sábado, 29 de septiembre de 2012


Con los ángeles y arcángeles cantamos sin cesar el himno de tu gloria

Apoc. 12, 7-12; Sal. 137; Jn. 1, 47-51
‘Con los ángeles y con los arcángeles, y con todos los coros celestiales cantamos sin cesar el himno de tu gloria’, proclamamos en el prefacio de la plegaria eucarística. Nos unimos así al cántico de gloria celestial como repetimos en el salmo ‘delante de los ángeles tañeré para ti, Señor’.
Así queremos hacerlo mientras aún vamos peregrinos por este mundo, con la esperanza de que un día en el cielo, con los ángeles, con los arcángeles, con todos los coros celestiales, con todos podamos cantar y proclamar eternamente la gloria del Señor. Hoy lo hacemos, podríamos decir con una intensidad especial, cuando estamos celebrando la fiesta de los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
A través de lo que se nos va revelando en la Biblia contemplamos esos diversos coros angélicos que cantan la alabanza del Señor eternamente en el cielo pero que tienen como diversos ministerios o funciones en la relación que establecen con los hombres, como protectores especiales de los hombres y como poderosos ejecutores de las órdenes del Señor. Lo hemos expresado en la oración litúrgica: ‘con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los ángeles y de los hombres’. Por eso pedíamos también que ‘nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el cielo’.
Los arcángeles que hoy celebramos son especiales mensajeros del cielo en relación con la historia de nuestra salvación. Al arcángel san Miguel lo hemos contemplado en el Apocalipsis como en ángel vencedor contra el maligno, Lucifer que era ángel de la luz como su nombre indica, que se había rebelado con sus ángeles contra Dios. ‘¿Quién como Dios?’ es el grito y nombre del arcángel y viene a ser signo de esa victoria sobre el maligno. ‘Ya llega la victoria, el poder y el reino de nuestro Dios y el mando de su Mesías’, que es el grito de victoria que se escucha en el cielo.
Gabriel es el mensajero divino que, primero a Zacarías para el anuncio de Juan y luego a María para anunciarle la Buena Nueva del nacimiento del Hijo del Altísimo, nos viene a anunciar el inicio ya de la plenitud de los tiempos que nos traería la salvación a todos los hombres. ‘Yo soy Gabriel, le dice a Zacarías, que estoy en la presencia de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta Buena Noticia’.
Al arcángel san Rafael lo contemplamos en el libro de Tobías como compañero, protector y defensor en el camino del joven Tobías que va en búsqueda también de luz y salud para los ojos apagados de su padre ciego. Por eso lo consideramos también como imagen de la medicina de Dios que nos alcanza la salud y la  salvación. O como dice el mismo Rafael su misión era también ser quien presentara ante el trono de Dios las oraciones humildes y confiadas que surgían del corazón lleno de fe y amor de Tobías. ‘Yo presentaba el memorial de vuestra oración delante de la gloria del Señor’, les dice el arcángel cuando se les da a conocer. ‘Soy Rafael, uno de los siete ángeles que asisten al Señor y pueden contemplar su gloria’, les dice.
En ese sentido van las oraciones de la liturgia de este día. Ya hacíamos referencia a la primera de las oraciones, pidiendo vernos siempre protegidos aquí en la tierra por aquellos que están contemplando la gloria del Señor. Que sintamos, sí, la protección de los ángeles para que nos veamos liberados del mal y podamos caminar caminos de santidad.
Pero pediremos también que el Señor reciba nuestras ofrendas y oraciones, con la intercesión de los santos ángeles; o como pedimos en la primera de las plegarias eucarísticas ‘que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel’. Pero también vamos a pedir finalmente que quienes nos hemos alimentado del pan celestial ‘caminemos seguros por la senda de la salvación bajo la fiel custodia de los ángeles’.
Por eso terminaremos esta reflexión diciendo con los salmos ‘Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti’; con todos los ángeles y los santos queremos cantar para siempre la gloria del Señor.

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