jueves, 3 de julio de 2014

Desde nuestras dudas buscamos una fe más madura con verdadero sentido eclesial



Desde nuestras dudas buscamos una fe más madura con verdadero sentido eclesial

Ef. 2, 19-22; Sal. 116; Jn. 20,24-29
Todos tenemos dudas, aunque nos cueste reconocerlo. Nos podría parecer que somos más débiles por tenerlas y hasta tememos que alguien nos llame rebeldes por hacernos preguntas; las ocultamos quizá no queriendo enfrentarnos a ese hecho porque quizá queremos  aparecer como muy seguros, o dejamos que vayan minando nuestra conciencia si no hay una búsqueda sincera que nos ayude a encontrar respuestas. Somos humanos y en nosotros no está la sabiduría perfecta que solo está en Dios, y aunque el Señor quiera revelársenos desde nuestras propias limitaciones nos cuesta muchas veces entender y encontrarnos con la verdad.
Las dudas y los interrogantes que se nos puedan plantear en cualquiera de los aspectos de la vida y sobre todo en este ámbito de la fe nos deben llevar a una búsqueda sincera que nos ayude a profundizar de verdad. Tendrían que conducirnos a una mayor madurez en la vida. Pero hemos de saber pedir la fe, dejarnos guiar y acompañar, dejar que la acción del Espíritu del Señor vaya actuando en nuestro corazón, tener humildad para abrirnos al misterio de Dios y caminar de mano de la Iglesia en esa búsqueda y en ese camino que queremos hacer.
Estamos celebrando hoy a Santo Tomás, el Apóstol; siempre nos fijamos en sus dudas y su querer pedir respuestas a lo que no entendía. Nos quedamos mucho en lo que el evangelio pone en sus labios de querer palparlo todo para comprobarlo y así creer, pero creo que no habría mirarlo siempre con un sentido negativo, porque además a nosotros nos han ayudado mucho sus dudas para también fundamentar bien nuestra fe.
Hemos de reconocer que santo Tomás es el paradigma del hombre inquieto que se hace preguntas. Ya en la cena pascual hay cosas que no ve claras y no termina de entender y por eso le pedirá a Jesús que le muestre el camino, que le muestre al Padre. Yo diría que es una expresión de la inquietud de un corazón que busca, que no quiere caminar ciegamente sino en la medida en que pueda comprender.
Lo mismo sucede ahora cuando el resto de los apóstoles le habla de que Jesús resucitado ha estado con ellos; ‘si no lo veo no lo creo’, se dice y le responde a los compañeros hablando de que quiere palparlo todo para estar seguro; él no ha tenido aun la experiencia de la resurrección del Señor y es comprensible que no termine de comprender que un muerto vuelva a vivir, a pesar de todo lo que Jesús lo había anunciado. Será necesaria esa intensa experiencia de encontrarse con Cristo resucitado para que proclame con toda intensidad su fe.
Creo que esta celebración del apóstol santo Tomás que hoy estamos viviendo podría ayudarnos mucho en este sentido; para que no tengamos miedo a nuestras dudas, pero para que tengamos la humildad y la valentía de buscar respuestas, de dejarnos conducir, de saber acudir también a la fe de la Iglesia que con la sabiduría de Dios por la fuerza del Espíritu nos puede ayudar a madurar en nuestra fe; creo que tendríamos que tener unos deseos grandes y profundos de profundizar más y más en nuestra fe; confiar en Dios y poner nuestra fe en El no es solamente cerrar los ojos para decir sí, sino abrirnos al misterio de Dios y a su Espíritu para que se nos vaya revelando en nuestro corazón.
Ya nos decía san Pablo en la carta a los Efesios que estamos ‘edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular’. Es la fe de la Iglesia, cuya una de sus características es precisamente la apostolicidad. Por eso tendríamos que tener ese deseo de conocer lo que es la fe de la Iglesia más y más. Porque no somos cristianos viviendo nuestra fe cada uno por su lado y a lo que a cada uno le parezca, sino que somos cristianos en esa comunión de la fe de la Iglesia, garantía segura de una auténtica fe en Jesús.
Pidámosle al Señor que crezca más y más nuestra fe; que el Espíritu del Señor nos ayude a disipar las dudas que puedan ir apareciendo en nuestro corazón para que cada día tengamos una fe más madura, más viva y más comprometida.

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