viernes, 1 de marzo de 2013


Un propietario plantó una viña ¿daremos frutos?

Gen. 37, 3-4.12-13.17-28; Sal. 104; Mt. 21, 33-34.45-46
El comienzo de la parábola que nos propone hoy Jesús en el evangelio nos recuerda el canto de amor de mi amigo a su viña que nos trae el profeta Isaías, que habremos escuchado en alguna ocasión. ‘Mi amigo tenía una viña en fértil colina. La cavó y la despedregó, plantó cepas selectas, levantó en medio una torre y excavó también un lagar. Esperaba uvas, pero dio agrazones…’ Es de lo que nos habla Jesús para hablarnos del Reino de Dios y de la respuesta que nosotros damos a su amor. El propietario preparó su viña dotándola de todo lo necesario para poder obtener unas buenas cosechas y la confió a unos labradores.
Si tenemos una viña es porque queremos recoger sus frutos. Es lo que esperaba aquel propietario y como nos narra la parábola envió a sus criados a recoger los frutos y hasta finalmente envió a su propio hijo. Ya hemos visto lo que hicieron con unos y con el otro. Mucho nos quiere decir el Señor. Como dice al final el evangelista ‘los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos’. Una primera explicación que siempre hacemos de la parábola es ver reflejada la historia de la salvación y lo que finalmente hicieron con Jesús. El Padre  nos envió a su Hijo y sabemos como terminó clavado en una cruz.
La imagen de la viña, como bien sabemos, es algo que se repite a lo largo de la Biblia; ya lo hemos visto con la mención que hacíamos al profeta. Pero Jesús también nos hablará de que quiere que demos fruto y fruto abundante. El próximo domingo, tercero de Cuaresma, en este ciclo nos hablará de la higuera a la que su propietario viene a buscar fruto. Pero también recordamos que Jesús nos hablará de la vid y de los sarmientos para hablarnos de nuestra necesaria unión con él, pero también nos hablará de la poda para desechar los ramajes inútiles e inservibles para poder obtener mejores frutos.
Por eso la lectura que tenemos que hacer del mensaje de la parábola tenemos que aplicárnoslo a nosotros mismos. Cuánto nos ha regalado el Señor desde que nos dio la vida y a lo largo de nuestra existencia cuántas gracias hemos recibido de El. Cada uno tendría que recordar su propia historia personal viendo la historia de la salvación que Dios nos ha ofrecido y sigue ofreciéndonos en nuestra vida concreta. Pero ha de ser también la historia de nuestras respuestas; respuestas que hemos de reconocer no han sido siempre  positivas. Cuántos ‘no’ le hemos dado al Señor cuando con nuestro pecado le hemos dado la espalda.
Pero una cosa si tenemos que considerar y es cuánto nos regala el Señor con su amor. Tanto nos amó que nos envió a su Hijo que se entregó por nosotros. algo que hemos de tener siempre muy presente en nuestra vida, pero que ahora en este tiempo de cuaresma hemos de considerar con una especial intensidad. Es algo que no hemos de cansarnos de considerar porque así nos sentiremos más motivados para dar esa respuesta positiva, para ofrecer esos frutos que tenemos que dar con nuestra vida santa.
Aunque hoy la parábola no nos habla de la poda, ya que hemos  hecho mención a esos otros momentos en los que Jesús nos hablará de ello, creo que este tiempo de cuaresma es n tiempo propicio para ir purificando bien nuestra vida de todas esas cosas inútiles e inservibles que hay en nosotros que no nos ayudan a ser más santos, sino todo lo contrario. Un tiempo de ir revisándonos, purificándonos, arrancando de nosotros malas costumbres que se nos van metiendo como esas ramas que hay que podar.
A esto nos va ayudando la palabra del Señor que vamos escuchando cada día. A esto nos ayuda la gracia que el Señor nos ofrece en las celebraciones que vamos viviendo. En la oración personal que cada uno vamos haciendo nos sentiremos fortalecidos. 

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