más libres? ¿Pensamos que así vamos a ser realmente más felices porque hacemos lo que nos da la gana y cada uno hace de su capa un sayo sin importarle los demás o lo que verdaderamente nos va a llevar a la mejor convivencia para vivir en paz y ser más felices? Son cosas que se discuten y hay opiniones para todos los gustos.
Pero creo que eso  no solo sucede hoy sino que es algo que se repite de una forma o de otra a lo largo de todos los tiempos. ¿Será una rebeldía interior que se rebela contra todo y todo lo quiere cambiar? ¿Será que los vienen ahora son o se creen más sabios que los que vivieron antes que nosotros? Creo que esto en todos los ámbitos de la sociedad que vivimos nos tendría que hacer pensar mucho y de una manera serena.
Esto sucedía también en tiempos de Jesús. también había mucha gente que vivía esa rebeldía, digámoslo así, contra muchas de las costumbres y leyes, o de los normas y más normas que se habían ido añadiendo y acumulando y al final parecía que eran mas importantes esas normas que se iba estableciendo que lo que en si era la ley del Señor. Por allí andaban los escrupulosos y puritanos fariseos que todo lo median y todo lo tasaban pero conforme a unas medidas que ellos mismos se habían ido imponiendo y que trataban de imponer en las costumbres del pueble de Israel.
Surge un nuevo profeta, así consideraban en principio a Jesús, que les hablaba de un mundo nuevo, del Reino de Dios y que estaba pidiendo una transformación de los corazones. Por allá ya había algunos que pensaban que todo se iba a abolir porque todo había de cambiarse.
Y Jesús, allá en el Sermón del Monte que viene a ser como la presentación de lo que era el programa de una vida nueva, les dice que no viene a abolir sino a dar plenitud. Hay que ir a lo fundamental y lo fundamental ha de vivirse en plenitud. Hay que ir a lo fundamental y es cierto que hay que ir levantando más y mas el listón para poder llegar a metas superiores de plenitud pero eso no significará nunca olvidar lo que es la ley del Señor.
Por eso les dirá que es cierto, que hasta los preceptos más mínimos hay que saberle dar su importancia y valor. Eso que nos sucede tantas veces, bueno eso es una minucia, es poca cosa, porque un día faltemos en eso no tiene importancia, que nos decimos. Pero Jesús nos está enseñando que las cosas grandes se hacen a partir de las pequeñas cosas, que cada granito de arena tiene su importancia, porque el conjunto de esos granitos de arena es el que hará una hermosa playa, o será el material para hacer un hermoso edificio.
Recogiendo esta ultima imagen recordemos que tenemos que ser siempre constructores, y estamos partiendo de lo que es nuestra vida, que es cierto que no es perfecta, pero que ahí está nuestra tarea de mejorar, de crecer, de llevar a plenitud lo mejor que hay en nosotros. Pongamos verdadero amor en nuestra vida, centremos todo en el amor de Jesús que es quien nos llevará a plenitud.

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