lunes, 5 de mayo de 2014

Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que El ha enviado



Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que El ha enviado

Hechos, 6, 8-15; Sal. 118; Jn. 6, 22-29
‘Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se  embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús…’ La gente busca a Jesús. ¿Por qué lo buscan? En la tarde anterior allá en el descampado Jesús había realizado un gran signo. Con cinco panes de cebada y dos peces Jesús había dado de comer a una multitud inmensa recogiendo incluso luego doce canastas de trozos de pan después que toda aquella multitud había comido. Habían intentado hacerlo rey, Jesús se había escondido en la montaña mientras los discípulos atravesaron en barca el lago no sin los contratiempos del viento en contra y la aparición de Jesús caminando sobre el agua.
Ahora aquella gente que se había quedado en el descampado con unas barcas que aparecieron por allí llega a Cafarnaún buscando a Jesús. ‘Maestro, ¿cuándo has venido?’, le preguntan. Lo que da pie a preguntas que también les hace Jesús.
¿Por qué buscan a Jesús? Y la pregunta podría ser también para nosotros, ¿por qué buscamos a Jesús? No es ocioso que nos hagamos la pregunta también. ¿Buscaba aquella gente a Jesús porque habían comido gratuitamente pan hasta hartarse? Nos gusta el milagro fácil que nos resuelva los problemas sin tener que poner mucho esfuerzo por nuestra parte. ¿Buscaba aquella gente a Jesús porque en lo sucedido habían visto un signo, una señal de lo nuevo que Jesús quería ofrecerles?
Repetidamente Jesús en su predicación había comenzado invitando a la conversión del corazón porque llegaba una Buena Noticia. ¿Lo que allí había sucedido era para aquella gente un signo de esa Buena Noticia que se iba a realizar? No siempre sabemos leer los signos, descubrir las señales que aparecen delante de nosotros anunciándonos algo nuevo. Ya Jesús en algún momento les dirá en el evangelio que saben ver si va a hacer calor o va a llover según sean los vientos o los bochornos, pero que no saben leer los signos de los tiempos de algo más profundo que está por suceder.
‘Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, el que os dará el Hijo del Hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios’. Comienza a anunciarnos Jesús cómo El es el verdadero alimento de nuestra vida. Sabemos que en Jesús encontramos gracia y encontramos la salvación. Es Jesús el que nos conduciendo por caminos de plenitud. Por eso como tanto hemos repetido tenemos que saber escuchar a Jesús, querer escuchar a Jesús para conocerle más y más y para llenarnos de su vida.
Ahora aquí en Cafarnaún Jesús nos va a enseñar cómo quiere alimentarnos El, como quiere hacerse vida nuestra y cómo hemos de comerle. Será lo que en días sucesivos iremos escuchando y meditando. Importante es que pongamos toda nuestra fe en Jesús. Alguien puede ofrecernos cosas hermosas y grandiosas, pero si no nos fiamos de esa persona difícilmente vamos a aceptar eso que nos ofrece. Por eso es necesaria nuestra fe en Jesús.
Cuando la gente le pregunta cómo han de saber lo que Dios quiere para sus vidas, por ahí va  la respuesta. ‘¿Cómo podremos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?’ le preguntan. Y Jesús responderá: ‘Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que El ha enviado’, o sea, que creamos en Jesús. Creyendo en Jesús tendremos vida porque tendremos la salvación. Creo que eso lo podemos tener muy claro, más aún después  de lo que hemos venido celebrando en el misterio pascual y contemplando la entrega de Jesús hasta la muerte para ser nuestro salvador.
¿Por qué buscamos a Jesús?, nos preguntábamos desde el principio de nuestra reflexión. Buscamos a Jesús porque por la fe que tenemos en El tenemos asegurada la vida eterna, la salvación; vida eterna y salvación que llegaremos a vivir si por esa fe que tenemos en Jesús nos dejamos conducir por su palabra y nos alimentamos de su gracia, de esa gracia salvadora que El continuamente nos ofrece. Que crezca más y más nuestra fe en Jesús, para que crezcamos en una auténtica vida cristiana.

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