viernes, 14 de marzo de 2014

Vete primero a reconciliarte con tu hermano...



Vete primero a reconciliarte con tu hermano sofocando esas llamaradas de amor propio que puedan surgir dentro de ti

Ez. 18, 21-28; Sal. 129; Mt. 5, 20-26
‘¿Acaso quiero yo la muerte del malvado - oráculo del Señor - y no que se convierta de su camino y viva?... cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida… ciertamente vivirá y no morirá’. Hermoso el mensaje que nos ofrece el profeta de parte del Señor. ‘Oráculo del Señor’, nos dice.
Por eso podíamos rezar en el salmo acogiéndonos a la misericordia del Señor. ‘Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?’ Es cierto que el que se siente abrumado por su pecado, por lo mal que haya hecho y piensa que para él no habrá perdón, es como para volverse loco. Está en nuestro corazón la esperanza del amor de Dios que nos perdona y nos da paz. ‘Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos’. Fijaos qué hermoso, nos habla de ‘la redención copiosa’; no es cualquier medida ni una medida a la que pongamos límites, es copiosa, abundante, generosa, como generoso e infinito es el amor de Dios.
En el evangelio se comienza a hablarnos del amor; serán muchas las ocasiones en que se nos hablará de nuestro amor a los otros, en este camino que vamos haciendo en la cuaresma. Hoy se nos invita a la reconciliación y a vivir con unas actitudes positivas hacia los demás, evitando todo lo que sea negativo en nuestras palabras, en nuestras actitudes o en nuestras acciones. Y se nos está señalando cómo hemos de comenzar a expresar ese amor y esos deseos de reconciliación sin esperar que sea el otro el que comience.
Primero nos dice que hemos de evitar todas las palabras que puedan ser ofensivas a los demás. Nunca una palabra fuerte, salida de tono, hiriente o despreciativa hacia los otros. Parecen cosas muy elementales que hasta podríamos pensar por educación para una digna relación humana entre unos y otros.
Pero quienes hemos hecho opción por el amor de manera que es nuestro distintivo no se puede permitir de ninguna manera una  palabra que pueda herir al otro, porque estoy hiriendo a un hermano. Y esta es una tentación fácil en la que podemos caer casi sin darnos cuenta, por ese lenguaje tan burdo que hoy utilizamos y en el fácilmente salen esas palabras o esas actitudes descalificativas hacia los demás. Seamos sinceros y analicemos bien las palabras que usamos en nuestras conversaciones y sobre todo cuando nos parece estar dolido por algo contra alguien, démonos cuenta de las palabras que empleamos y las descalificaciones.
Pero nos pide algo más Jesús. ¿Cómo nos podemos atrever a presentarnos delante del Señor queriendo decir que le amamos y que le ofrecemos no sé cuantas cosas cuando tenemos cosas pendientes con los hermanos que nos rodean? ‘Vete primero a reconciliarte con tu hermano’, nos dice Jesús. No puedo estar esperando a que el otro venga. Eso es lo que yo quisiera para subirme en el pedestal de los que somos buenos y perfectos y por compasión ahora perdonamos a ese pobre que no le queda mas remedio que reconocer su fallo. Una postura así dista mucho de ser una postura cristiana. Lo que nosotros tenemos que hacer es ir a buscar a ese hermano para reconciliarme con él, aunque cueste y tenga que sofocar las llamas de amor propio que puedan surgir dentro de nosotros, para poder presentarme con un corazón más puro y limpio y más lleno de amor ante el Señor. Nos lo dice claramente hoy Jesús en el evangelio.
Es que el amor siempre se adelanta, por eso mismo que es amor. El amor es generoso y siempre estará buscando la paz y la felicidad del otro. El amor verdadero no me permite quedarme pasivamente esperando a ver qué es lo que el otro hace, sino que el verdadero amor toma siempre la iniciativa, inicia el camino, va al encuentro del otro, nos ayuda a encontrar la paz verdadera en el corazón. Y no hay paz más hermosa que la que sentimos después de dar los pasos que nos han llevado a la reconciliación. Mucho tendríamos que reflexionar sobre todo esto y muchas posturas nuevas y valientes habremos de tomar desde lo más hondo de nuestro corazón.

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