martes, 25 de febrero de 2014

Hay cosas que solo se pueden entender desde el amor y nosotros aprendemos mirando a Jesus



Hay cosas que solo se pueden entender desde el amor y nosotros aprendemos mirando a Jesús

Sant. 4, 1-10; Sal. 54; Mc. 9, 29-36
Hay cosas que solo se pueden entender desde el amor; cuando entendemos bien lo que es amar, como esa donación profunda que uno es capaz de hacer de si mismo, porque uno también estaría dispuesto a vivir un amor así, podemos comprender  la entrega de las almas grandes que se dan y que se entregan, que no temen incluso el sufrimiento y la muerte en nombre de ese amor.
Jesús va con sus discípulos atravesando Galilea y no quiere que la gente se entere de su paso porque quiere aprovechar para ir instruyendo a los discípulos más cercanos, aquellos que un día escogerá como los Doce Apóstoles, porque a ellos les va a confiar una misión muy especial. Aprovecha para anunciarles incluso todo aquello que le va a suceder, pero todavía el grupo de los discípulos no son capaces de entender lo que Jesús les está diciendo.
Jesús les decía que ‘el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto a los tres días resucitará. Pero  no entendían aquello y les daba miedo preguntarle’. Qué difícil resulta entender lo que sea dolor y sufrimiento; cuanto nos cuesta enfrentarnos al hecho de la muerte. Nos sucede cada día cuando nos aparecen en la vida los dolores y los sufrimientos y reaccionamos o rebelándonos contra quien sea por ese sufrimiento o tratamos de resignarnos muchas veces con amargura en el alma. Jesús les habla de su pasión y les anuncia su muerte, pero ellos no son capaces de entender; menos van a entender lo de que ‘después de muerto a los tres días resucitará’.
¿Cómo van a entender todo esto de que les habla Jesús, que es de alguna manera hablarles de una entrega de amor que le llevará hasta la muerte? Fijémonos en qué iban discutiendo por el camino acto seguido incluso de los anuncios que Jesús les ha hecho. ‘Una vez en casa, Jesús les preguntó: ¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante’. Había muchos resabios aún en su corazón de orgullos y de ambiciones de grandezas; no podían entender lo que significase sacrificio y entrega que pudiera significar de alguna manera pérdida para ellos. No podían entender, entonces las palabras de Jesús.
Y Jesús pacientemente les explica una vez más. ‘Se sentó, llamó a los Doce y les dijo: Quien quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos’. Es necesario pasar por el camino del amor que nos lleva al servicio, aunque en esa actitud de servicio podamos parecer los últimos. Lo importante, la grandeza la encontramos en el amor. Desde el amor aprenderemos a ser servidores de los demás.
Aprendiendo esto podemos entender lo que significa el sacrificio de Jesús que le lleva a la pasión y a la muerte. Todo se centra en el amor. Jesús es la mayor manifestación de lo que es el amor de Dios por nosotros. Como tantas veces hemos recordado ‘tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo único’. Al contemplar la pasión y la cruz que Jesús anuncia no estamos haciendo otra cosa que contemplar el amor, y solo desde el amor lo podemos entender.
Hay cosas que solo se pueden entender desde el amor, decíamos al principio de la reflexión. Solo desde el amor podemos entender el sufrimiento de la pasión de Jesús que le lleva a la cruz y a la muerte, como hemos dicho; solo desde el amor podemos entender y darle valor y sentido al dolor y al sufrimiento que nos va apareciendo en nuestra vida. Solo desde el amor comprendemos la entrega y el sacrificio de las almas grandes que son capaces de olvidarse de sí mismas para hacer el bien, para trabajar por los demás.
Y nosotros los cristianos no vamos por la vida queriendo hacer el bien y darle sentido a todo desde un amor cualquiera. Nuestro modelo y nuestra fuerza están en Jesús, está en el amor de Dios que se nos manifiesta en Jesús. Así contemplando a Jesús aprendemos a darnos y a ser capaces de ser los últimos, los servidores de todos. Que el Espíritu del Señor nos haga comprender lo que es el verdadero amor y nos dé la fortaleza que necesitamos para amar de esa manera  sin temor a hacernos los últimos para estar siempre en esa actitud de servicio hacia los demás. No olvidemos que Cristo resucitó y es un signo de la vida nueva que desde el amor nosotros vamos a alcanzar.

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