miércoles, 4 de junio de 2014

Santifícalos en la verdad… por ellos me consagro yo, para que también ellos se consagren en la verdad



Santifícalos en la verdad… por ellos me consagro yo, para que también ellos se consagren en la verdad

Hechos, 20, 28-38; Sal. 67; Jn. 17, 11-19
Cuando uno escucha palabras amigas y amables de quien sabemos nos quiere sentimos una alegría grande en alma y al tiempo nos sentimos como más estimulados en nuestros deseos de superación para hacer que nuestra vida sea mejor, pero también para que seamos mejores con los demás.
Igual que nos agrada recibir o escuchar esas palabras amables y estimulantes, así tendríamos que aprender a hacerlo con los demás, con los que están cercanos a nosotros. Algunas veces nos cuesta hacerlo porque o bien nos fijamos más en los errores que los otros cometen o aparecen los orgullos, envidias, recelos y desconfianzas que nos hacen ser duros con los que están a nuestro lado y no llegamos a tener también con ellos esas palabras amables y buenas. Creo que sería algo que tendríamos que cuidar mucho.
Es lo que podrían sentir los discípulos cuando escuchaban aquella oración que Jesús estaba dirigiendo al Padre al final de la cena. Jesús mismo en su oración dice ‘ahora voy a ti, y digo esto en el mundo, para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida’. En la tristeza que estaban sintiendo en su corazón por el aire de despedida que tenía todo el ambiente de la cena pascual y lo que Jesús les iba anunciando, el escuchar y sentir que Jesús rogaba por ellos al Padre para que su fe no debilitara y se mantuvieran fieles, eran palabras que les llenaban el alma y que eran un fuerte estímulo en esos momentos.
Son muchas las cosas que va pidiendo por ellos; ya hoy habla de la necesaria unidad que tiene que haber entre ellos, pero más adelante en la oración insistirá más en ello (lo escucharemos y meditaremos mañana), pero les recuerda cómo el mundo los odia, como lo odiaron a El. Jesús ha cuidado de ellos y, como les dice, solo se ha perdido el hijo de la perdición en clara referencia a la traición de Judas. ‘Yo les he dado tu palabra y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo’, dice Jesús.
Y añade que no los saca del mundo sino que pide que el Padre los guarde del mal. Clara referencia al Espíritu Santo que desde el Padre les enviará que va a ser su fortaleza y su sabiduría para hacer frente a todas las asechanzas del mundo. ‘Santifícalos en la verdad… por ellos me consagro yo, para que también ellos se consagren en la verdad’.
Esto que está diciendo Jesús tiene clara actualidad en el mundo de hoy, en la situación que vivimos, donde no es comprendida la actuación de los cristianos ni es valorada la acción de la Iglesia. Bien vemos cómo el mundo que nos rodea juzga la vida de los cristianos y la vida de la Iglesia desde unos parámetros muy terrenos y muy mundanos. Y hemos de tener cuidado nosotros de que no nos contagiemos de ese espíritu del mundo y también nuestros juicios sean como los del mundo. No entienden muchos el sentido sobrenatural y de gracia que vivimos los cristianos y que está en el actuar de la Iglesia, y muchos no ven sino intereses turbios o materialistas en todo lo que hacemos.
Cuando no se tiene la óptica de la fe, se pierde el sentido espiritual y de trascendencia que nosotros podamos dar a nuestra vida y a lo que hacemos, o lo que hace y vive la Iglesia. Como el mundo que nos rodea vive solo empujado por ganancias terrenas y materiales no se entiende que esos no sean los criterios de actuación con que nosotros actuamos desde nuestra fe; como se vive en un mundo tan materializado, lo espiritual que nos eleva y nos hace mirar las cosas desde otra perspectiva más trascendente, lo que es la búsqueda de la santidad es difícil de entender.
Y como no nos entienden lo que nosotros podamos hacer no vale, para ellos no tiene sentido. No olvidemos que vivimos rodeados por un mundo de ateismo y que o ha prescindido de Dios o no quiere tener presente a Dios en su vida. Pero no hemos de temer ni tampoco dejarnos contagiar por esos criterios.
Jesús ora al Padre por nosotros, para que mantengamos nuestra fidelidad; por eso hablar de consagrarnos en la verdad. Por eso Jesús nos ha venido prometiendo la fuerza del Espíritu Santo, que nosotros siempre, pero ahora en estos días de manera especial invocamos.

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