lunes, 30 de julio de 2012

Que no se enfríe ni estropee la levadura de nuestra fe


Que no se enfríe ni estropee la levadura de nuestra fe


Jer. 13, 1-11; Sal.: Deut. 12, 18-21; Mt. 13, 31-35

Una masa sin levadura que la haga fermentar no es la masa que nosotros desearíamos para la confección de nuestros alimentos y no podrá darnos el sabroso alimento que quisiéramos hacer. Necesitamos mezclarla bien con la harina que nos dé el sabroso pan, pues sin ella pareciera que le faltara cuerpo. La carencia de esa levadura para hacer fermentar la masa sería una señal de pobreza y precariedad, como lo fue para el pueblo de Israel en los momentos de su salida de Egipto y sería recordarían siempre en cada pascua comiendo el pan sin levadura como señal de aquellos momentos duros de la esclavitud y de su camino por el desierto. El pan ázimo sin levadura les recordaba muchas cosas a los judíos.

Se convierte así la levadura en una imagen que Jesús utilizará en sus parábolas para llegarnos a decir por una parte lo que significa su presencia en medio de nosotros, pero también lo que nosotros desde la fe que tenemos en Jesús y la vida nueva que vivimos hemos de ser en medio de nuestro mundo. También nos previene Jesús para que utilicemos buena levadura y no nos dejemos contagiar por la vieja y corrompida levadura de los fariseos.

Es una de las parábolas que hoy escuchamos. Jesús les habla en parábolas a la gente para que a través de las imágenes llegaran a comprender mejor el misterio que quiere revelarnos. Para hablarnos del Reino de Dios nos propone hoy dos parábolas, la del grano de mostaza, que recientemente ya hemos comentado, y la parábola de la levadura a la que estamos haciendo referencia en nuestro comentario. ‘Jesús exponía todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo’.

Es hermoso el mensaje que quiere trasmitirnos con esta parábola. Por una parte nos está diciendo lo que significa Jesús y la fe que tenemos en El para nuestra vida y para nuestro mundo. Con Jesús nos sentimos transformados y llevados a vivir una nueva vida. La fe no es cualquier cosa en nuestra vida; ni es un adorno que podamos poner o quitar, ni es una cosa de poco valor que no va a repercutir para nada en nuestra vida. Todo lo contrario, por la fe en Jesús nos sentimos, como decíamos, transformados.

No es lo mismo tener fe o no tener fe; no es lo mismo vivir conforme al sentido de la fe, como vivir ajeno a ella. Jesús no es indiferente para nosotros. Ante El tenemos que hacer una opción radical, y cuando nos decimos por Jesús nuestra vida, nuestros valores, nuestras actitudes, nuestros comportamientos tienen que ser distintos. Es la levadura que transforma nuestra vida, que la fermenta y le hace vivir la verdadera vida.

Pero eso, además, es lo que quiere que seamos nosotros en medio del mundo. Tenemos que ser levadura para nuestro mundo, que lo transforme, que lo llene de vida y de sabor nuevo, de sentido nuevo. Con nuestra fe en Jesús, con nuestras obras de amor, con el sentido nuevo que adquiere nuestra vida desde que ponemos toda nuestra fe en Jesús, nosotros tenemos que ser la levadura de nuestro mundo para que en verdad sea el Reino de Dios.

Esto tendría que hacernos pensar. Nos llamamos cristianos, estamos bautizados, decimos que tenemos fe en Jesús y no logramos contagiar esa fe a los que nos rodean. Más bien parece a veces que cada vez importa menos la fe, la religión, el cristianismo al mundo que nos rodea. ¿Qué hacemos para atraer a los demás hasta la fe? ¿Qué es lo que ven en nosotros? O podríamos preguntarnos también, ¿qué es lo que no ven? ¿Se nos habrá estropeado nuestra levadura? ¿Se nos habrá enfriado y en consecuencia echado a perder?

Algo que toca la fibra más intima de nuestra conciencia y tendría que hacernos despertar para ser esa buena levadura en medio de la masa de nuestro mundo para atraer a los demás a la fe, hasta Jesús. Es una llamada muy seria la que hoy Jesús nos está haciendo a través de estas parábolas. Que no se enfríe ni estropee la levadura de nuestra fe para fermentar la masa de nuestro mundo.

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