lunes, 24 de septiembre de 2012


Es necesario que brille la luz y recuperemos el entusiasmo de la fe
Prov. 3, 27-35; Sal. 14Lc. 8, 16-18

‘Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo esconde debajo de la cama’. Dicho en un lenguaje coloquial, es de cajón. No encendemos una luz para esconderla; si encendemos una luz es para que ilumine aquel lugar donde estamos, por donde vayamos a pasar e ilumine también a los demás, porque no vamos a querer la luz para nosotros solos.

¿Qué nos querrá decir Jesús? Creo que el mensaje es claro cuando recordamos que El nos ha dicho que es la luz del mundo y que nosotros también tenemos que ser luz. Pero aunque esto en principio lo veamos tan claro, ha de hacernos reflexionar porque muchas consecuencias podemos y tenemos que sacar. 

Recordamos que esa luz de Jesús se nos puso en nuestras manos en el día de nuestro bautismo cuando nuestros padres y padrinos como un signo encendieron una vela, una luz desde el Cirio Pascual. Así recordamos que Jesús es la luz; que la luz de Cristo resucitado ha de iluminar nuestra vida y nuestro mundo, y si se nos ha dado esa luz es como imagen de cómo nosotros hemos de ser iluminados por la luz de Cristo, pero también como signo de cómo nosotros esa luz hemos de llevarla a los demás, 

Y aquí vienen muchas preguntas que hemos de hacernos con sinceridad en nuestro interior. ¿Le damos importancia a esa Luz? ¿Significa algo para nosotros? ¿Nos dejamos iluminar por Cristo? Y si somos unos iluminados por la luz de Cristo - a los cristianos se les llamaba los iluminados - ¿somos capaces de llevar esa luz a los demás para iluminar de verdad nuestro mundo con la luz de Cristo?

Como decíamos todo esto nos tiene que hacer pensar, reflexionar, revisar nuestra vida, nuestras actitudes, nuestras posturas, lo que hacemos. Decimos que somos tantos los que nos llamamos cristianos y creemos en Jesús. ¿Por qué nuestro mundo sigue aún a oscuras sin que la luz de Jesús sea en verdad el sentido de la vida de tantos que nos rodean? Porque decimos que somos tantos cristianos y en las estadísticas aparecen los millones de cristianos y de católicos, pero pareciera sin embargo que a nuestro alrededor la fe se va debilitando, como que cada día tienen menos influencia en nuestro mundo los valores de Cristo y del Evangelio. ¿Habremos desvirtuado la luz? 

Creo que todo esto nos ha de hacer reflexionar para que cuidemos cada vez más nuestra fe y en verdad sea una luz que brille en nuestra vida porque desde ese sentido de la fe, desde ese sentido de Cristo vayamos nosotros ordenando nuestra vida para no sólo llamarnos sino ser en verdad cristianos. Que este año de la fe que vamos a comenzar sea en verdad un estímulo en nuestra vida para querer formarnos mejor, para crecer más en nuestra fe. 

Otra cosa triste sería que nos avergonzáramos de la fe y por eso ocultemos la luz. Nos puede suceder. Sería triste pero es una realidad en tantos cristianos que nos sentimos temerosos de dar la cara por nuestra fe, porque quizá los familiares, quizá la gente que nos rodea, porque quizá el ambiente en que vivimos eso ya no se lleva y nos pueden decir tantas cosas si nos manifestamos creyentes, Tenemos que despertar nuestra fe y despertar la valentía con que vamos a proclamar nuestra fe para que en verdad nuestro mundo, empezando por nuestro entorno más cercano sea cada día más iluminado por Cristo y su evangelio. 

Como decíamos será una ocasión propicia este año de gracia que vamos a comenzar para que los cristianos revitalicemos nuestra fe. Es lo que el Papa quiere cuando ha convocado este año; que los cristianos nos preocupemos de nuestra fe para hacerla crecer más y más y para que entonces con esa luz de Jesús podamos iluminar de verdad nuestro mundo. No podemos ocultar la luz, tenemos que ponerla muy alta, sentirnos orgullos de la fe que tenemos; orgullos y alegres, para vivir siempre con entusiasmo la alegría de nuestra fe.

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