lunes, 22 de diciembre de 2014

Se abren los cielos y se desborda sobre nosotros la misericordia del Señor

Se abren los cielos y se desborda sobre nosotros la misericordia del Señor


‘Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque se ha fijado en la humillación de su esclava’.
Es el inicio del cántico de María, del Magnificat, que tantas veces hemos escuchado, meditado, orado. No nos cansamos de cantar con María las maravillas que el Señor hace en ella. Se siente pequeña, la humilde esclava del Señor, pero reconoce las maravillas de Señor, ‘la grandeza del Señor’. Sigue sintiendo que es su Salvador.
María siente que es como si desbordaran todos los torrentes del cielo que van inundando todos los corazones con el amor y la misericordia del Señor.  Ella es la primera que siente ese amor de Dios en ella, pero siente que a partir de este momento se desborda la misericordia del Señor para inundar los corazones de todos los hombres. 
Lo de menos es que todos vayan a felicitarla, porque ella todo lo revierte en Dios. ‘Su nombre es santo’. Es como diríamos hoy como una jaculatoria, pero es una aclamación, una invocación del nombre de Dios. ¿No decimos en el padrenuestro ‘santificado sea tu nombre’? Es lo que María ahora está haciendo.
Me recuerda esas como letanías de jaculatorias, de alabanzas a su Dios que los musulmanes van repitiendo continuamente; los hemos visto con una especie de rosario en sus manos y les vemos moviendo los labios repitiendo esas alabanzas a Dios. 
Es lo que María está haciendo, cuando reconoce las obras grandes que Dios está haciendo en ellas no le queda otra cosa que decir ‘su Nombre es santo’, santificado sea siempre el nombre del Señor; como nos enseñaría a decir san Ignacio de Loyola ‘todo para la gloria de Dios’.
Y es que ‘la misericordia del Señor llega a sus fieles de generación en generación… auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a favor de Abrahán y si descendencia para siempre’.
Sintamos esa misericordia del Señor; invoquemos esa misericordia del Señor; recordamos la promesa del Señor y el Señor siempre cumple sus promesas. Con confianza, con humildad porque no puede ser de otra manera. Solo los que con corazón humilde se ponen ante Dios van a ser enaltecidos, como canta también María.
Así queremos ponernos ante Dios en estos pasos finales de nuestra preparación para la navidad. 

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