viernes, 27 de noviembre de 2015

Aún en medio de tormentas y oscuridades hemos de ver cómo el Reino de Dios está cerca y hemos de hacerlo presente en nuestra mundo

Aún en medio de tormentas y oscuridades hemos de ver cómo el Reino de Dios está cerca y hemos de hacerlo presente en nuestra mundo

Daniel 7,2-14; Sal.: Dn 3,75.76.77.78.79.80.81; Lucas 21,29-33

A lo largo de todo este capitulo de san Lucas que hemos ido escuchando y reflexionando en esta última semana del año litúrgico Jesús nos ha hablado de tiempos difíciles que anuncian la destrucción de Jerusalén y su templo, de las persecuciones que por su nombre habríamos de sufrir a causa de su nombre y de las señales de los últimos tiempos.
Unos textos, aunque sean con un cierto tono apocalíptico que nos podrían llenar de temor, que nos ponen ante lo que en el catecismo y la teología llamábamos los novísimos para hacer referencia a la hora de nuestra muerte y del juicio de nuestra vida ante Dios. Pero como todo el Apocalipsis es un anuncio no para el temor sino para la esperanza; así tendríamos que leer también ese último libro de la Biblia llamado precisamente el Apocalipsis, cuyo verdadero significa como sabemos es Revelación.
Precisamente tras todos estos anuncios, ya casi en el final del capítulo, vemos que hoy nos dice Jesús que cuando veamos que suceden todas estas cosas, nos demos cuenta que el Reino de Dios está cerca. ‘Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios’. 
Hermosa consideración que nos hace Jesús. Vuelve a repetirnos lo que nos decía al comienzo del evangelio. Su primer anuncio recordamos era que creyéramos en la Buena Noticia que nos anunciaba porque llegaba el Reino de Dios. Ahora vuelve a repetirnos en medio de todos los anuncios que nos hace de lo que está por venir que llega el Reino de Dios, que el Reino de Dios está cerca, porque el Reino de Dios hemos de vivirlo dentro de nosotros también y especialmente en esas circunstancias difíciles.
Es lo que hemos de entender, aunque algunas veces se nos pueda hacer difícil. En medio de las tormentas y dificultades hemos de saber ver la presencia de Dios y ahí hemos de seguir reconociendo que El es el único Señor de nuestra vida, el único que nos da sentido pleno a aquello que estamos haciendo, a aquello que estamos viviendo.
Tenemos el peligro de desalentarnos, de enfriarnos espiritualmente cuando nos vienen las noches oscuras de la historia, de nuestra historia, de nuestra vida. Pero la luz de la presencia del Señor siempre está ahí, aunque nos pueda pasar desapercibida. Esa luz nunca nos falla porque siempre el Señor estará ahí junto a nosotros, es más llevándonos en las palmas de sus manos.
El nos dice que el cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras no pasarán. Y El prometió que estaría con nosotros hasta la consumación de los siglos; El nos prometió y nos envió la fuerza de su Espíritu que es nuestra fortaleza y nuestra vida. Vivamos y hagamos presente en nuestro mundo el Reino de Dios.


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