miércoles, 24 de diciembre de 2014

Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria

Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria


‘Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria’. Es la primera antífona que se reza hoy 24 de diciembre en el Oficio Divino. Es el último anuncio de su venida, porque esta noche celebraremos la Navidad, celebraremos la venida del Señor y contemplaremos su gloria.
Pero seguimos esperando. Seguimos esperando porque todavía hoy estamos en Adviento. Seguimos esperando porque nuestra vida es un contínuo adviento. ¿No gritamos todos los días en la aclamación de la plegaria eucaristía ‘¡Ven, Señor Jesús!’? ¿No pedimos en la oración con la que prolongamos el padrenuestro cada día en la Eucaristía que ‘esperamos la venida de nuestro Salvador Jesucristo’?
Celebramos la venida del Señor y tenemos que hacer viva nuestra Navidad preparando todo nuestro corazón para que nazca Dios en nosotros y comencemos de verdad una nueva vida. Pero seguimos pidiendo que venga el Señor cada día a nuestra vida envuelta en problemas, tormentas, dificultades, luchas, tentaciones, pecados. Y queremos sentir cada día la presencia del Señor que nos fortalece, nos da vida, nos ayuda, nos hace sentir su gracia que nunca nos abandona.
Hoy en el evangelio hemos escuchado una vez más el cántico de Zacarías que tantas veces nos ha servido y nos sigue sirviendo de oración. Bendecimos a Dios que nos visita con su salvación, que cumple sus promesas y derrama su misericordia sobre nosotros. ‘Nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas… para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’.
Necesitamos esa luz, pedimos esa luz. Escuchamos a Juan, el profeta el Altísimo, que viene delante del Señor preparando sus caminos. Queremos preparar los caminos de nuestra vida. Queremos abrir caminos de Dios en nuestra vida. Queremos que el Señor llegue a nosotros con su salvación, con su misericordia, con su perdón, con su paz.
¡Cuánto lo necesitamos! Preparemos el corazón para que seamos en verdad morada de Dios en medio de los hombres. Hemos de ser testigos de la presencia de Dios en medio de nosotros, en medio de nuestro mundo que tanto necesita la paz que nos trae Jesús. Es el anuncio que esta noche vamos a escuchar; pero es el anuncio que nosotros también tenemos que hacer.

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