miércoles, 5 de diciembre de 2012


Aquí está nuestro Dios, celebremos y gocemos con su salvación

Is. 25, 6-10; Sal. 22; Mt. 15, 29-37
‘Aquel día se dirá: aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación’. Un anuncio así, lleno de esperanza, produce siempre gozo y alegría. Cuando se nos anuncia la presencia del Señor es normal que nos gocemos y celebremos su salvación.
Cuando tenemos la certeza de que algo bueno nos va a suceder, sobre todo si la situación en la que estamos no es la más deseable, el gozo es tan grande que antes incluso de que sucede ya nos sentimos con aires de fiesta y alegría. Más aún es normal que expresemos en la vida reuniéndonos con aquellos que vivimos lo mismo o situaciones semejantes, compartamos con ellos nuestra alegría y una forma muy normal de expresarlo es comiendo juntos, por ejemplo. Y es que la imagen de la comida es muy significativa y  nos puede expresar muchas cosas.
Hoy el profeta precisamente ha comenzado al hacernos el anuncio de la presencia salvadora del Señor invitándonos a un banquete. ‘Preparará el Señor de los ejércitos para todos los pueblos en este monte un festín de manjares suculentos… vinos de solera… manjares enjundiosos…’ Es un anuncio con sentido mesiánico porque nos está queriendo describir la alegría de la llegada del Señor, de la llegada del Mesías salvador.
Pero bien sabemos además que la imagen del banquete nos habla no solo del sentido de alegría y de fiesta que hay en la vida del hombre, sino que quiere expresar también la comunión, la unidad que hay entre todos los que se encuentran para participar en una misma comida, en un mismo banquete. Serán imágenes además que contemplaremos en el evangelio cuando Jesús nos propone parábolas para hablarnos del Reino de Dios y nos habla precisamente de un banquete de bodas.
También este banquete del que nos habla el profeta, como hoy hemos escuchado, viene a ser como una prefiguración y anuncio de lo que Jesús nos dice y hace hoy en el evangelio. Hemos escuchado el relato de la multiplicación de los panes allá en el descampado ante aquella multitud hambrienta no solo de pan sino de Dios que sigue a Jesús. Quiere alimentarnos, quiere darnos su vida, nos está manifestando su amor, y quiere que nos encontremos con Dios; por eso Jesús realiza signos y milagros, para conducirnos a Dios.
Es, pues, signo, tanto el banquete mesiánico anunciado por el profeta como los panes que Jesús da a comer a la multitud en el desierto, de cómo Jesús quiere alimentar nuestra vida dándose El mismo como alimento y como vida para nosotros. Es un signo de lo que es toda la vida de Jesús, como es signo también de la Eucaristía en que Cristo nos da su misma vida para que le comamos.
Pero todo esto, toda esta reflexión, ha de tener unas consecuencias para nuestra vida en este momento concreto que estamos viviendo. Estamos haciendo el camino del Adviento y nos queremos preparar para la venida de Cristo a nuestra vida. Eso es la importante que queremos celebrar en la Navidad. El Señor que viene con su salvación - ‘Aquí está nuestro Dios de quien esperábamos que nos salvara’ - alimenta nuestra vida y nos fortalece con su gracia para ese camino que hemos de recorrer, que ha de ser un camino de amor, de gracia y de santidad.
Preparándonos para vivir lo que esa gracia salvadora del Señor va a realizar en nosotros, sintiendo que con la venida del Señor a nuestra vida nuestras actitudes, nuestra manera de vivir ha de ser de otra manera y tendrá que expresar todo lo que decíamos antes que significa el sentido del banquete de alegría pero también de comunión con los demás hermanos, el camino que ahora hemos de ir haciendo tendrá que ser dando señales ya por lo que vamos haciendo que estamos queriendo vivir esa renovación de nuestra vida.
Hemos ya de ir manifestando todo lo que es la alegría de la fe que envuelve toda nuestra vida, pero hemos de ir dando también esas señales de comunión, de unidad, de amor y solidaridad con los demás en la forma como ya vamos ahora viviendo esa comunión y amor con los demás. Son los pasos que hemos de ir dando; es la renovación que hemos de ir haciendo en nuestra vida. Con nosotros está el Señor y su gracia y su fuerza nunca nos faltará.

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