miércoles, 12 de marzo de 2014

Dios va dejando muchas señales de su llamada a la conversión en las mismas cosas que nos suceden



Dios va dejando muchas señales de su llamada a la conversión en las mismas cosas que  nos suceden

Jonás, 3, 1-10; Sal. 50; Lc. 11, 29-32
‘Los hombres de Nínive se alzarán contra esta generación… porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás’, les dice Jesús a los  judíos de su tiempo, a quienes estaba dirigida esta predicación. Pero de entrada me pregunto si también nos lo está diciendo a nosotros - es Palabra que Dios nos dirige hoy a nosotros es la seguridad y la certeza que hemos de tener cuando escuchamos su Palabra - porque también tenemos a alguien mayor que Jonás y no terminamos de dar la respuesta de conversión que nos pide el Señor.
Hemos escuchado en la primera lectura unos versículos que nos vienen a resumir muy bien lo que fue la predicación de Jonás en Nínive y la respuesta de los ninivitas. Previamente todos conocemos algo de la historia de Jonás. El Señor lo había llamado con la misión de ir a Nínive, pero se embarcó en dirección opuesta. Tuvo miedo, se sintió sin fuerzas para cumplir la misión que Dios le encomendaba y huyó.
En el relato completo de la profecía de Jonás se nos narra todos los hechos extraordinarios que se fueron sucediendo, la tempestad en el mar, el ser arrojado por la borda del barco, el cetáceo que se lo traga y a los tres días lo devuelve vivo y sano a tierra, y la reflexión que se hace Jonás para comprender que no puede abandonar la misión que Dios le ha confiado.
Todo eso que le sucedió a Jonás Jesús lo muestra como un signo para el pueblo que le escucha y también se sientan movidos a la conversión. Cuando contemplamos las maravillas que realiza el Señor tendríamos que ver en ellas esos signos y señales que el Señor está poniendo a nuestro para así sentir esa llamada que sigue haciéndonos para que nos convirtamos a El.
Dios sigue llamándonos en el hoy de nuestra vida; también va dejando muchas señales de su presencia y de su llamada a la conversión en aquellas mismas cosas que nos suceden y que tenemos que saber distinguir muy bien. Se ha de despertar en nosotros la fidelidad para seguir los caminos del Señor, pero también la apertura de nuestro corazón, de nuestra vida para aceptar y escuchar a Dios en nuestra vida. Se ha de despertar, sí, nuestra fe para descubrir esas señales de Dios y cuánto Dios hace continuamente por nosotros. Somos muy fáciles para pedirle milagros al Señor, pero luego no sabemos sentir ese milagro de la gracia divina que nos llama, que nos fortalece, que nos renueva, que nos guía, que va moviendo nuestro corazón.
En lo que le sucedió a Jonás y en lo que al final supo él descubrir esas señales de llamada de Dios a la que había de responder con fidelidad, fueron hechos y acontecimientos duros y dolorosos, como ya hemos hecho mención más arriba. Muchas veces nosotros nos vemos envueltos en la vida por hechos o acontecimientos que quizá nos hacen sufrir, que nos producen un malestar o una inquietud en nuestro corazón, pueden aparecer en nuestra vida cosas dolorosas no tanto en lo físico como puedan ser todas nuestras limitaciones y enfermedades, sino también espiritualmente.
Tratemos de sacar la lección, descubrir la llamada del Señor a través de esos hechos y que de ahí poniendo a tope nuestra fe salgamos en verdad fortalecidos y renovados totalmente en nuestra vida. Muchas de esas cosas que nos suceden, como decíamos incluso desagrables y dolorosas, pueden ser avisos y llamadas del Señor a las que tenemos que responder. Seguro que si nos dejamos conducir por el Espíritu del Señor saldremos bien renovados en nuestra vida y con unos deseos cada vez más grandes de santidad.
Ahí está la gracia del Señor que nos llama y mueve nuestro corazón. Dejémonos conducir para que lleguemos a vivir en verdad la pascua del Señor y nos llenemos de nueva vida, vida de gracia y de santidad. Es la tarea que en este camino de Cuaresma hemos de ir realizando. Abramos los ojos de la fe; abramos nuestro corazón al amor del Señor.

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