martes, 25 de diciembre de 2012


Nos ha amanecido un día sagrado, una gran luz ha bajado a la tierra

‘Nos amanecido un día sagrado; venid, naciones, adorad al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra’. El amanecer de este día es distinto. El Sol no se ha quedado en lo alto del cielo, sino que ha bajado hasta la tierra para darle a todo un nuevo resplandor. La noche se había convertido en día y en el amanecer de este nuevo día tenemos al Sol en medio de nosotros.
Escuchábamos en la misma víspera del nacimiento del Señor que así lo cantaba Zacarías en el nacimiento del Bautista. Dios ha visitado a su pueblo, el sol que nace de lo alto nos ha visitado para iluminar a los viven en tinieblas y en sombra de muerte. Es un día nuevo; es un día distinto. Es navidad, es el día del nacimiento de Jesús en Belén, que es el día en que Dios quiso poner su tienda entre nosotros. Venid, adoremos al Señor porque una gran luz, la única luz que nos ilumina de verdad, ha bajado a la tierra, como decíamos en la antífona.
En medio de la noche cuando todo se llenó de resplandor en el nacimiento de Jesús - ¿cómo no iba a llenarse de resplandor si allí estaba la luz del mundo? - los ángeles entonaron el cántico de toda la creación para anunciar a los pastores que había nacido el Salvador. ‘Os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo, proclamaban: hoy en la ciudad de David os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor’. Y les dio las señales de cómo lo iban a encontrar. No tenían que ir a palacios ni a lugares importantes. Habían de buscar un pesebre y un niño recostado en él envuelto en pañales.
Y los pastores creyeron. Los pobres y sencillos tienen un especial olfato para las cosas de Dios y sus maravillas. Los poderosos, los sabios y los entendidos les cuesta más; cuando llegaron los magos a Jerusalén preguntando por el recién nacido tuvieron que ponerse a estudiar en las Escrituras. Y es cierto que las Escrituras los condujeron a Belén. Pero ahora los pastores, los sencillos, se fían de las palabras del ángel. ‘Vayamos derechos a Belén, a ver eso que nos ha pasado y nos ha comunicado el ángel’. Ya ellos estaban viviendo el acontecimiento, ‘a ver eso que ha pasado’ comentan.
Y se van corriendo derechos a Belén siguiendo las indicaciones del ángel y allí encontraron todo como les habían dicho. ‘Fueron corriendo y encontraron a María, a José y al Niño acostado en el pesebre’. Todo será admiración y alabanzas. Contaban una y otra vez todo lo sucedido. Los pobres se alegran en el Señor porque a ellos se les ha comunicado la Buena Noticia. ¿No nos recordará lo que Jesús luego nos dirá con los profetas en la sinagoga de Nazaret?
Nosotros en esta mañana también hemos venido a Belén, también hemos venido al encuentro con el Señor. También creemos y también queremos adorar. Queremos proclamar bien alto  y bien fuerte nuestra fe. Lo que nos han contando, lo que los profetas nos habían anunciado, lo que en la tradición de la Iglesia se nos ha ido comunicando y enseñando a través de los siglos, para lo que nos hemos ido preparando a lo largo del Adviento lo vemos cumplido delante de nuestros ojos.
Abrimos los ojos de la fe. Aquí está el Señor. Este niño recién nacido envuelto en pañales y recostado en el pesebre es nuestro Salvador. ¿No decíamos que estamos necesitados de salvación? ¿No hemos venido reconociendo que en nuestra vida hay oscuridades, que nos llenamos de dudas en ocasiones, que algunas veces parece que hemos pedido la esperanza, que nos desalentamos tantas veces en nuestras luchas porque parece que el mal puede más que  nosotros? Aquí tenemos nuestro Salvador. Sí, nuestro Salvador, porque solo en Jesús vamos a encontrar la verdadera luz; solo en Jesús encontramos el aliento que nos anime en nuestros desalientos, solo en Jesús encontramos el perdón para tantas veces que hemos caído, que hemos errado el camino o por nosotros hemos querido tomar otro alejándonos de los caminos del Señor; solo en Jesús vamos a tener la fuerza para esa lucha de cada día por hacer un mundo mejor, solo en Jesús vamos a encontrar esa gracia que nos da nueva vida. Es quien nos ha redimido y dado nueva vida con el perdón de nuestros pecados.
Os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Este Jesús es el Ungido del Señor, el Mesías de Dios anunciado por los profetas, el Cristo en quien encontramos nuestra Salvación. Es el Señor, es quien, como diría después de Pentecostés Pedro, a quien Dios había constituido Señor y Mesías, resucitándolo de entre los muertos. Lo reconocemos como nuestro Señor, como el Hijo de Dios que el Padre ha enviado para ser nuestro Salvador. Tanto nos amo Dios que nos envió a su Hijo. Ahora nosotros lo reconocemos, ahora nosotros confesamos nuestra fe.
Es la noticia que nos ha convocado para venir hasta Belén, para venir al encuentro con Jesús en esta fiesta grande de su nacimiento. Pero es la noticia de la que nosotros también tenemos que hablar, tenemos que comunicar a los demás. Lo que ahora estamos viviendo no se puede quedar encerrado en estas cuatro paredes, lo que hemos visto y oído no lo podemos callar, como dirían mas tarde los apóstoles. Lo que es hoy nuestra alegría porque en Jesús se satisfacen todas nuestras esperanzas, en El encontramos todo el sentido y la alegría de nuestra vida no lo podemos callar.
Y no es solamente que estos días nos felicitemos o nos digamos feliz navidad, sino que tiene que ser algo mucho mas hondo que unas palabras lo que tenemos que trasmitir. Nuestra vida ha de ser signo en medio de los demás, como unas estrellas bien puestas en lo alto, que anuncien a la humanidad la salvación que nos trae Jesús.  
No todos a nuestro alrededor viven de igual manera la navidad. Para algunos son solamente unas fiestas que aprovechan para el descanso o la diversión o para el encuentro de los amigos o las familias. Quizás andan a oscuras porque la fe se les ha debilitado o la han perdido. Y es ahí donde tenemos que llevar nuestra luz, o menor, la luz de Jesús.
Es la fe que tenemos que despertar en los demás para que también vayan al encuentro con Jesús, para que todos se dejen iluminar por esa luz. Nuestra vida, nuestros comportamientos, nuestra manera de vivir la navidad, como la forma como nos enfrentamos a los problemas o nos comprometemos con nuestro mundo por hacerlo mejor, tiene que ser una luz que ilumina, una estrella que guié, un ángel anunciador que les conduzca a Belén, que les haga encontrarse con Jesús. Ese tendría que ser nuestro compromiso de navidad.
Nos ha amanecido un día sagrado. Ha aparecido la gracia y la bondad de Dios. Llega el Salvador, llega la salvación para nuestro mundo. Ha brillado bien alta la luz que nos anuncia el nacimiento de Jesús. Seamos luz que ilumine y conduzca a nuestro mundo a ese encuentro con Jesús. 

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