Jesús nos da su paz que siembra inquietud en nuestro corazón
Hechos, 14, 18-27; Sal. 144; Jn. 14, 27-31
‘La paz os dejo, mi
paz os doy: no os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni
se acobarde’. Buen
momento para escuchar estas palabras de Jesús. Buen momento en el que fueron
dichas y buen momento para nosotros escucharlas ahora. Siempre la Palabra del
Señor es una Palabra viva y actual.
Para comprender bien las palabras de Jesús es bueno
situarnos en el momento concreto en que fueron dichas; pero para aplicarlas
bien a nuestra vida también hemos de considerar el momento y la situación anímica
y espiritual en que estamos nosotros cuando las escuchamos. Ahí entra nuestro
yo, nuestra vida, o también las circunstancias que vivimos en el momento actual
ya sea nosotros o nuestra sociedad. Es que siempre la Palabra del Señor que
escuchamos viene a iluminar de una manera concreta nuestra vida.
El momento que vivian los apóstoles en medio de la cena
pascual era tenso, por lo que había ido anunciando el Señor y también por la
manera en que se iban desarrollando los distintos acontecimientos. Había sido
momento de gran emoción y de gran impacto el principio de la cena pero también
el milagro de amor que Jesús les había regalado al instituir la Eucaristía.
Pero en la mente de todos estaba lo anunciado por Jesús y se podían intuir
momentos oscuros que ahora sabían a despedida.
Es entonces cuando Jesús les dice que les da la paz y
que no se acobarden ni se llenen de miedo por lo que vaya a suceder; ya
anteriormente les recordaba que todo estaba anunciado, no solo por lo que
habían dicho los profetas, en referencia sobre todo al siervo de Yahvé como
hablaba Isaías, sino también por lo que Jesús les había dicho. Ahora era
necesario no perder la paz en el corazón. ‘La
paz os dejo, mi paz os doy, aunque no la doy como la da el mundo’. La paz
que Jesús quiere darnos es algo bien distinto y bien hondo en el alma.
Muchas veces a lo largo del evangelio había sonado ese
mensaje de paz, desde su nacimiento, o cuando curaba a los enfermos o perdonaba
a los pecadores a los que enviaba con su paz; también nos llamaría dichosos si
trabajamos por la paz. Más tarde, resucitado, ese será siempre su saludo y lo
que signifique su presencia.
Con Jesús a nuestro lado, presente en nuestra vida, no
nos tiene que faltar la paz. No nos puede faltar la paz porque con Jesús
siempre nos sentimos amados y perdonados; y ésa sí que es una paz grande que
podemos sentir en el alma; pero con Jesús a nuestro lado no podemos perder la
paz aunque sean grandes los tormentos y los sufrimientos que podamos padecer,
porque en medio de todo eso en Jesús podemos encontrar un sentido y un valor.
La paz que Jesús nos da es una paz llena de vida, por
eso no podemos decir que es la paz de los muertos, porque Jesús nos da su paz
pero siembra inquietud en nuestro corazón; Jesús nos da su paz y despierta la
sensibilidad de nuestra vida para detectar allí donde hay sufrimiento y nos
impulsará a ir junto a esas personas que sufren con el bálsamo de nuestra presencia
y de nuestro amor; Jesús nos da su paz, pero es una paz que nos compromete,
porque no deja que nos quedemos con los brazos cruzados ni ante la necesidad
de los otros ni ante la injusticia que daña a nuestro mundo, nos puede dañar a
nosotros o daña a los demás; la paz que nos da Jesús nos impide cerrar los ojos
y los oídos ante el grito de los débiles, de los que son manipulados, o de
aquellos a los que se pretende anular con discriminaciones injustas.
Es una paz distinta la que nos ofrece Jesús por eso en
otra ocasión nos dirá que ha venido a traer fuego a la tierra de nuestros
corazones y lo que quiere es que prenda y arda. Es que mirando a Jesús nuestro
corazón se tiene que caldear con el
fuego de su amor que será purificador de nuestras insensibilidades y egoísmos,
pero que al mismo tiempo ha de provocar un incendio que purifique y renueve
nuestro mundo.
Miremos nuestro mundo y miremos nuestra vida y nos
daremos cuenta que necesitamos esa nueva paz que nos quiere dar Jesús. Señor,
danos siempre de tu paz y que nuestro corazón arda en amor por ti y por
nuestros hermanos.
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