lunes, 10 de septiembre de 2012


Pasó haciendo el bien y resplandeció la luz
1Cor. 5, 1-8; Sal. 5; Lc. 5, 6-11

Las tinieblas se resisten a la luz; las tinieblas pretenden hacer desaparecer la luz, ¿de quién será la victoria?
‘Los letrados y fariseos, que estaban al acecho de lo que hacía Jesús… se pusieron furiosos y discutían que había que hacer con Jesús’. Las tinieblas que se resisten y que quieren hacer desaparecer la luz. 
¿Qué había hecho Jesús para que así los fariseos y letrados quisieran quitar de en medio a Jesús? Hacer brillar la luz del amor. Y esa luz siempre busca la vida, nos llena de vida. Es lo que Jesús viene a hacer. El es la luz del mundo, terminará diciéndonos.

‘Jesús entró en la sinagoga el sábado a enseñar’, como tantas veces haría. Pero allí ‘había un hombre que tenía una parálisis en el brazo derecho’. Con todo detalle nos lo está describiendo el evangelista. Y, como decíamos, los fariseos están al acecho a ver lo que hace Jesús porque es un sábado y no está permitido ningún trabajo.  Jesús sabía que estaban al acecho. Jesús ya estaba viendo la resistencia de las tinieblas a la luz. Pero la luz tiene que brillar. El amor no puede permitir el sufrimiento de un hombre. Y Jesús puede actuar y actuará.

‘¿Qué está permitido un sábado?’, pregunta Jesús. Los judíos lo tenían muy reglamentado y los fariseos lo miraban con lupa, hasta donde se puede llegar y qué es lo permitido o no permitido. En sus reglamentaciones miraban más por la ley que por el hombre, por la dignidad de la persona. ¿Podemos dejar a un hombre en su sufrimiento si podemos aliviarlo o podemos quitarlo simplemente porque sea sábado? Será la victoria del amor y de la luz, aunque aquellos fariseos y letrados no lo lleguen a comprender. 

Allí se manifestará el poder de Jesús. Allí se manifestará lo que es el amor de Jesús. Allí nos está diciendo cual es la salvación que nos viene a traer Jesús. Allí se nos están señalando caminos por donde nosotros hemos de caminar si en verdad somos seguidores de Jesús. 

Siempre la luz; siempre el bien; siempre el amor; siempre lo bueno que hemos de buscar para los demás. Ante la necesidad, el sufrimiento, el dolor nunca nos podremos quedar con los brazos cruzados si nosotros nos hemos llenado de la luz de Jesús, si nos sentimos inundados de su amor. Hemos de repartir esa luz, llenar el mundo de luz, inundar el mundo de amor.

De Jesús se dice en la Escritura que ‘pasó haciendo el bien’. Es lo que tiene que decirse de nosotros; allí por donde vamos siempre tenemos que estar haciendo el bien, siempre hemos de estar repartiendo amor, siempre hemos de saber llevar vida, paz a los que nos rodean. Hay muchos sufrimientos en la vida que podemos calmar, muchas tristezas que tenemos que disipar, muchos corazones rotos que hemos de componer, muchas vidas sin esperanza que tenemos que despertar a la esperanza, muchos llenos de muerte que hemos de resucitar, muchas oscuridades que iluminar.

Aunque no nos entiendan; aunque a nosotros a veces nos cueste también, porque se nos meten por dentro los gusanillos del egoísmo, de la desconfianza, de tantas cosas, de tantas tinieblas que quieren frenar el avance de la luz. En Jesús y con Jesús nos hemos de sentir fuertes. Siempre tenemos que mirar el bien del hombre, el bien de la persona; siempre tiene que brillar la luz. Cuántas cosas podemos hacer, cuántas cosas tenemos que hacer.

La salvación que Jesús nos ha regalado no nos la podemos quedar de forma egoísta solo para nosotros. Esa luz de la salvación hemos de llevarla a los demás. Es la tarea que Jesús nos confía.

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