lunes, 2 de junio de 2014

Tened valor: Yo he vencido al mundo; no nos falta la fuerza del Espíritu



Tened valor: Yo he vencido al mundo; no nos falta la fuerza del Espíritu

Hechos, 19, 1-8; Sal. 67; Jn. 16, 29-33
Tras el largo diálogo de Jesús con los discípulos tras la cena pascual ahora les parece que comienzan a entenderlo y tienen la impresión de que va creciendo su fe en El. Han sido muchas las confidencias en las que Cristo les va abriendo su corazón con los anuncios que les hace y les parece entenderlo mejor. ‘Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones, le dicen… no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios’. Una hermosa confesión de fe en Jesús porque van descubriendo todo su misterio.
Pero aún seguirán las pruebas y las dudas. ‘¿Ahora creéis?’, les dice Jesús. Y parece una ironía, porque cuando parece que ellos se sienten seguros, Jesús les anuncia que se van a dispersar y vendrá la hora de la prueba. Quienes ahora escuchamos estas palabras del Evangelio tenemos la perspectiva de saber lo que realmente sucedió. Al salir de la cena, irán al huerto de Getsemaní, y ya sabemos todo lo que allí sucedió, que tras el prendimiento de Jesús por parte de Judas y sus secuaces, ‘todos le abandonaron y huyeron’.
Es lo que ahora les anuncia Jesús, pero se los dice para que estén preparados y a pesar de las pruebas que tendrán que pasar -  una referencia a la pasión de Jesús, pero una referencia también a lo que más tarde tendremos que sufrir todos los cristianos cuando no seamos comprendidos o incluso perseguidos -; ‘Está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mi me dejaréis solo’.
Podría parecer anuncios de fracaso, pero  no es así. Jesús nos garantiza la victoria, porque su muerte no fue una derrota, aunque pareciera que está abandonado de todos e incluso del Padre del cielo; recordemos su grito en la cruz: ‘¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?’ Pero Jesús les dice ahora ‘no estoy solo, porque está conmigo el Padre’. Recordamos que en la hora de la muerte se pone en las manos del Padre, ‘a tus manos encomiendo mi espíritu’, dirá.
Ahora les dice: ‘Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mi. En el mundo tendréis muchas luchas; pero tened valor: Yo he vencido al mundo’. La muerte de Jesús no es una derrota, sino una victoria. Y Jesús está con nosotros; tendremos muchas luchas, pero como  nos dice hoy, no perdamos la paz. ‘Para que encontréis la paz en mi’. Es necesario aprender bien lo que nos dice Jesús para que no perdamos la paz; es importante sentir siempre esa paz en el corazón, porque tenemos la seguridad y la certeza de su presencia a nuestro lado.
Ayer celebrábamos la Ascensión del Señor al cielo, pero recordamos cómo nos decía que no nos dejaba solos. En el evangelio de Mateo encontramos aquella afirmación: ‘Sabed que yo estoy con vosotros hasta la consumación del mundo’. Y nos viene bien recordar todos los anuncios que nos hace Jesús del envío de su Espíritu. Precisamente estamos en la semana que nos conduce a Pentecostés, a la celebración de la venida del Espíritu Santo. Es como una novena preparatoria lo que vamos haciendo en estos días, invocando una y otra vez que el Señor derrame su Espíritu sobre nosotros. Y así hemos de ir predisponiendo el corazón.
Hoy en la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, hemos visto llegar a Pablo a Éfeso donde se encuentra con algunos discípulos a los que pregunta si habían recibido el Espíritu Santo al aceptar la fe. Ellos le responden que ni siquiera han oído hablar de un Espíritu Santo. El bautismo que ellos habían recibido era solamente el de Juan el Bautista; se había mantenido encendida en ellos llama de la fe y de la esperanza de la llegada del pronto Mesías, pero aun no se les había anunciado plenamente. Es lo que Pablo ahora realiza para bautizarlos en el nombre de Jesús. Entonces reciben el don del Espíritu Santo. Allí permanecerá Pablo mucho tiempo anunciando el Reino de Dios y allí se formará una comunidad muy floreciente, que también tendrán que pasar por diversas pruebas pero se sienten fortalecidos con la presencia del Espíritu Santo en sus corazones.
Que sintamos así nosotros la fuerza del Espíritu Santo en nuestra vida. Tenemos la certeza de la victoria de Jesús de la que El nos hace participes. Invoquemos una y otra vez que se derrame abundantemente el Espíritu Santo en nuestros corazones.

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