jueves, 5 de junio de 2014

La oración de Jesús para que seamos uno nos compromete a que nos amemos más y vivamos en auténtica comunión



La oración de Jesús para que seamos uno nos compromete a que nos amemos más y vivamos en auténtica comunión

Hechos, 22, 30, 23, 6-11; Sal. 15; Jn. 17, 20-26
Cuando dos personas se tienen verdadero aprecio y se crea una relación de amistad profunda entre ellos es normal que a esas personas les guste estar juntos, que compartan muchas cosas y que aquello bueno que le sucede o vive cualquiera de los otros trate de hacérselo partícipe al amigo a quien se quiere, bien porque se lo comuniquemos o bien porque desee que su amigo viva también esa bonita experiencia por la que haya pasado.
Esto que vivimos en la vida de forma natural cuando hay verdadera amistad y sinceridad es algo así como lo que hoy Jesús nos manifiesta en el evangelio. El quiere hacernos partícipes de su vida, del gozo íntimo y profundo que vive en su unión con el Padre y que quiere que sus discípulos a los que ama profundamente lo vivan también con El. Es el deseo que manifiesta en su oración y es lo que le está pidiendo al Padre para sus discípulos y para cuantos creen en El.
‘Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas antes de la fundación del mundo’. Quiere tenernos Jesús junto a sí, para que también contemplemos y disfrutemos de su gloria. Ya anteriormente nos había dicho que en la casa del Padre hay muchas estancias - es una forma de hablar para que nos entendamos - y El va a prepararnos sitio, porque volverá y nos llevará con El.
Quiere Jesús que haya una profunda unión con El, para que luego seamos capaces de vivir también esa comunión entre todos nosotros los que creemos en El. ‘Ruego… para que todos sean uno, como Tú, Padre en Mí y yo en Ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado’.
Es algo en lo que insiste Jesús en su oración y que de alguna manera es insistirnos a nosotros para que lo vivamos así. Nuestra unión y comunión va a ser signo y reflejo de lo que es la unión que hay en Dios, hay en la Santísima Trinidad. Pero será algo en lo que realmente tenemos que comprometernos seriamente porque tiene que manifestarse como signo ante el mundo de nuestra fe, y del amor que Dios nos tiene. ‘Que sean uno como nosotros somos uno: en ellos y Tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que Tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí’.
Quiere el Señor hacernos partícipes de su amor como del amor que le tiene el Padre. Escuchando esto que nos manifiesta todo el amor que Dios nos tiene tendríamos que mostrarnos las personas más felices del mundo. Es lo que decíamos al principio y que poníamos como un punto de partida para nuestra reflexión. Cómo nos busca el Señor, cómo nos ama y quiere hacernos participes de toda la dicha y felicidad que se vive en Dios. Es hacernos partícipes del cielo.
Es muy hermoso y tenemos que tomárnoslo muy en serio. Nuestra falta de comunión, nuestra desunión, nuestros enfrentamientos y falta de amor y de unidad entre nosotros se convierte en un contrasigno ante el mundo. Y hablamos de esa falta de amor y de comunión que se manifiesta tantas veces en nuestra convivencia de cada día cuando no nos aceptamos ni respetamos, cuando andamos con nuestras desconfianzas y recelos, cuando nos corroe la envidia por dentro, cuando nos comportamos de una forma egoísta en nuestra relación con los demás porque solo pensamos en nosotros mismos.
Pero cuando estamos hablando de esta falta de comunión estamos pensando también cuando los cristianos que creemos en un mismo Jesús sin embargo andamos vividos y enfrentados. Es triste y dura la ruptura y división que hay entre los cristianos a los que nos ponemos distintos adjetivos para remarcar nuestras diferencias y se ha producido esa ruptura del Cuerpo de Cristo en la división de las Iglesias.
Jesús está orando para que haya esa unidad entre todos nosotros porque además será el mejor signo para atraer a los de fuera para que se acerquen a Cristo y alcancen también la salvación. Tendrá que ser una oración intensa que también tenemos que hacer pidiendo al Espíritu Santo que es Espíritu de comunión que nos congregue a todos en unidad y comunión. Pidamos ese don de la unidad con la fuerza del Espíritu ahora que nos disponemos a vivir Pentecostés.

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