viernes, 5 de octubre de 2012


El reconocimiento de Dios nos conduce a una mayor plenitud de vida

Es camino del hombre en la medida en que va alcanzando más y más su madurez el ir afirmándose en sí mismo con toda responsabilidad logrando su propia autonomía de pensamiento y de obrar, no queriendo entonces tener ninguna dependencia en vida que pudiera coartarle su libertad. Es el crecimiento humano que nos lleva a la madurez humana, pero que sin embargo le hace reconocer sus limitaciones porque no es perfecto en sí mismo. Muchas veces se puede sentir frustrado por sus propias limitaciones porque en el fondo puede ir creciendo en su interior el orgullo de la autosuficiencia que le puede llevar erróneamente a creerse dios de sí mismo.
El hombre creyente, sin embargo, aún cuando también quiera lograr esa autonomía y esa madurez, reconoce que no es dios de sí mismo y que esa plenitud de su ser no la puede conseguir sólo por sí mismo. El hombre creyente sabe ser humilde para reconocer su imperfección y su dependencia de quien en verdad puede conducirle a la plenitud más total de su vida y en sus limitaciones y errores reconoce su imperfección para no hacer siempre lo que tendría que llevarle a esa mayor plenitud y felicidad. No busca la felicidad en sí mismo sino que reconoce que en Dios es en quien obtiene la mayor plenitud y felicidad y es en la convivencia con los demás en una interdependencia mutua puede alcanzar caminos también de felicidad.
La celebración que la Iglesia nos ofrece en este día de témporas, estas ferias especiales porque podemos celebrarlas incluso en varios días, quiere ayudarnos a ese reconocimiento del Dios en quien podemos alcanzar esa plenitud, pero al mismo tiempo del Dios que es amor y nos regala su amor. Es una ocasión propicia para aprender a reconocer a Dios en nuestra vida y por eso se convierte en un día de acción de gracias pero también de petición de gracia y de perdón para nuestra vida.
El texto de Deuteronomio que hemos escuchado en primer lugar quiere ayudarnos a ese reconocimiento de Dios y a que nos demos cuenta de que lo que vamos logrando en nuestra vida, es cierto con nuestro esfuerzo y responsabilidad, sin embargo no es solo fruto de nuestras manos, sino que hemos de saber descubrir el actuar de Dios, principio y origen de todo don y de la vida misma.
Moisés le recuerda y previene al pueblo para que cuando se establezcan en aquella tierra que el Señor les va a dar y vayan viendo el fruto de tus trabajos no fueran a llenarse de tal orgullo que se olvidaran del Dios que les había sacado de Egipto. Era un cambio muy grande para un pueblo que venía trashumante desde el desierto y que ahora se asentaba definitivamente en una tierra que podía llamar suya viendo el fruto de sus trabajos pudiendo además tener un techo bajo el cobijarse, quienes había vivido en tiendas con las estrellas como techo en el desierto.
Es, pues, una invitación y al reconocimiento del Señor nuestro Dios. El Dios amor que nos ama y nos protege y a quien acudimos también desde nuestras necesidades y también desde nuestras limitaciones y errores del caminar de nuestra vida; pedimos su ayuda y su gracia, su fuerza y su perdón para saber vivir siempre según lo que es su designio de amor, su voluntad, y para recuperar la gracia perdida cuando nos hemos desviado por otros caminos lejanos de lo que es su voluntad y son sus mandamientos.
Ya decíamos que teníamos el peligro del orgullo y la autosuficiencia; de querernos afirmar tanto en nosotros mismos que prescindamos de Dios y no queramos necesitar de El. De sentirnos tan dioses de nosotros mismos que subidos en nuestros pedestales no sepamos mirar con una mirada de luz a los hombres y mujeres que están a nuestro lado y que son nuestros hermanos junto con los cuales hemos de saber hacer este camino de vida y con los que tenemos que hacer que nuestro mundo sea mejor. Por nosotros mismos nos cuesta porque tenemos la tendencia a subirnos al pedestal de nuestro endiosamiento y cuando nos endiosamos nosotros tenemos el peligro de querer convertir a los que nos rodean en vasallos de nuestra vida, con todas las consecuencias que se pueden derivar.
Dios no es obstáculo de ninguna manera a ese crecimiento humano y a esa madurez del hombre sino todo lo contrario; no son obstáculo para nuestro crecimiento personal los que caminan a nuestro lado, sino que serán ocasión propicia que mutuamente nos ayudemos en ese crecimiento como personas y como hermanos y sepamos caminar juntos hacia una verdadera felicidad.
El Señor ilumina nuestra vida; su Palabra será siempre palabra que nos conduzca a la mayor plenitud y nos recordará continuamente los pasos que hemos de seguir, que serán siempre unos pasos de amor y de amistad. Y la gracia del Señor será nuestra fortaleza, pero también nos dará ese perdón que nos hará encontrarnos más en paz con nosotros mismos cuando nos llenamos de la paz de Dios y cuando sabemos estar en paz también con nuestros hermanos.
Que caminemos estos caminos de Dios que nos llevarán siempre a la madurez y a la plenitud, humana y cristiana.

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