lunes, 29 de octubre de 2012


Como cristianos sois hijos de la luz

Ef. 4, 32-5, 8; Sal. 1; Lc. 13, 10-17
‘Ahora como cristianos, sois hijos de la luz. Vivid como gente hecha a la luz’. Nos viene bien recordarlo. Muchas veces andamos confundidos. La verdad no nos confunde nunca, pero bien sabemos que si nos dejamos contagiar por el espíritu del mundo, terminamos confundiendo lo malo y lo bueno y terminamos desorientados. La Palabra de Dios es luz que nos ilumina y nos hace descubrir el verdadero camino, el verdadero sentido de las cosas.
El apóstol Pablo da unas orientaciones muy precisas a los cristianos de Éfeso. Vivían en un mundo muy adverso porque estaban rodeados de gentes paganas, que no adoraban al Dios verdadero y los cristianos eran minoría. Por eso les dice ‘cuidado que nadie os engañe con argumentos especiosos…’ En ese mundo siempre han de comportarse con actitudes cristianas y valores nacidos del evangelio.
Como decíamos antes, nos viene bien recordarlo porque también hoy nos puede entrar esa confusión. Vivimos también en un mundo muy paganizado a nuestro alrededor aunque estén la mayoría bautizados. Y también hemos de estar precavidos. Cuántas veces nos dicen, ‘total eso no es nada malo, eso es natural, si todo el mundo lo hace…’ y no podemos ver confundidos si no analizamos bien las cosas, si no reflexionamos hondamente ante lo que vamos a hacer para descubrir su verdadera bondad si la tiene. Y nuestro punto de referencia tiene que ser siempre el evangelio. A todo el mundo hoy le da igual cualquier cosa. Y eso  nos puede confundir y desorientar.
‘Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor’. Siempre en la base y como fundamento de todo el amor. Y para vivir ese amor cristiano que nos hace pacientes, comprensivos y nos lleva a perdonar siempre miramos lo que es el amor de Dios, el amor con que Jesús se entregó por nosotros. No es poco alto el listón que nos propone para que lleguemos a alcanzarlo: ‘sed imitadores de Dios, como hijos queridos’. Nuestro modelo, la altura a la que hemos de aspirar es el amor que Dios nos tiene.
Lo demás está fuera de sitio. Inmoralidades, chabacanerías, indecencias, ambición por el dinero, estupideces… todo eso lejos de nuestra vida. Fijaos que el afán del dinero nos lo pone como una idolatría; efectivamente lo convertimos fácilmente en dios de nuestra vida. Y como diría Jesús en el evangelio no podemos servir a dos señores, no podemos servir a Dios y al dinero. Y nos dice que quienes actúan así están bien lejos del Reino de Dios.
Una cosa que a mi me repugna enormemente hoy día es el lenguaje tan chabacano que se utiliza en nuestras conversaciones. Agradezco a mis padres que me enseñaran eso y me lo metieran bien en la cabeza, porque nunca en mi casa escuché yo ese lenguaje lleno de palabrotas y de insultos, como hoy tan habitualmente escuchamos. Y la gente habla así y les parece lo más natural del mundo; y se emplean palabras insultantes, ofensivas e hirientes con mucha facilidad. Para mí denota un vacío interior muy grande, porque si en verdad lleváramos algo hondo dentro de nosotros nunca emplearíamos un lenguaje así.
Quizá en mi comentario he entrado en algo muy de mi experiencia personal, pero me ha hecho recordar esto lo que nos dice el apóstol. Y en verdad quien quiere vivir según el modelo del amor de Cristo creo que de ninguna manera podría tener actitudes o palabras hirientes para sus semejantes. El amor siempre nos lleva a la delicadeza más exquisita. El amor siempre evitará lo que pueda ser ofensivo para los demás. El amor nos llevará a ser comprensivos con los otros ofreciendo siempre actitudes de perdón.
Somos hijos de la luz, como recordábamos al principio, y ninguna sombra tendría que enturbiar nuestra vida ni nuestra relación con los demás. 

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