miércoles, 29 de noviembre de 2017

Difícil es nadar contra corriente, pero ahí tiene que manifestarse nuestra madurez humana y nuestra fortaleza cristiana con nosotros está la presencia del Espíritu que Jesús nos prometió


Difícil es nadar contra corriente, pero ahí tiene que manifestarse nuestra madurez humana y nuestra fortaleza cristiana con nosotros está la presencia del Espíritu que Jesús nos prometió

Daniel 5,1-6.13-14.16-17.23-28; Salmo: Dn 3,62.63.64.65.66.67; Lucas 21,12-19

Qué difícil es nadar contra corriente; hay que estar muy fuerte y ser bien experto. En los caminos de la vida se nos hace difícil en ocasiones mantenerse en unos principios, fijar una postura en la vida y mantenerse fiel porque serán muchas las cosas que tratan de arrastrarnos por otros caminos, seremos vistos quizá como bichos raros por los que nos rodean, son tantas las influencias que recibimos de la sociedad que nos envuelve que en ocasiones nos hacen dudar de aquello que nos hemos planteado o del camino que hemos escogido. Pero ahí tiene que manifestarse nuestra madurez humana y nuestra fortaleza.
Nos sucede en nuestra vida cristiana; decimos que son las tentaciones que nos arrastran al pecado, pero es mucho más. Algunas veces incluso desde otros que se dicen cristianos también no entienden nuestras posturas y les parece que no tenemos que ser tan radicales y nos dirán que aflojemos el paso, que no nos tomemos las cosas tan a las bravas, que hay que ir consintiéndonos algunas cosillas porque no es para tanto, y la oposición entonces la encontramos desde dentro.
Y ya sabemos como en nuestra sociedad actual parece que todo lo que huela a religioso y cristiano es rechazado, incluso ridiculizado, nos trataran de hacer callar, y para ellos nuestros valores y nuestro pensamiento no tienen significado algo y se ven como cosas del pasado o de otros tiempos. Cualquiera puede opinar hoy en la sociedad en la que vivimos y escuchamos las propuestas mas dispares, pero cuando un cristiano quiere expresar su punto de vista, cuando la Iglesia trata de expresar lo que es el sentido del evangelio o de Jesús, eso ya enseguida se trata de acallar.
Cuando pensamos en las persecuciones no viene la imagen de los antiguos tiempo cuando los cristianos eran arrojados a los leones, o en tiempos más cercanos cuando eran metidos en la cárcel o fusilados. Cosas así siguen sucediendo, pero hay otras persecuciones más sutiles que pretenden acallarnos, ocultar el hecho religioso, desterrar todo lo que sea un signo cristiano y muchas otras cosas. En verdad intentan acosarnos, quitarnos de en medio, hacer desaparecer la religión o mirarlo a lo sumo como un hecho cultural de otro tiempo que hoy no tiene sentido.
Pero es ahí donde tenemos que manifestar nuestra fortaleza, nuestra madurez cristiana, nuestro valor. Es ahí cuando tenemos que recordar las palabras de Jesús como las que hoy escuchamos. Es ahí cuando tenemos que sentir dentro de nosotros la fortaleza del Espíritu Santo que Jesús nos prometió y está con nosotros siempre para ayudarnos en el camino de nuestra fe y de nuestra vida cristiana. No nos podemos acobardar, no nos podemos callar, no nos podemos encerrar tras los muros de nuestras iglesias; en ese mundo tenemos que seguir haciendo el anuncio del mensaje de Jesús; en ese mundo tenemos que dar nuestro testimonio cristiano; en ese mundo tenemos que vivir y proclamar nuestra fe.
‘Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro…’ nos dice Jesús. Y nos recuerda que ‘hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía’. Pero no hemos de tener miedo sino mantenernos firmes como nos dice Jesús: ‘ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas’.

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