lunes, 25 de marzo de 2013


Jesús en Betania nos ayuda a prepararnos para la pascua

Is. 42, 1-7; Sal. 26; Jn. 12, 1-11
Jesús está de nuevo en Betania donde había resucitado a Lázaro. ‘Ahora le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con El en la mesa’. El Evangelio de Juan hace referencia repetidas veces de la presencia de Jesús en Betania. Estaba cerca de Jerusalén y la hospitalidad de sus amigos era motivo para que Jesús estando en Jerusalén por la fiesta de la pascua, vinieran en varias ocasiones hasta aquel hogar de Betania.
Hay hechos que se repiten, como el que parece estar en el centro del episodio de hoy. Un día una mujer pecadora, nos contaba san Lucas, se atrevió a acercarse a Jesús por detrás para lavarle los pies con sus lágrimas y derramar también un caro y oloroso perfume a la manera de unción sobre Jesús. Ahora es María, - ¿la hermana de Lázaro y Marta? con toda probabilidad - la que un día se sentara a los pies de Jesús para escucharle y que motivara las quejas de su hermana porque no le ayudaba con el servicio, la que le ‘unge los pies a Jesús con una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso y se los enjuga con su cabellera, llenando toda la casa de la fragancia del perfume’.
Es el perfume de nardo, ya de por sí muy oloroso, pero es más bien el perfume del amor. Repetidamente lo vemos en ambas mujeres, que así con amor se acercan una llorando sus pecados, la otra en aquel momento con deseos de escuchar más y más a Jesús para más amarle, y ahora como una ofrenda de amor después de lo que Jesús había hecho al resucitar a Lázaro.
Pero como siempre las reacciones son diversas. Cómo reaccionamos tantas veces ante la bondad de los demás o ante unas actitudes sinceras que nos ponen ante Dios. Siempre es fácil que salte el juicio y el prejuicio, la desconfianza y la sospecha maliciosa. Un día aquel fariseo pensaba para sus adentros si Jesús sabría bien quien era la mujer que estaba a sus pies; en la otra ocasión la queja era de Marta porque le parecía que María no atendía con la debida hospitalidad a Jesús pensando solo en hacer cosas - que por cierto vemos hoy de nuevo a Marta en esa actitud de servicio, ‘Marta servía’ -; ahora será también Judas, y nos deja entrever el evangelista de la malicia de sus afirmaciones, el que se atreva a decir que era un gasto innecesario que podría haber empleado para otras cosas de más utilidad.
Pero Jesús siempre aceptando el amor, valorando lo bueno de los demás, abriendo su corazón para acoger, dándonos su palabra certera y que nos llena de vida. En la respuesta de Jesús se entrevé ya un anuncio de su cercana muerte. ‘Lo tenía guardado para mi sepultura’, que les dice Jesús y como quizá no vaya a haber tiempo cuando llegue el momento, mejor ir expresando ya esos signos desde ahora.
Jesús acogiéndonos con amor y nosotros queriendo también expresarle nuestro amor. Es lo que queremos hacer y vivir de manera intensa en estos cercanos ya a su pasión y a su muerte. Vamos a contemplar todo lo que es su amor, pero nuestro corazón tiene también que abrirse al amor, dejarse inundar por el amor de Dios, pero responder con mucho amor a cuanto hace por nosotros.
Se acercan los momentos de la pasión y queremos meternos de verdad en el misterio de Cristo que vamos a celebrar. No nos acercamos a Jesús por novelería ni por rutina, por la curiosidad de ver como otros hacen las cosas o contentándonos con una visión superficial de las cosas. Muchos vinieron a Betania por la curiosidad de lo que había pasado y simplemente querían ver a Lázaro.
Nosotros queremos acercarnos a Jesús en estos días de una forma honda, porque realmente lo que queremos es ponerlo en nuestro corazón y que sea en verdad el centro y la razón de ser de nuestra vida. No vamos a contemplar unas figuras muy artísticas - hay quien habla de que nuestros templos y nuestras calles en semana santa se convierten en un museo o una exposición de arte religioso al aire libre -, nosotros queremos contemplar a Jesús y llegar a vivir su pasión para que en verdad con el nos sintamos resucitados, renacidos a la vida nueva de la gracia. Todo tiene que ayudarnos de verdad a preparar la pascua, el paso salvador de Dios por nuestra vida.

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