martes, 13 de mayo de 2014

También nos preguntamos en nuestro interior quién es Jesús para crecer cada día más en nuestra fe



También nos preguntamos en nuestro interior quién es Jesús para crecer cada día más en nuestra fe

Hechos, 11, 19-26; Sal. 86; Jn. 10, 22-30
‘¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo abiertamente’. Es la pregunta insistente que se hacen los judíos y que le hacen continuamente a Jesús. El evangelio de Juan de alguna manera está tejido sobre esta pregunta. ‘Tú,  ¿quién eres?’ De una forma o de otra es una pregunta que se repite y el evangelio de Juan tiene como finalidad dar respuesta a esta pregunta. No en vano el evangelio es como una catequesis con la que el evangelista trata de trasmitir el mensaje de Jesús. En el final del evangelio se nos dirá: ‘Todas estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que creyendo tengáis en El la vida eterna’.
La primera vez que se hace esta pregunta es a Juan el Bautista, ‘tú, ¿quién eres?’, le preguntan los enviados desde Jerusalén. Pero luego a lo largo del evangelio de una forma u otra se repite esta pregunta en relación a Jesús. ¿Será o no será el Mesías?
Las  mismas afirmaciones que algunos personajes como Nicodemo, que dice que tiene que ser un hombre que viene de Dios y Dios está con él para hacer las obras que hace, o la samaritana que le reconocerá como el profeta que va a dar o está dando respuesta a las preguntas más hondas que ella misma se hace, son una forma de manifestar cómo esa pregunta está en el interior de cada uno. Como lo está también en nuestro interior, porque en fin de cuentas queremos manifestar de forma clara nuestra fe que es respondernos también a quién es Jesús y quien es Jesús para nosotros.
Ahora la preguntan a Jesús que les ha hablado de que es el Buen Pastor al que hay que seguir, que se manifieste claramente. Jesús les dice que las obras que hacen están dando testimonio y lo que es necesario es tener fe, creer, para reconocerle, escucharle y seguirle. ‘Os lo he dicho y  no creéis’, les dice. Cuando cerramos los ojos y el corazón al misterio de la fe, difícil nos será reconocer el misterio de Dios que se nos manifiesta. Hemos de saber asombrarnos ante las maravillas que se realizan ante nuestros ojos, pero algunas veces nos acostumbramos y entramos en rutinas y frialdades, nos entra la indiferencia y la desconfianza y no podremos llegar a reconocer ese misterio de Dios que llega a nuestra vida.
Hoy en la vida queremos darnos explicaciones para todo o con la ciencia creemos que todo está explicado, no somos capaces de asombrarnos ante el misterio o nos creemos tan grandes y tan sabios que no queremos calibrar bien todo lo que es la inmensidad del misterio de Dios, y perdemos también un sentido de trascendencia porque lo reducimos todo a lo material y terreno; lo que hace referencia a lo espiritual y religioso lo relegamos a un segundo término y eso nos hace perder la autentica profundidad de nuestro ser y de todas esas ansias de perfección y eternidad que llevamos impresas en el alma. Perdemos el sentido de la fe.
Les costaba a los judíos reconocer a Jesús y reconocer el testimonio de las obras que hacía. ‘Os lo he dicho y no creéis: las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí…’ A los creen y le siguen, Jesús les da la vida eterna. Como recordábamos que se nos dice el final del evangelio ‘para que creyendo tengáis en El la vida eterna’.  Si creemos Jesús, como el Hijo de Dios y nuestro Salvador, tenemos la seguridad de que El Señor estará para siempre con nosotros, de nuestra parte; en Jesús alcanzamos la salvación;  en Jesús alcanzamos la vida eterna. ‘No perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano’, nos dice Jesús.
Por eso es tan importante que cultivemos y cuidemos mucho nuestra fe. Siempre hemos de estar en el deseo de que crezca más y más, la vivamos con más intensidad, tratemos de conocer con mayor profundidad la vida de Jesús para así llenarnos más de su vida. No podemos decir que ya nos lo sabemos todo. Eso sería orgullo y un camino que está expresando bien que crecemos en ignorancia. Si con fe y con humildad nos acercamos al Evangelio, invocamos al Espíritu Santo para que nos ilumine por dentro seguro que iremos descubriendo cada vez más cosas, sentiremos cómo el Señor nos habla en nuestro interior y se nos va revelando más y más en nuestro corazón. Y podremos sentir ese gozo de la fe, ese gozo de sentirnos cada día más cerca de Dios y más llenos de su gracia y de su amor.

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