sábado, 2 de septiembre de 2017

La responsabilidad de la vida muy presente allá en lo más hondo de nuestra conciencia como ser humano y ante quien nos ha dado la vida y es la razón de ser de nuestra existencia

La responsabilidad de la vida muy presente allá en lo más hondo de nuestra conciencia como ser humano y ante quien nos ha dado la vida y es la razón de ser de nuestra existencia

1Tesalonicenses 4, 9-11; Sal 97; Mateo 25, 14-30
Es cierto que no todos los trabajos son iguales pero creo que en todos hemos de saber descubrir su dignidad, porque lo que es más hermoso del trabajo es la persona que lo realiza y que en él se realiza. Cada uno realizará su trabajo según sus posibilidades, sus capacidades y también, por qué no tenerlo en cuenta, según el ritmo de nuestra propia sociedad que creará unos u otros trabajos en mayor o en menos intensidad y que hará que quizá no todos puedan desarrollar todas sus posibilidades y habilidades.
Ya hemos venido reflexionando de alguna manera sobre esto en momentos pasados para saber descubrir su grandeza y la grandeza del ser humano que lo realiza. Hemos de saber encontrar esa satisfacción personal en lo que realizamos sintiendo el gozo también de su productividad que no es solo material. No hemos ni de temer ni de minusvalorar aquellos trabajos que nos parezcan más pequeños o más humildes, porque cada uno contribuirá desde ese lugar al camino de la sociedad y al desarrollo de todos sus componentes.
La misma intensidad de amor y de esfuerzo en realizarlo con la mayor perfección ha de poner en su trabajo el que quizá solo tiene el encargo de mantener la limpieza del lugar, como el científico que trabaja en el laboratorio o entre la más alta tecnología, o el investigador que pueda realizar los más profundos descubrimientos del ser humano.
Es la responsabilidad de la vida muy presente allá en lo más hondo de nuestra conciencia como ser humano; es la responsabilidad que sentimos ante quien nos ha dado la vida, somos creyentes y pensamos en el Creador que nos dio el ser, y al que un día rendiremos cuentas de lo que hemos hecho de nuestra vida.
Como creyentes no hemos de perder de vista la trascendencia de nuestra vida que va más allá de lo que ahora en este mundo podamos vivir y la responsabilidad que tenemos ante los demás seres humanos con quien convivimos y compartimos la vida de este mundo; hay una trascendencia espiritual que nos lleva hasta Dios, a quien como creyentes que somos consideramos como el verdadero centro y sentido de nuestra vida.
De esto nos habla Jesús hoy. Nos propone la parábola de los talentos, que tantas veces habremos reflexionado. Nos habla de esa responsabilidad que ante la vida tenemos en aquellos valores de los que hemos sido dotados, en esa función que en la vida desempeñamos ya sea en el ámbito familiar, en el mundo del trabajo, en la vida social, en la colaboración y crecimiento de nuestra comunidad. No nos podemos cruzar de brazos, no podemos arrojar la toalla por las dificultades que encontremos, no podemos enterrar nuestros talentos por muy insignificantes que nos parezcan, no nos podemos considerar unos seres pasivo de nuestra sociedad por lo poco que nos consideremos que valemos. Todos tenemos nuestra función, nuestro lugar, nuestro granito de arena que aportar.
Una parábola para leerla y rumiarla muchas veces mirándonos y examinándonos con atención, en lo que hacemos y lo que podríamos hacer, en los valores que tenemos y todo el desarrollo que tendríamos que darle a nuestra vida para hacer que nuestro mundo sea mejor; de nuestro pequeño grano de arena puede depender que se logren cosas hermosas para nuestro mundo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Mantengamos la lámpara encendida, tengamos el suficiente aceite, desempeñemos nuestra responsabilidad, no dejemos para mañana lo que tenemos que hacer hoy


Mantengamos la lámpara encendida, tengamos el suficiente aceite, desempeñemos nuestra responsabilidad, no dejemos para mañana lo que tenemos que hacer hoy

1Tesalonicenses 4, 1-8; Sal 96; Mateo 25, 1-13
‘Bueno, con eso será suficiente, ¿para qué llevar más? Y si hace falta ya tendremos oportunidad de conseguir como sea algo más por allí o se busca donde comprarlo...’ Así quizá habremos pensado en alguna ocasión cuando teníamos que preparar algo que tendríamos que utilizar luego y luego nuestros cálculos nos salieron fallidos porque no fue suficiente lo que teníamos.
O es la tentación que tenemos tantas veces de dejar para otro momento algo que tenemos que hacer porque decimos que tenemos tiempo y luego el tiempo se nos echa encima y andamos con apuros al final. Siempre recuerdo lo que me decía mi madre, ‘guarda que comer y no qué hacer’, para que fuéramos previsores de futuro y prepara las cosas a tiempo no dejándolas para después, como sentimos la tentación tantas veces porque quizá ahora en este momento estamos entretenidos en otras cosas.
Es una vigilancia cargada de responsabilidad que hemos de saber tener en la vida. aunque sabemos quizá de nuestras posibilidades, de nuestras capacidades, la vida está hecha de muchas circunstancias que no siempre dependen de nosotros mismos, porque vivimos en relación con los demás, porque son diversos los acontecimientos que suceden en nuestro entorno que no dependen de nosotros, porque no sabemos lo que van a hacer los demás, pero nosotros tenemos nuestra responsabilidad y esa responsabilidad nos tiene que llevar a ese cumplimiento de deberes y obligaciones, a esa vigilancia para no perder la oportunidad de lo bueno que vamos teniendo en la vida.
Son los pensamientos que afloran en mí al escuchar esta parábola que nos propone Jesús de las doncellas que han de salir con sus lámparas encendidas para la llegada del novio a la boda. Una parábola que en su literalidad hemos de entender desde las costumbres de la época y las circunstancias que se Vivian entonces, que hacen necesario ese tener luz en los caminos cercanos a la casa de la novia para cuando llegara el novio con sus amigos a la boda; eran las amigas de la novia las encargadas de iluminar con lámparas de aceite aquellos caminos y había que ser previsoras para tener aceite suficiente porque no sabían realmente la tardanza y aquellas lámparas iban también a servir para iluminar la sala de la boda. Ya conocemos el desarrollo de la parábola con las tardanzas, la falta de aceite y la imposibilidad de tenerlo a tiempo, que hizo que se quedaran sin boda aquellas doncellas.
Nos quiere hablar Jesús de la trascendencia de la vida y de ese momento final de nuestra historia personal para el que hemos de estar preparados. Llega el Señor a nuestra vida, un día nos hemos de presentar ante El y hemos de estar dispuestos y preparados. Pero no solo es el momento final sino el día a día de nuestra vida, con nuestras responsabilidades, con nuestras tareas, con la hermosura del trabajo humano, como en otras ocasiones hemos reflexionado.
No podemos desatender nuestra vida. Es el cuidado personal en nuestro propio desarrollo y es el cuidado personal en como hemos de prepararnos para la vida. es una lástima como pasamos adormecidos muchos momentos de la vida en los que tendríamos que estarnos preparando, desarrollando nuestras cualidades y capacidades, poniendo los cimientos de una sólida formación, cuidando nuestros estudios que nos capacitan siempre para algo más y algo mejor. Que lástima tantos momentos de juventud desaprovechados y que crean tantas lagunas en nuestra vida de las que nos daremos cuenta cuando ya sea quizá demasiado tarde.
El tema nos da para muchas mas reflexiones – no queremos alargarnos – que nos hablan de la responsabilidad de cada día de nuestra vida, de nuestro hoy con las tareas que tenemos que realizar, la familia en la que vivimos, el trabajo que desempeñados, la apertura a la sociedad en la que vivimos, el bien que podemos hacer, lo que podemos contribuir a nuestra propia comunidad… Mantengamos la lámpara encendida, tengamos el suficiente aceite, desempeñemos nuestra responsabilidad. No dejemos para mañana lo que tenemos que hacer hoy.

jueves, 31 de agosto de 2017

Jesús está recordándonos el ahora de nuestra historia que entre todos con nuestra laboriosidad y responsabilidad tenemos que realizar y con nuestra creatividad embellecemos también la vida de los demás

Jesús está recordándonos el ahora de nuestra historia que entre todos con nuestra laboriosidad y responsabilidad tenemos que realizar y con nuestra creatividad embellecemos también la vida de los demás

1Tesalonicenses 3, 7-13; Sal 89; Mateo 24, 42-51
Hace unos días una persona me hacia un comentario en referencia a otra persona que decía que no le preocupaba el trabajo porque con las prestaciones sociales que recibía ya tenia lo suficiente para vivir bien; más allá de la critica, no sé si con intenciones corrosivas, que hacia esta persona pues se notaba que entre ellos no se llevaban muy bien, me vale este hecho para esta reflexión que me quiero hacer sobre la responsabilidad con que tenemos que enfrentarnos a la vida, la responsabilidad de nuestro trabajo.
Ya sé que en el fondo podemos tener esas apetencias de vivir sin hacer nada si tenemos los medios suficientes para poderlo hacer, pero esa ociosidad de la vida creo que puede ser síntoma, o si no al menos lo crea, de un vació interior en el que no le hemos sabido dar un sentido a la vida. Yo diría que tenemos una responsabilidad con la vida misma que hemos recibido. Y aquello que somos, aquellos valores y posibilidades que podamos tener en la vida tenemos que desarrollarlos. Porque nos hace crecer a nosotros mismos, y no solo en el hecho de tener unas ganancias con las que lograr un bienestar.
El bienestar no es solo la posesión de una serie de cosas que nos puedan hacer la vida fácil, el bienestar es algo que tenemos que sentir en lo más hondo de nosotros mismos. Y lo logramos desde esa responsabilidad con que asumimos la vida, lo logramos cuando vemos que nuestra vida es útil y no ya para nosotros mismos sino también para los demás, para la sociedad en la que vivimos.
La satisfacción de la creatividad de nuestra vida en aquello que hacemos y que vivimos es lo que mas hondamente nos puede hacer disfrutar. Es la satisfacción del artista que ve su obra terminada, contemplada y admirada por todos. Pero tendríamos que decir que todos somos ese artista en aquello que sabemos hacer, en aquello que realizamos con nuestro trabajo, en aquello con concluimos con nuestra responsabilidad. No nos sentiremos vacíos, sentiremos dentro de nosotros el más hondo bienestar, aparte de esos otros frutos materiales que obtenemos con la realización de nuestro trabajo.
Hoy Jesús en el evangelio nos habla de estar preparados, atentos y vigilantes viviendo la responsabilidad de nuestra vida. Nos habla de la trascendencia de nuestra vida y de ese punto final de nuestra historia. Estad en vela…, Estad. también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre…’  
Pero está queriéndonos recordar también el ahora de nuestra historia que entre todos con nuestras laboriosidad, con nuestra responsabilidad tenemos que realizar. Es la vigilancia de nuestra responsabilidad, de nuestra laboriosidad, de la creatividad de nuestra vida con que podemos embellecer también la existencia de los demás.

miércoles, 30 de agosto de 2017

Necesitamos sinceridad en la vida para mirarnos y aceptarnos, reconocer nuestros valores y también cuánto tenemos que superar para alcanzar metas altas en la vida

Necesitamos sinceridad en la vida para mirarnos y aceptarnos, reconocer nuestros valores y también cuánto tenemos que superar para alcanzar metas altas en la vida

1Tesalonicenses 2,9-13; Sal 138; Mateo 23,27-32

‘Señor, tú me sondeas y me conoces… ¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro’. A los ojos del Señor no nos podemos ocultar. Quizá podemos intentarlo en nuestra relación con los demás y vivir sujetos a la apariencia y al disimulo, pero allá en lo secreto de nuestro corazón no nos podemos engañar, ni podemos engañar a Dios. El nos conoce hasta lo más profundo.
Necesitamos sinceridad en la vida. Algunas veces parece que hasta queremos engañarnos a nosotros mismos, porque no queremos reconocer la realidad de nuestra persona, de nuestra vida. algunas veces no nos atrevemos a mirarnos de frente; hay cosas que no nos gustan de nuestra vida, pero tratamos de disimularlas, como el avestruz ponemos la cabeza debajo del ala, porque pensamos que así pasa el peligro, pero la realidad de lo que somos con nuestros valores y con nuestros defectos está ahí.
Es cierto que tenemos que ser positivos en la vida, ver cuales son nuestros valores, nuestras cualidades, lo que podemos hacer, lo que somos capaces de hacer. Seguro que hay muchas cosas buenas en nosotros, pero que también tenemos el peligro de que no las hayamos descubierto. Quizá tengan que venir momentos malos, de dificultad, para que saquemos toda esa fuerza interior que tenemos y con lo que somos capaces de superar muchas cosas. Pero creo que tenemos que ponernos a pensar en eso bueno que hay en nosotros, nuestros sueños, nuestros ideales, aquellas metas por las que nos gustaría luchar.
No podemos ocultar lo que valemos, no podemos enterrar el talento que hay en nuestra vida; seríamos desagradecidos. Con esa positividad en nosotros podemos llegar muy lejos, a grandes cosas; pongámonos metas que nos ilusionen y nos hagan levantar la mirada para ver más allá de lo presente que muchas veces pudiera estar lleno de oscuridades.
Pero mirar más allá de esas oscuridades porque nos pongamos buenas y altas metas no significa que no miremos nuestra realidad completa, también con nuestras deficiencias, nuestras limitaciones, nuestros tropiezos, el carácter que tengamos, o los tormentos que pudiera haber en ocasiones en nuestro interior. No quisiéramos que hubiera esos tormentos, esas limitaciones o defectos, pero ahí están y de ahí también tenemos que partir sabiendo aceptar lo que somos y tratando por supuesto de superarnos.
No es que vayamos pregonando lo que son nuestros defectos ante todo el mundo, pero no podemos poner cara de ‘niños buenos’ cuando quizá haya tantas malicias que enturbian nuestro interior. No aparentemos lo que somos, pero porque aceptemos lo que somos no significa que no tengamos que superarnos, crecer, purificarnos interiormente, transformar nuestro corazón tantas veces malicioso.
Es la tarea de nuestro crecimiento interior que tenemos que saber emprender, en lo que tenemos que empeñarnos. No nos podemos contentar con decir es que yo soy así y no puedo cambiar, sino que tengo que saber poner mi empeño y mi esfuerzo para ir dando esos necesarios pasos que nos vayan transformando. Y podemos, y seremos capaces, y tenemos fuerza en nosotros para realizarlo. La fuerza de todo eso otro bueno que hay en nosotros nos ayuda, nos impulsa.
Jesús denuncia la actitud de aquellos que no eran capaces de reconocer los errores de su vida, sino que Vivian de apariencias mientras su corazón estaba lleno de maldades. Ciegos guías de ciegos, como les dice Jesús en una ocasión. Trataban de ser guías en medio del pueblo porque por su posición social así se lo creían ellos, pero eran tan ciegos para no reconocer sus errores, las maldades que llevaban en su corazón, y no se dejaban interpelar por la Palabra de Dios, por la Palabra de Jesús que siempre era Palabra de vida y salvación. Que no nos sucede a nosotros igual. Cerca de nosotros está siempre esa mirada de Jesús que nos alienta, nos hace ver la realidad de nuestra vida y siempre en nosotros deseos de grandeza y superación.


martes, 29 de agosto de 2017

El martirio del Bautista nos está alentando para que seamos valientes en hacer nuestro anuncio del Evangelio y ser testimonio verdadero del Reino ante el mundo que nos rodea

El martirio del Bautista nos está alentando para que seamos valientes en hacer nuestro anuncio del Evangelio y ser testimonio verdadero del Reino ante el mundo que nos rodea

1Tesalonicenses 2, 1-8; Sal 138; Marcos 6, 17-29
Alguna vez nos abr sucedido; mantenemos una buena relación con las personas que nos rodean, somos buenos amigos y expresamos la confianza y la amistad de muchas maneras. Todo parece ir sobre ruedas, pero en un momento determinado viste algo en tu amigo que no era de tu agrado, algo que eras conciente de que no era bueno y tu amigo quizás iba descarrilando su vida por aquella postura, por aquella actitud, por aquello que tu veías que no era bueno.
Y hablaste con él, le dijiste lo que pensabas, trataste en buena conciencia de hacerle reflexionar sobre lo que hacia y tú pensabas que debía corregir; pero tu amigo se lo tomó a mal, no le gusto, no te perdonó que le dijeras aquella verdad de su vida que él no quería reconocer, y las relaciones se distanciaron, la amistad se enfrió, y pudo llegar el caso que el que era tu amigo ahora se convirtió en tu enemigo. Tú hiciste lo que creías correcto, y en buena amistad pensabas que debías tener ese gesto de amistad y de corrección con tu amigo, pero  no lo aceptó.
Muchas cosas así pasan en la vida, cuando no sabemos aceptar lo bueno que nos puedan decir los que están a nuestro lado; casos conocemos de familias rotas, de vecinos enfrentados y que no se hablan, amistades que se han perdido.
Me gusta cuando leo el evangelio y reflexiono sobre él, pensando primero que nada en como aplicarlo a mi vida, ver esas situaciones humanas que aparecen en el fondo de los hechos que nos narra el evangelista reflejadas en lo que nos sucede en la vida. Es una forma también de aplicarnos bien el evangelio y que la luz que nos ofrece sea esa buena noticia salvadora también para nuestra vida en esas situaciones concretas que vivimos.
Hoy estamos celebrando el martirio de Juan Bautista. El evangelio nos lo relata con muchos detalles. Pero ahí estamos viendo también esas situaciones humanas que nosotros vivimos. El evangelista parece que nos dice cosas contradictorias de las relaciones entre Herodes y Juan Bautista. En principio nos dice que Herodes tenia en buena consideración a Juan, le gusta escucharlo, lo respetaba y lo consideraba un hombre bueno, honrado y santo.
Pero cuando Juan le señala lo que es la corrupción que hay en su vida, a Herodes no le gusta; cuando mas en concreto le dice que no es licito vivir como lo está haciendo con Herodías la mujer de su hermano, todo se vuelve en contra de Juan. Es encarcelado y Herodías estará buscando la ocasión para acabar con Juan.
Los papeles se dieron la vuelta. Y aunque Herodes parecía mantener una actuación un tanto neutral buscando la manera de cómo liberar a Juan, llegará en momento en que las corrupciones y cobardías de Herodes caerán como en cascada para terminar por decapitar a Juan. Ya nos lo ha contado el evangelio, la fiesta que preparó Herodes para su corte, el baile de Salomé y las promesas fatídicas de Herodes de querer ofrecer hasta la mitad de su reino si la bailarina se lo pedía, que desencadena la muerte de Juan. Los efectos de la fiesta y todo lo que la rodea, las promesas locas de mentes ebrias y sin sentido, los respetos humanos que nos llenan de cobardías, cómo se parece a tantas cosas que hacemos y decimos en las locuras de nuestra vida.
Toda esa parte negativa del relato en los malquereres contra Juan y las locuras y cobardías de Herodes tendrían que hacernos pensar en momentos semejantes en que nos vemos envueltos nosotros de la misma manera. Pero frente está la rectitud, la honradez, la fidelidad de Juan que mantiene firme su palabra y su anuncio de verdad y de justicia.
Cuanto tendríamos que aprender nosotros también que tantas veces nos acobardamos y  nos callamos por miedo a lo que puedan pensar, a lo que nos puedan decir, o como nos puedan tratar según las posturas que nosotros tomamos en la vida. Es la valentía que necesitamos tener los cristianos para hacer ese anuncio de la Buena Noticia salvadora del Evangelio a nuestro mundo. No nos entenderán, nos perseguirán incluso, dirán de nosotros todo menos cosas bonitas, pero necesitamos hacer ese anuncio del bien y de la verdad con valentía, dar ese testimonio de nuestra vida.

lunes, 28 de agosto de 2017

Nuestra tarea y compromiso como creyentes en Jesús es construir un mundo mejor apoyándonos mutuamente para que nadie sufra la manipulación injusta de los demás

Nuestra tarea y compromiso como creyentes en Jesús es construir un mundo mejor apoyándonos mutuamente para que nadie sufra la manipulación injusta de los demás

1Tes. 1,1-5.8b-10; Sal 149; Mateo 23,13-22
Hay gente que siempre sabe quedar bien sin importarle la verdad y la sinceridad de la vida sino que o bien llenarán su vida de vanidades para hacer creer a los demás lo que realmente no son, o saben utilizar las palabras y los razonamientos para arrimar el ascua a su sardina y tendrán siempre razones con sofismas que traten de justificar sus posturas y lo que hacen convirtiéndose así en unos manipuladores de los demás. Ellos son siempre los buenos, los que saben hacer las cosas, los que tienen razón para hacer lo que hacen sin importarle el daño que quizás puedan hacer a los demás. Ven las cosas, la vida desde la óptica solo del color de su cristal y no son capaces de descubrir lo bueno o los razonamientos que puedan tener los demás.
Una vida rodeada de personas así nos resulta incomoda; nos sentimos manipulados o que al menos traten de manipularnos; vemos a la gente que solo le interesan sus ganancias o sus razones que solo les favorezcan a ellos; gente que nos damos cuenta que su trato es injusto con los demás y muchos incautos caen en sus redes; gente que busca solo sus ganancias ya sean económicas o de poder para así mejor poder manipular a los demás desde quizás sus puestos de influencia en razón de responsabilidades que tienen pero que desempeñan muchas veces solo para beneficio propio y no para el bien de toda la comunidad.
Son las luchas que nos vamos encontrando en la vida cuando tratamos de ser justos, sinceros, leales, pero no encontramos la correspondencia en los demás. Podemos sentir la tentación de dejarnos arrastrar o cerrar los ojos o eso injusto que estamos viendo, pero nuestra conciencia no nos deja tranquilos y nos llama a actuar; todo parece una lucha entre el mal y el bien y a veces incluso podemos sentirnos sin fuerzas. Esas manipulaciones algunas veces nos vienen de las personas que nosotros menos pensábamos que pudieran actuar así, porque siempre se nos presentan con una buena sonrisa o con aureolas de honradez y pronto vemos que son bien ficticias.
Ahí tiene que florecer la honradez y la rectitud de nuestra vida, para no dejarnos nosotros manipular ni permitir que otros sean manipulados; ahí con nuestra rectitud y lealtad tenemos que convertirnos en denuncia de se mal con que tantos injustamente tratan de manipularnos; ahí tenemos que saber apoyarnos los que trabajamos en la misma línea de honradez y de rectitud; no podemos permitir que el mal siga venciendo en nuestro mundo; tenemos que seguir actuando responsablemente y hacer que brillo lo bueno y lo justo, la sinceridad de la vida y que se terminen de desterrar de nuestro mundo esas vanidades, orgullos y tratos injustos.
Como cristianos no nos podemos cruzar de brazos. Nuestra tarea es sembrar nuestro mundo de esos valores que nos enseña el evangelio de Jesús. Nuestro compromiso es construir ese mundo más justo no permitiendo que nadie sufra las injusticias de los demás. Y ahí tenemos que saber apoyarnos mutuamente todos los que trabajamos por esa justicia, aceptando siempre lo bueno que viene de los demás para hacer entre todos ese mundo mejor.
Nosotros desde nuestra fe en Jesús, desde donde vivimos ese compromiso, desde donde recibimos esa luz que nos hacer ver las cosas con claridad, y con la fuerza de su gracia que no nos abandona tenemos que empeñarnos en hacer ese mundo mejor. Los que creemos en Jesús de ninguna manera podemos cruzarnos de brazos ante es injusticia que sufre nuestro mundo.

domingo, 27 de agosto de 2017

Es necesario que nos dejemos interpelar por Jesús para nos definamos ante El para ser verdadera levadura de nuestro mundo por nuestra fe y nuestro amor

Es necesario que nos dejemos interpelar por Jesús para nos definamos ante El para ser verdadera levadura de nuestro mundo por nuestra fe y nuestro amor

Isaías 22, 19-23; Sal 137; Romanos 11, 33-36; Mateo 16, 13-20
Alguna vez nos ha sucedido que charlando con un amigo, al que quizá apreciamos mucho y con el que tenemos gran confianza, de repente nos sorprende con una pregunta que parece que se sale de lo normal o es de cosas que ya damos por supuestas, pero que en la seriedad y sorpresa de la pregunta nos deja descolocados y en principio no sabemos ni cómo responder.
Y tú, ¿qué piensas de mi? ¿Cómo me ves? No es una pregunta retórica, se convierte en algo serio y de importancia porque nuestro amigo está esperando lo que le vamos a decir, qué es lo que le vamos a responder. En nuestra amistad y en nuestra confianza nos conocemos pero en un momento así no encontramos palabras para responder.  Probablemente comencemos con generalidades, pero la mirada sostenida de nuestro amigo nos quiere hacer decir más cosas, algo que salga de lo más profundo de nosotros, el concepto o la idea que nosotros tenemos de él.
No cuesta en ocasiones definirnos, o más bien, tratar de definir al otro, al amigo. Será el momento de expresar nuestro aprecio más profundo, de sacar esa verdad del otro que llevamos dentro de nosotros y que muchas veces no queremos definir. Seguro que después de esos momentos de sinceridad crecerá más nuestra amistad, el aprecio que sentimos por ese amigo y habrá unos lazos nuevos que nos unan en nuestra amistad.
Algo así les sucedió a los discípulos cuando Jesús los interpela con la pregunta ‘y vosotros ¿qué pensáis de mi?’ Jesús había estado de alguna manera buscando aquel momento, se los había llevado lejos muy al norte de Galilea, estaban ya casi rondando los territorios de Fenicia – por allí había estado en el episodio de la mujer cananea que contemplamos la semana pasada – ahora estaban en las cercanías de aquellas ciudades nuevas que Herodes o los gobernadores romanos habían hecho construir en honor del César, estaban por Cesarea de Filipo.
Ya hemos escuchado primero las divagaciones de las repuestas queriendo expresar lo que la gente pensaba de Jesús, que si era un profeta, que si era como Elías o alguno de los antiguos grandes profetas, que si era Juan Bautista que había vuelto a la vida, pero no llegaban al punto que Jesús quería preguntarles. Se sentían interpelados por Jesús y no sabían cómo responder. Estaban como descolocados. Por eso Jesús insiste, ‘vosotros, ¿qué pensáis de mi?’. Ya escuchamos a Pedro que será ahora el que primero salte y que hará una hermosa confesión de fe en Jesús. ‘Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo’. Y ya sabemos todo lo que Jesús fue diciéndoles luego.
Pero somos nosotros los que hoy nos sentimos interpelados. Es a nosotros a quien Jesús hace la pregunta. Somos los que tenemos que responder, pero no con palabras aprendidas de memoria que pueden sonar a divagaciones. Jesús busca la sinceridad de nuestra vida en nuestra respuesta. Lo que nosotros sentimos, lo que de verdad conocemos de Jesús, lo que significa realmente en nuestra vida. No puede ser que andemos de aquí para allá, como andaban aquellos discípulos tras de Jesús por los caminos de Galilea y de toda Palestina y realmente no supieran dar una respuesta a Jesús.
Hoy tenemos que sentirnos de verdad interpelados por Jesús; nos interpela en nuestra fe y en como la manifestamos. No podemos quedarnos en el recuerdo de un personaje histórico, por muy importante que haya sido; no nos podemos quedar en la exterior y comenzar a hablar de él, de sus milagros o de las cosas que hacia como si fueran anécdotas que recordamos y contamos; a estas alturas no nos podemos quedar en decir que es un misterio que no entendemos y no seamos capaces de dar más razón de lo que creemos, de lo que es nuestra fe.
Es importante la respuesta que nos demos porque eso marcará nuestro actuar y nuestra vida; no nos podemos quedar en aquello que muchos jóvenes dicen, es que es un amigo y lo es todo, porque seguro que Jesús quiere ser mucho más que todo eso, aunque él en el evangelio nos diga que nos llama amigos, porque no nos quiere siervos.
Muchas veces quizás nos preguntamos que es lo que pasa en nuestro mundo o en nuestra iglesia, porque a pesar de que seamos tantos los que decimos que creemos en Jesús no se termina de ver que seamos esa semilla, esa levadura que transforme nuestro mundo, esa sal que le de un saber nuevo a nuestra sociedad, siendo tantos los cristianos. Parecemos muchas veces cristianos sin sabor, sal o levadura que ha perdido su virtualidad que ya no produce los efectos que tendría que producir en la masa de nuestro mundo. Y es que quizás no nos hemos definido de verdad ante Jesús; no es solo que definamos a Jesús manifestando cual es su verdad, sino que nosotros nos definamos ante Jesús tomando autentica postura ante Él.
Es importante que nos sintamos interpelados, que sea de verdad una cuestión que incluso nos llegue a quitar el sueño, que sintamos que Jesús nos está haciendo esa pregunta para que nos definamos ante El. Y entonces con nuestra vida reflejemos de verdad lo que es nuestra fe, lo que significa Jesús en nuestra vida, lo que esa Buena Noticia del Reino que Jesús nos anuncia está en verdad produciendo en nosotros. Así somos cristianos tan fríos, tan poco comprometidos que no transformamos nuestro mundo como verdadera levadura en la masa.